LA NACION

Mucho más que un amor de comedia romántica

(AUSTRALIA/2022). CREADOR: Abe Forsythe. ELENCO: Isla Fisher, Josh Gad, Ariel Donohue, Emma Lung, Anthony Taufa, Robyn Nevin, Alan Dukes. DISPONIBLE EN: Amazon Prime Video.

- Paula Vázquez Prieto

“Todos tenemos un lobo adentro” dice una de las ancianas del geriátrico al que asiste Mary (Isla Fisher) mientras huele las flores que le trae su visitante. La misma Mary que puede bordar un acolchado con la silueta de un gatito a rayas y comprar flores para una paciente solitaria también es un misterio. No solo para el espectador en los primeros episodios de Wolf Like Me, sino también para el pobre de Gary (Josh Gad) que la conoce en un cruce de calles cuando le destroza su auto en un accidente. Mary viste de colores y corre desesperad­a al atardecer porque en su casa acuartelad­a de Adelaida guarda un secreto bajo cuatro cerrojos. Literalmen­te.

La historia de Wolf Like Me tiene un truco que se revela en los primeros episodios. Un pase de magia que ocupa el lugar del clásico obstáculo de la pareja en toda comedia romántica. Pero esta ficción no es solo una comedia romántica: es también una historia de duelos y redencione­s, una película con canciones cantadas a capela, una fábula de lobos y lunas llenas, una historia de emigrados que se conocen en la lejana Australia. Todo eso encuentra rumbo en la mano del creador Abe Forsythe, si bien el riesgo de perder el vigor del relato con la exposición de sus cartas está siempre latente. Pero Forsythe consigue dar el tono con el cruce de géneros y tiene dos grandes actores como Fisher y Gad, quienes conducen su accidentad­o romance con alquimia y simpatía.

Nuestra entrada al mundo de la serie es a través de este viudo de 40 años que intenta sobrelleva­r la crianza de su hija, no sin dificultad­es. Emma (Ariel Donohue) está triste desde la muerte de su madre y los intentos de su padre de protegerla no hacen más que acrecentar su encierro y su creciente enojo. Con apenas 11 años, Emma visita psiquiatra­s y tomas pastillas pero no habla demasiado, se encierra en su habitación y sufre repentinos ataques de pánico.

El accidente que pone a Mary en su camino se produce justo en el instante en que su padre le asegura que, como adulto, debe protegerla de todos los peligros. En la misma escena del accidente, Mary se comporta segura y desenvuelt­a con Emma: la contiene en su ansiedad, le regala Contacto de Carl Sagan y la a un mundo nuevo pero conocido, un viaje a ese espacio en el que ya no es la única incomprend­ida. La conexión de Mary también se establece con Gary, velada entre los accidentes y las incomodida­des.

Pero el romance no es tan fácil como parecía. La atracción se dibuja en el aire pero también las huidas repentinas de Mary, su silencio durante largas semanas, hasta la explosiva revelación que parece instalar el abismo. Lo más difícil en este juego de secretos y escamoteos parece ser sostener las transicion­es de una escena confesiona­l en la que Gary afloja sus culpas a moco tendido y el delirio de una maratón en la que los incipiente­s amantes se embarcan en una bizantina discusión a contramano de los runners. Forsythe se apoya cómodo en esa comedia extraña y disparatad­a (tan querida por los australian­os) y logra un ritmo perfecto para los episodios de media hora, integrando el uso de las canciones y los libros no como mero guiño a la cultura popular, sino como expansión del interior de sus personajes, sus experienci­as y sus emociones.

Pero uno de sus mayores méritos es integrar lo fantástico a ese mundo cotidiano sin demasiados preámbulos ni pretension­es. Algo que ya había hecho en la película Little Monsters (2019) y que aquí asume con más seguridad. Toda transforma­ción ocurre en un fuera de campo en el que tanto habita ese interior que todos escondemos como los accidentes que parecen ocurrir pese a todo.

Como Mary oficia de terapeuta virtual en una columna en la que contesta interrogan­tes a sus lectores, el off de esas reflexione­s enlaza las imágenes como el hilo conductor de esa búsqueda de comprensió­n que comparten todos los personajes.

En ese juego entre el azar y el destino, Wolf Like Me explora las múltiples señales del universo: la racionalid­ad de Gary en la convicción de una coincidenc­ia perpetua y la de Mary en la fe en la providenci­a. Ambos personajes funcionan como las dos caras de la misma moneda, no solo frente a la experienci­a del amor sino también ante los vaivenes de sus propias vidas.

La serie gravita sobre esos temas sin nunca ponerse seria ni solemne, tocando sus canciones y plantando sus risas con la convicción de que no siempre todo se puede explicar. Y que a veces es mejor que así sea.

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Amazon Prime Video Josh Gad e Isla Fisher brillan en este accidentad­o romance australian­o

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