LA NACION

Va a la secundaria. Tiene 13 años y no sabe leer ni restar

Ramón Moreno vive en Las Lomitas; todas las tardes sale a vender pan junto a su mamá

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“Mi sueño es aprender a leer y a estudiar”, dice Ramón Moreno, de 13 años, en el monte del fondo de su casa enelbarrio­industrial­delaslomit­as, en Formosa. En una mano tiene un machete con el que se abre el paso y en la otra una honda para tirarles a los pájaros. Si bien este año arrancó la secundaria, todavía no adquirió niveles mínimos de alfabetiza­ción. Sabe escribir y sumar, pero no restar ni hacer operacione­s más complejas como multiplica­r o dividir.

“El que va a 4º grado no aprendió a leer todavía y pasó igual de grado. La de 5º tampoco aprendió a leer y la hicieron pasar de grado”, se queja su mamá, Yésica Rojas.

Ramón nació rodeado de necesidade­s y por eso desde los 6 años que acompaña todas las tardes a su mamá a vender pan y tortas fritas para salvar el día. Ahora que ya es adolescent­e, es el encargado de ir al monte a juntar las ramas para limpiar el horno, el que carga las bolsas en la moto y el que baja, casa por casa, a ofrecer algo rico para la hora del mate.

“Yo estoy ahí en todo”, dice Ramón. La noche anterior cayó una tormenta feroz y los caminos de acceso a su casa son intransita­bles. Puro barro y huellas de algunos autos y motos que quisieron pasar y se quedaron. En estas zonas, los días de lluvia la vida se interrumpe: los chicos no van a la escuela, las ambulancia­s no llegan y muchos de los trabajos son imposibles de llevar a cabo.

En el hogar de los Moreno, ninguno fue a estudiar porque la moto en la que su mamá los lleva todas las mañanas no pasa por los caminos. “Antes me iba solo en bicicleta pero ahora se me rompió. Necesito una nueva. También me ayudaría mucho tener un celular aunque sea usado para aprender inglés”, dice Ramón casi con vergüenza.

Lo más urgente es conseguir la comida para el día. Más temprano desayunaro­n una leche y algo de puchero que les donaron la noche anterior. “Lo más difícil es cuando me piden algo para comer y a veces no les puedo dar”, confiesa su mamá, Yésica Rojas.

Susdosherm­anosmenore­stienen problemas de bajo peso y si bien Yésica hace malabares para alimentarl­os bien, hay noches en las que solo se van a dormir con un mate cocido. “Hay gente que me ayuda con mercadería y con la ropa de los chicos. Paso por la carnicería y la verdulería y me dan lo que sobra”, agrega mientras le da la teta al más chico.

Todas las tardes, Yesi también se acerca a Cáritas para retirar la merienda para sus hijos. “Hay muchas mamás luchadoras y trabajador­as como Yesi y nosotros estamos para apoyarlas. La mayoría vas a ver que son mamás y lo que yo veo es la fortaleza que tienen para salir adelante”, dice Gladys Paiva, presidenta de la sede de Cáritas en Las Lomitas.ß

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