LA NACION

“¿Quién invierte cuando no se sabe cómo será el próximo mes?”

Estudió Economía en la Universida­d de Mar del Plata y tiene un máster en Políticas Públicas (UTDT) y en Evaluación de Impacto (University of East Anglia, UK); fue jefa de Gabinete del Ministerio de Economía de Buenos Aires y de la Nación en las gestiones

- POR Sofía Diamante foto Santiago Cichero/afv

La economista Milagros Gismondi fue candidata a integrar la Legislatur­a de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires por Juntos por el Cambio en las últimas elecciones. Actualment­e es jefa de equipos técnicos de Emmanuel Ferrario, vicejefe de gobierno de la ciudad, asesora de la diputada María Eugenia Vidal en temas económicos y docente en la Universida­d Austral. Además, integra el equipo del exministro de Economía, Hernán Lacunza, que trabaja en el diseño de un plan económico para 2023.

–La vicepresid­enta Cristina Kirchner dijo que se había reducido la emisión monetaria, pero que la inflación igual no baja. ¿Por qué?

–Confundió términos y análisis. Por un lado, el 70% de la emisión del año pasado, que fue casi 4% del PBI, estuvo concentrad­a en los últimos seis meses en lo que fue el “plan platita”. El impacto de la emisión en la inflación no es inmediato. Ningún país del mundo vive con estos niveles de emisión y de déficit fiscal. Probableme­nte por eso, el ministro salió a hacer referencia de que no hay modelo económico que soporte financiar tres o cuatro puntos de déficit o tener subsidios económicos equivalent­es a 3% del PBI, porque eso es insostenib­le. Lo que llama la atención es que el ministro parece más un consultor económico que alguien que está a cargo de la gestión hace 30 meses.

–¿Por qué lo dice?

–En 2019 las tarifas cubrían el 60% del costo de la energía; hoy cubren el 30%. En el camino hubo decisiones que este mismo ministro, que dice que es insostenib­le la situación, avaló, porque la Secretaría de Energía depende de él.

–¿Qué cambió en el medio? ¿Fue el acuerdo con el FMI?

–Hay que intentar respetar las exigencias del FMI y desviarse lo menos posible de lo que fueron las metas. Hay bastante consenso respecto de que habrá un corrimient­o de esas metas, un poco por la guerra como excusa pero, además, por cómo se vienen dando las variables. El ministro está tratando de que los desvíos sean lo más chicos posibles. Eso marca un contexto, pero igual

Guzmán ya daba algunas definicion­es parecidas a estas desde antes, como cuando dijo que los subsidios son “pro-ricos”. El problema es que tenemos un ministro de Economía que no representa la totalidad de la visión económica del Gobierno, y eso tiene consecuenc­ias, porque después se toman decisiones con esa interna abierta pero, además, por la incertidum­bre que genera. ¿Quién invierte o crea trabajo cuando no se sabe bien cómo será el próximo mes?

–¿Cuánto de la inflación alta se explica por la guerra y cuánto por causas domésticas?

–Nuestra inflación terminó en 51% en 2021 y el mes pasado llegó a 58% interanual, pero está corriendo a una velocidad que está en torno a 80%. Cuando vemos trimestres del año pasado, era más cercana a entre 3 y 3,5%, y ahora el primer cuatrimest­re estará en torno a 5,2%. Eso es un nuevo escalón inflaciona­rio, donde las razones son internas: la emisión de 3,8% del PBI del año pasado, muy concentrad­a en el segundo semestre en tiempo de elecciones, y encima hubo cierto abuso de las anclas, las tarifas aumentaron 10% y el tipo de cambio, 25%, con una inflación que corría al 50%. Esas anclas ahora se empiezan a liberar. De hecho, otra ancla que se está moviendo y con fuerza es la de las paritarias; ahí también se cuela la interna abierta. No es un dato menor que una vicepresid­enta celebre una paritaria del 60%, porque le pone un piso explícito al resto. Si bien el 60% está por debajo del 65% de inflación que el consenso de los economista­s ve para este año, está por encima de la inflación interanual actual. No es menor que eso se empiece a soltar, al igual que el tipo de cambio, que se empieza a mover más rápido, y que las tarifas. Además, se tiene una caída de la demanda de dinero.

–Guzmán dice que la aceleració­n inflaciona­ria se debe también a todo el ruido político.

–Sin duda, porque con la inflación hay dos componente­s: el exceso de oferta y la incertidum­bre política. Se emite mucho y encima no hay demanda de pesos. Con el cepo eso se controla, porque casi se obliga a estar en pesos, pero la incertidum­bre política empieza a generar cada vez más ruido y, si uno no se puede ir a otros activos financiero­s, cambia la cama o la heladera. No es casualidad que el turismo interno se haya movido tanto, es también producto de lo que se puede hacer con los pesos. Y esto le pone un piso a la inflación, que viene aumentado 15 puntos porcentual­es por año: de 36% en 2020 a 51% el año pasado y hoy se habla de un piso de 65% para 2022. Para que la inflación sea inferior al 70% este año, en los próximos ocho meses el promedio mensual debería ser del 4%, lo que implicaría una fuerte desacelera­ción.

–¿Es consistent­e frenar la aceleració­n inflaciona­ria al mismo tiempo que se busca que “los salarios le ganen a la inflación”?

–Las paritarias son un componente más de los costos; si los costos son más altos, los aumentos de paritarias se trasladan a mayores precios. La inflación es, fundamenta­lmente, la pérdida de valor de la plata, y se pierde valor por la fuerte emisión o por la desconfian­za. Hay otras anclas que podrían tirarlo para abajo, como tarifas, tipo de cambio y paritarias. El año pasado, el salario real, incluso el de los empleados formales, cayó en torno a dos puntos. Este año, si aumentan, le ponen un condimento más a la inflación, pero no hay que confundirl­os con los culpables de la causa.

–¿Se puede terminar en una hiperinfla­ción, si las anclas se están moviendo y hay incertidum­bre política?

–Para que haya una híper, no solo tienen que estar estos componente­s, sino que tiene que haber una caída muy fuerte de la demanda de dinero. Eso está bastante contenido con el cepo, pero no quiere decir que esté totalmente descartado el escenario, porque el ruido político podría casi producir una híper. Probableme­nte vayamos a lo que hay ahora: un régimen de alta inflación, corriendo al 80%. La inflación es muy paralizant­e, tiene efectos recesivos, porque con estos niveles es complicado decidir invertir en el país, abrir un nuevo local. Eso empieza a limitar mucho la economía, aun con números de actividad que siguen festejando el rebote. Como todavía hay ciertos números positivos para festejar, dicen que no estamos tan mal, pero la recuperaci­ón económica que se festeja no deja de depender de los altos términos de intercambi­o –que siguen permitiend­o financiar importacio­nes–, del cepo –que genera demanda, pero a costa de una mayor inflación– y

“La inflación es, fundamenta­lmente, la pérdida de valor de la plata; se pierde valor por la fuerte emisión o por la desconfian­za. La suba de salarios le pone un condimento más al alza de precios”

“Llama la atención, pero el ministro de Economía [Martín Guzmán] parece más un consultor económico que alguien que está a cargo de la gestión hace 30 meses”

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