El atajo y la brecha
Desde hace mucho tiempo los argentinos hemos evitado tomar las medidas correctas para modificar situaciones que tienden a tornarse extremas. Tanto en lo político como en lo económico continuamos con un eterno retorno y un desplome acelerado. Recuerdo durante años, siendo chico –y ya de grande también– ser espectador de los incesantes golpes y asonadas militares en los cuales se afirmaba tajantemente que se modificaría el rumbo y se evitaría el derrumbe del país. No fue así. En lo político el camino que tendríamos que haber continuado y que fue interrumpido nefastamente en 1930 es el del respeto a la Constitución y a las reglas de juego democráticas, que permitían rectificaciones o modificaciones, aprendiendo de los errores y los aciertos propios y ajenos. Tal cual lo han hecho y hacen muchos países a los cuales respetuosamente admiramos y queremos copiar. El ganador de esta trampa no fue la clase dirigente conservadora golpista, como sostienen algunos, sino el peronismo (regla maldita de las revoluciones). Se aprende mucho más rectificando errores que ocultándolos. Esta última es una conducta nefasta si lo que se evita es pagar las consecuencias de aquellos. Desde los sectores más disímiles se ha acudido a populismos, a soluciones simplistas a problemas complejos, ya sea con cambios en lo político o emisión e inflación descontroladas, buscando la felicidad constante. Reconocer la enfermedad es el comienzo de la sanación. Somos expertos en correrle la cola a la aguja. No hubo reorganización nacional con el Proceso, ni Argentina Potencia con Perón, ni se comió y se educó con la democracia, ni 1 peso vale 1 dólar, ni la pobreza se termina abriendo la brecha. No es el final, es el recorrido (democrático). Es el camino, no el atajo. Es la unión, no la brecha. Guillermo M. Villanueva
DNI 7.851.701