LA NACION

El acercamien­to del Presidente al empresaria­do, ante el vacío de Cristina

Además de reuniones con Techint, sumó a Mercado Libre y armará un espacio con dueños de firmas y ejecutivos; en los próximos días volverá a lanzar una mesa para desindexar precios

- Pablo Fernández Blanco

Alberto Fernández busca lo que Cristina Kirchner no le da en el lugar donde la vicepresid­enta menos quiere. A tal punto que, junto a su ministro más cuestionad­o, Martín Guzmán, intenta sellar una alianza con el sector privado, receptor frecuente de críticas por parte del ala dura del kirchneris­mo. El objetivo es darle en las próximas semanas un marco de previsibil­idad a su gestión en medio de la incertidum­bre económica que genera la fractura en el Frente de Todos.

Guzmán se convirtió en la sombra de Alberto Fernández. El jueves 5 de mayo fue invitado a la cena que el Presidente tuvo con Paolo Rocca en Olivos, la reunión más importante del último tiempo. El jefe de Techint llegó con Luis Betnaza y entre platos de ravioles entusiasmó a Fernández con la posibilida­d de venderle gas argentino a Europa en reemplazo del ruso, una idea que la comitiva presidenci­al difundió esta semana por España, Alemania y Francia. El ministro de Economía cree que el titular de Techint es un empresario paradigmát­ico, con ideas similares a las que él profesa. A tal punto que salió del encuentro convencido de convocar a una mesa de discusión a la que se sienten dueños como Rocca, Marcos Bulgheroni (PAEG) y Eduardo Elsztain (IRSA), entre otros, con ejecutivos. Este último es un grupo afín a las invitacion­es de la Casa Rosada y reúne a nombres como los de Laura Barnator (Unilever), Antonio Aracre (Syngenta), Sergio Kaufman (Accenture) y Gabriela Renaudo (Visa).

El Presidente intenta sintonizar con la frecuencia empresaria. Para eso reabrió su agenda de reuniones con apellidos importante­s que exceden a los que recibe habitualme­nte. Además de Rocca, tuvo un encuentro privado con Juan Martín de la Serna, presidente de la filial local de Mercado Libre. Le planteó a Fernández la necesidad de que haya reglas claras para seguir invirtiend­o y su preocupaci­ón por las regulacion­es antifintec­h que el Banco Central viene llevando adelante.

La soledad en el poder y las críticas a la gestión desde el propio oficialism­o hicieron que el Presidente y Guzmán formen ahora una pareja simbiótica.fernándezn­osololocon­valida frente a los ataques de Cristina Kirchner y su círculo, sino que también pone la cara en su nombre ante cuestionam­ientos de su tropa más fiel. Por ejemplo, tuvo que responder a un planteo de Gabriel Katopodis (Obras Públicas) por el alto perfil político de Guzmán camuflado entre palabras técnicas. Fastidio o pragmatism­o, Katopodis se encarga del armado albertista y está tendiendo puentes con el hipercríti­co Andrés Larroque en la Provincia.

Ambos volvieron a hablar varias veces el viernes, el sábado y tuvieron una conversaci­ón clave en la tarde del domingo pasado. Pocas cosas sorprendie­ron más al ministro de Economía que las estadístic­as difundidas dos días antes por Cristina Kirchner en Chaco. Guzmán advirtió que tenía serios errores técnicos, se lo comentó a Fernández y le dijo que le debía una entrevista a María

O’donnell. Ambos decidieron hablar y el ministro rectificó públicamen­te los dichos de la vicepresid­enta con una convicción: no cree que mienta a propósito, sino que está mal asesorada. Cristina Kirchner dio la media vuelta de llave que faltaba para abrir la puerta de la reacción en la Casa Rosada cuando personaliz­ó las críticas en ciertos integrante­s del Gabinete. Por lo que dice, pero también por quien invita a los actos políticos. no pasa desapercib­ido que sus reuniones llevan el sello de Unidad Ciudadana. A medida que lustra el vehículo electoral de 2017, se avivan las certezas con respecto a una división para 2023 y el Frente de Todos se convierte en cenizas de las que renace una autonomía presidenci­al de futuro incierto. La oposición, incrédula, la llama el “Plan Puñetazo”.

Mientras el Presidente discute en la arena política con Cristina Kirchner, el jefe de Hacienda decidió derribar mitos entre los economista­s de La Cámpora y el Instituto Patria. Pero su apuntado preferido es Axel Kicillof, con quien llegó a una provocació­n extrema: lo acusa de tibio. La relación de Guzmán con su espacio político es similar a la que tiene Fernández. Dejaron de intercambi­ar mensajes de Whatsapp con la vicepresid­enta pocos días antes de que se anunciara el acuerdo con el FMI. Y los viejos interlocut­ores que antes lo llamaban con frecuencia comenzaron a hacerle vacío tras los desplantes de Cristina y su círculo.

La pelea en el Frente de Todos soldó lazos que tuvieron fisuras. Parece haber quedado atrás el hecho de que el Presidente sondeó a Roberto Lavagna para darle el Ministerio de Economía. Más aún: Guzmán tiene al exministro de néstor Kirchner entre sus confidente­s, con quien discute sobre sus decisiones.

El pasado le dio al jefe de Hacienda el material de trabajo para comenzar a preparar una jugada ignominios­a contra el kirchneris­mo. Sus asesores mandaron a desenterra­r estadístic­as de la época de Lavagna que corroboran la hipótesis de Economía: cuando al país le iba mejor, los subsidios estaban en niveles bajos, menores a los actuales. Los recursos que pone el Estado para que el gas y la electricid­ad les cuesten menos a los consumidor­es están en el centro de la pelea que comenzó el martes pasado, seguirá hasta el tercer trimestre del año y apunta al corazón de la estrategia de la Casa Rosada que Cristina Kirchner intenta obturar.

La Argentina se comprometi­ó con el FMI a implementa­r aumentos de tarifas a partir del primer día del mes próximo. Pero cumplir con esos tiempos, que no solo mira Washington, sino todos los inversores que le prestaron plata al país, sería imposible a menos que Fernández torsione la relación con el ala de enfrente hasta niveles nunca vistos. Federico Basualdo es el subsecreta­rio de Energía Eléctrica que Guzmán echó, pero sigue trabajando. Responde como casi ningún otro a la vicepresid­enta y rechaza los ajustes de tarifas. De él depende, Soledad Manin, a cargo del ENRE.

Sin su firma, no habría nuevos cuadros tarifarios. Es decir, la bala de plata que se guarda la Casa Rosada para mostrar certidumbr­e con respecto al manejo de las cuentas públicas depende de una persona que no quiere hacer lo que el Presidente le ordena. Algo similar ocurre en el caso del gas. Federico Bernal es intervento­r del ente regulador. Le prometió a Alberto Fernández que trabajaría para él, pero es leal a Cristina Kirchner, quien lo lanzó a la política y lo convirtió en su asesor cuando fue senadora.

Basualdo y Bernal le hicieron llegar a Guzmán que de ninguna manera podrían aumentar las tarifas el mes próximo por cuestiones administra­tivas. Lo hicieron a través del secretario de Energía, Darío Martínez, uno de los pocos interlocut­ores en pie. Así, los aumentos se demorarían al menos hasta septiembre.

Es una tiranía del calendario convenient­e al sentimient­o de la línea kirchneris­ta: cuando los días fríos comienzan a irse, las subas de tarifas se notan menos porque cae el consumo. Sin aumentos de luz y gas compromete­rá el resultado fiscal que prometió la Casa Rosada, clave a su vez para anclar las expectativ­as inflaciona­rias. Lo contrario implicaría poner más plata en la calle, aumentar impuestos o tomar deuda.

Alberto Fernández está al tanto de la jugada preparada por los funcionari­os kirchneris­tas. Por eso les avisó desde Europa que, si no hacen lo que les manda, deberán dejar sus cargos. De manera que se enfrenta a una decisión riesgosa: convalidar los tiempos del “opoficiali­smo” o echar a las espadas de Cristina Kirchner y voltear la última colina que contiene la pelea con la vicepresid­enta. Hay un dato sobresalie­nte: Fernández asegura que las tarifas van a aumentar y la vicepresid­enta no le dio a su gente la orden de frenar esa decisión.

La muralla que se edificó entre ambos tiene que ver con los mensajes que reciben con respecto a la economía. Mientras Guzmán y Matías Kulfas (Desarrollo Productivo) le muestran al Presidente un futuro positivo, Kicillof y otros técnicos del espacio le confirman a la vicepresid­enta que el país se conduce a la profundiza­ción de la crisis. Los integrante­s de la fórmula presidenci­al les agregan su propio sesgo a esas miradas y los contaminan con reproches personales. Fernández exagera los datos positivos. Guzmán puede vender futuro, pero no le alcanza para facturar presente. El Banco Central no puede sumar reservas en mayo, un mes habitualme­nte amigable con la llegada de dólares, la sociedad está diezmada en su poder de compra y la Argentina se encamina a cerrar 2022 con una inflación por encima del 65%, algo que hace extrañar al peor número de Mauricio Macri.

Los efectos de la emisión de dinero se notan meses después de llegar a la calle. De manera que los $285.000 millones de pesos de los primeros cuatro meses convirtier­on a la suba de precios en una piedra rodante que probableme­ntenoreduz­casuveloci­dad antes de octubre de 2023. El plan económico es perdurar: sostener la situación actual con la expectativ­a de que el tiempo profundice el crecimient­o de la actividad que ocurrió el año pasado y mejore la capacidad de compra de la población.

Fernández le ordenó a Guzmán trabajar sobre las expectativ­as. A fines de esta semana o principios de la próxima, el Presidente convocará -otra vez- a una mesa conformada por sindicatos, empresas y el Gobierno bajo el lema de concertar la desindexac­ión de las expectativ­as. Creen que así la inflación podría converger en agosto, septiembre u octubre en un nivel cercano al 3% mensual, la mitad que el actual. Así, viajaría a una velocidad interanual del 30%, una cifra mala, aunque terrenal, en comparació­n con el sideral 80% que representa­ría el número de abril.

La economía es una materia compleja, pero los asesores de Fernández, Kirchner y Massa les hicieron llegar una versión abreviada según las necesidade­s electorale­s. Se resume en el nivel de empleo, los salarios y la inflación. Son los tres determinan­tes de una votación. El primero de ellos, ambiguo al momento de hacer conclusion­es por su confección estadístic­a, comenzó a dar un poco mejor. Pero los dos restantes son catastrófi­cos.

Hay una encuesta incómoda para las aspiracion­es rupturista­s de los socios que gobiernan que está sobre los escritorio­s de los tres socios fundadores del Frente de Todos. Sostiene que más del 80% de quienes votaron a la coalición gobernante quiere que permanezca­n juntos y solucionen sus diferencia­s. Massa la sigue como si fuese su libro rojo. Por eso le pidió personalme­nte a Cristina y a Alberto Fernández que se institucio­nalice una mesa para tomar decisiones. La idea no terminó de nacer, pero tampoco está muerta.

A diferencia de lo que ocurrió hasta ahora, una parte de las dudas provienen de la posición disruptiva del Presidente. Algunos sospechan que Fernández lanzó munición gruesa contra su compañera de fórmula para subirse el precio de cara a una discusión que sería inminente. Hay oleajes en las bases de la militancia que parecen querer lo mismo que dicen los sondeos. El sábado pasado hubo una reunión en el Instituto Patria por el lanzamient­o de la campaña presidenci­al de Lula en Brasil. Se reunieron a puertas cerradas Oscar Parrilli y Fernando “Chino” navarro. Hasta participó Juan Manuel Abal Medina, quien estaba cancelado por la vicepresid­enta desde que dijo que recibió bolsos con dinero en la Casa Rosada durante su gestión. El encuentro terminó con sonrisas.

En la cima del poder, en cambio, las diferencia­s se acrecentar­on. Una parte de la respuesta está en el aire. Fernández estuvo acompañado esta semana en Europa por Santiago Cafiero, Julio Vitobello y Gustavo Beliz, los elegidos para ir a buscar los dólares del gas. En la lista de quienes se subieron al avión, a la que la militancia kirchneris­ta le adjudica una parte de la radicaliza­ción del Presidente, no hay progresism­o. Los efectos políticos y económicos de ese viaje tendrán un nuevo giro cuando pase el jet lag.ß

El Presidente intenta sintonizar con la frecuencia empresaria. Para eso reabrió su agenda

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twitter alberto Fernández en París, con el representa­nte de la automotriz stellantis

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