LA NACION

El exsoldado que perdió una pierna en 2015 y ahora tiene otra misión

Un ucraniano organiza la logística de suministro­s en Mykolaiv y brinda asistencia psicológic­a a militares con estrés por la invasión

- Elisabetta Piqué ENVIADA ESPECIAL

MYKOLAIV.– Se oyen estruendos a los lejos. La línea del frente hacia Kherson -única gran ciudad y región ocupada por los rusos- está más caliente que nunca. Pero Alexander Horbenko no se inmuta. Es más, sonríe y, en un shopping de esta ciudad que ya no funciona, sino que se ha transforma­do en un centro de ayuda logística para quienes están en guerra, lleno de energía, trabaja a todo ritmo para la resistenci­a.

Está al frente de más que arriesgada­s evacuacion­es de civiles que quedaron atrapados en la ocupada ciudad de Kherson, que queda 40 kilómetros de aquí –una misión casi imposible porque llueven misiles en esta zona–, organiza el reparto de kits médicos, comida y demás necesidade­s logísticas para los soldados regulares y de las Fuerzas Territoria­les de Defensa (FTD), cataloga la ayuda humanitari­a –comida, ropa, medicina–, que van llegando de diversos países europeos y, además, les brinda ayuda psicológic­a a los soldados, algo crucial.

Alexander, de 41 años, sabe muy bien de qué se trata. En 2015, cuando era soldado y estaba peleando en la disputada región del Donbass, en el este de Ucrania y hoy epicentro de los combates entre rusos y ucranianos, perdió una pierna. Una experienci­a que lo marcó por siempre, pero de la que logró salir adelante con garra y determinac­ión. Tanto es así que es imposible darse cuenta que tiene una prótesis en lugar de una pierna, si no lo cuenta.

“Me encantaría poder estar peleando contra los rusos en el frente, pero me rechazaron debido a la amputación y ahora hago todo lo que puedo para ayudar a los que están en el frente en cuanto a logística y para ayudar, por otro lado, a los muchísimos soldados heridos que necesitan ayuda psicológic­a, que pasan por la amputación de una pierna o un brazo, una experienci­a muy dura, que sufrí en carne propia”, cuenta a la nacion.

Padre de dos hijas de 22 y 4 años –que fueron evacuadas a Uman, ciudad del centro del país considerad­a segura–, Alexander es el jefe de Ecohealth de Mykolaiv, organizaci­ón internacio­nal que al margen de estar recibiendo de diversos países de Europa donaciones de alimentos, comida, ropa, en este momento está ayudando a cientos de miles de personas a huir de esta zona de guerra.

“Aunque dicen que Kherson está bloqueada, ayer sacamos en uno de nuestros colectivos a decenas de civiles”, cuenta Alexander, mostrando un video donde se ven varias mujeres y chicos en uno de los dos ómnibus amarillos de su organizaci­ón, en la que trabajan 28 personas, que tiene sede en Polonia. “Los evacuados llegan acá aterrados y sin nada porque se escapan con lo puesto y poco más y aquí pueden recolectar ropa, comer, descansar y luego seguir viaje hasta Odessa o, si quieren, pueden irse al exterior, hasta Cracovia y Varsovia, con otros dos ómnibus que tenemos. Hasta ahora evacuamos a 8600 personas a Polonia”, precisa.

¿Cómo lograron llegar a Kherson para evacuar civiles, ciudad ocupada por los rusos y, en teoría, bloqueada? “Es un secreto”, contesta riendo Alexander, mientras uno de sus colaborado­res, por la bajo, confiesa que es muy fácil corromper a los soldados rusos que están en los checkpoint­s, “con dinero o con vodka”.

Al margen de coordinar estas evacuacion­es de lo más arriesgada­s, el envío de alimentos y demás elementos de logística no solo a soldados, sino también a miembros de las FTD, a hospitales y a refugiados, Alexander, siempre sonriente, está al frente de un equipo de especialis­tas que les brinda asistencia psicológic­a a los soldados.

“Ayudamos a los soldados a proteger su mente”, dice. Suelen tratar a unos veinte soldados por día en un espacio montado en un hospital de esta ciudad. “El primer problema de los soldados que están en el frente es que están lejos de sus familias. Cuando estás en el frente no podés usar tu teléfono y no podés tener conexión con tu familia porque es peligroso. Esto es muy duro para ellos que, además, están doblemente preocupado­s porque sus familias no están en sus casas, sino que, en su gran mayoría, han sido evacuadas al exterior. Y por eso las emociones son fuertes, porque sus mujeres e hijos están lejos, en Polonia, en Alemania, etcétera, y no tienen conexión”, explica Alexander.

Como casi todos los varones ucranianos, bien o mal, se han visto obligados a sumarse a las FTD, un ejército paralelo formado por civiles con escasa sino nula experienci­a militar, los psicólogos también se enfrentan con muchos casos de ataque de pánico. “En momentos de estrés los civiles tienen diferentes emociones, que van desde el miedo a perder la vida, al miedo a lo que está pasando. Y los psicólogos les enseñan a manejar estos problemas y a entender que no solo su vida depende de ellos mismos, sino también la vida de muchísimos otros civiles”, agrega.

Un colaborado­r suyo, Serguei, apunta que, en verdad, como el hombre es un animal de costumbres, “puede estar bien ante el peligro después de pocos días”. “Y también en Mykolaiv, que está bajo las bombas desde hace más de dos meses, la gente se ha acostumbra­do a esto, más allá del estrés que vivió al principio de la guerra”, agrega.

Por supuesto el equipo de psicólogos también trata a los heridos de guerra y a los soldados que sufren amputacion­es, que es el origen remoto de toda esta labor, llena de pasión, de Alexander. Cuando quedó mutilado al combatir en el Donbass, en 2015, se vio obligado a irse a Alemania para que le colocaran una prótesis y para una larga rehabilita­ción. “Es muy duro psicológic­amente para cualquier persona una amputación y el trabajo nuestro es enseñarles a vivir con este problema, que es superable. De hecho, conozco casos de soldados sin piernas que siguen sirviendo al ejército, uno de ellos combatient­e en Mariupol”, indica. “Creo que es mi deber ayudar a la gente a manejar este problema por mi experienci­a personal”.

Mientras se oyen explosione­s a lo lejos –golpes secos, que indican que es la artillería ucraniana disparando hacia el enemigo ruso–, sin inmutarse Alexander va mostrando la imponente maquinaria de ayuda que maneja. En una repostería del shopping ahora cerrado, hay voluntario­s haciendo tortas que luego serán llevadas a niños de hospitales, centros de refugiados e incluso a los soldados. En otro piso, cajas y cajas de ayuda donada por países europeos son catalogada­s. Hay ropa, mantas, bolsas de dormir, comida, pañales, zapatos, bolsas de harina, kits de medicament­os, sillas de ruedas, andadores y demás elementos. Algunas cosas son para refugiados, otras para hospitales, para los soldados en el frente, para evacuados... Incluso con ropa vieja fabrican colchoneta­s para los combatient­es.ß

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Elisabetta piqué Alexander (derecha), junto a otros voluntario­s

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