La búsqueda de un nuevo sainete criollo, en manos de Mecha Fernández
La coreógrafa y directora estrena pasado mañana Del barrio La Mondiola, de Jorge Lorenzo, en un teatro de Villa Urquiza
Bailarina, actriz, directora teatral y coreógrafa. En ese orden pueden ubicarse los diferentes roles que Mecha Fernández ha desarrollado en el teatro de Buenos Aires, sin contar sus tiempos de intérprete en televisión. Cada paso que ha dado le posibilitó hacer un recorrido muy destacado, hasta que en un momento decidió bajarse de los escenarios y desempeñarse como directora y coreógrafa.
En 2019 el actor y cantante Jorge Lorenzo le acercó un texto de su autoría y le propuso dirigirlo. Del barrio La Mondiola, tal el título del espectáculo, posee una cualidad particular. Se trata de un sainete que cruza una historia anclada en los años 40 y se combina con diversos fragmentos de tangos. El protagonista de esta historia se llama Leopoldo Pena, es un simple empleado municipal, muy tímido, que encuentra en los sueños la posibilidad de manifestar su verdadera personalidad.
El trabajo se podrá ver a partir del próximo martes, en el Centro Cultural 25 de Mayo, con un elenco integrado por Silvia Geijo, Carlos Ledrag, Jésica Livorsi, Jorge Lorenzo y los músicos Esteban Morgado y Nicolás Perrone.
Cuando Mecha Fernández comenzó a coreografiar en los años 90 lo hizo por pedido de Jorge Paccini y Alberto Fernández de Rosa. Ellos le propusieron trabajar en dos sainetes en la Comedia de la Provincia de Buenos Aires. Extrañamente vuelve a ese género popular que, en general, cuando se repone, genera mucho interés en la franja de público mayor.
“No sé porque apareció esta necesidad de hacer una sainete –comenta la creadora–. Quizá tiene que ver con un momento de la cultura donde hay que enraizarse, donde todo es tan fluido, pero a la vez siento que culturalmente estamos en peligro. Sabemos todo lo que está pasando con las Bibliotecas, con el Instituto de Cine, con los premios. Hay que tener un poco de memoria. Volver a esos lugares, también. Yo hago otras obras pero acá sentía que necesitábamos reírnos un rato. Es un espectáculo supersencillo.
Es para que el público se siente, se divierta, escuche lindos tangos y se vayan a la casa tranquilos. No hay ninguna pretensión, ni ninguna sofisticación. Será que uno también, en pandemia, volvió a las fuentes, a ver cómo se hacía el palote, cómo es el redondelito de la ‘a’ porque hubo mucha introspección y me parece que también tiene que ver con eso. Las cosas suceden y por algo aparece lo mágico”.
Apasionada por la actividad teatral es conciente que, en general, se la ubica más como coreógrafa. Su último trabajo de dirección fue Como si fuera esta noche, de la dramaturga española Gracia Morales, en el Teatro del Abasto. Pero es habitual encontrarla trabajando en diversos proyectos escénicos. Actualmente, por ejemplo, participa de las obras Julia, interpretada por Stella Matute; y Cosa triste, de Jorge Diez.
“Al tener una mirada, además, de coreógrafa desde la dirección me convocan mucho para trabajar con actores –explica Fernández–. Hago ‘corpografías’, como les suelo decir. Trabajo el cuerpo a partir de un texto, de una puesta en escena y en eso me especializo. Lo que pasa es que, a veces, se confunde un poco lo que es un coreógrafo porque no solamente hacemos pasos de danza. Además, podemos hacer cosas de movimiento, teniendo en cuenta el ritmo, la musicalidad que no solo tiene que ver con la música sino también con los textos y el espacio, algo que conocemos muy bien”.
A Mecha Fernández trabajar con actores le interesa mucho. Le gusta ir moldeando sus cuerpos en escena, quitarles cierta timidez que exponen frente a una coreógrafa. “El actor es una persona muy frágil por un lado –cuenta–. Es un gusanito que se hace mariposa en dos horas de espectáculo y después vuelve al capullo. Es de una fragilidad emocional, física por más que trabaje físicamente. Siempre está ese ego lastimado a flor de piel. La palabra del actor es fragilidad. Quiere ser querido. Por otro lado, enseguida se pueden poner en una actitud soberbia. Y nos damos cuenta que de soberbios no tienen nada, es una postura”.
En junio, Mecha Fernández comenzará a ensayar Israfel, de Abelardo Castillo, bajo la dirección de Daniel Marcove, que se estrenará en el Centro Cultural de la Cooperación. Una propuesta que la tiene muy entusiasmada.
Frecuente espectadora de teatro, aporta su mirada sobre el universo del movimiento escénico de la ciudad. “Es dificil generalizar –explica–. Tengo la sensación de que hay muchos valores, mucha búsqueda, mucho impulso. No sé si están haciendo algo propio, no lo veo. Son pocas las cosas a través de las cuales podría decir: ‘está haciendo una búsqueda profunda que expresa su momento de vida’. Hay muchos trabajos que, la verdad, ya los vimos en los años 80. Pero como viene el revival, es vintage y están de moda. Estarán en la búsqueda de expresarse. Y me parece que eso está bueno. Todos buscamos cómo expresarnos en algún momento. Eso no va a morir nunca”.
Dentro del mundo de la danza también analiza ciertos cambios. Recuerda que en su época no les permitían a los bailarines ir a un gimnasio porque no debían marcar los músculos o tener mucho cuidado con la elongación. “Y ahora –dice– los pibes hacen hip hop, danza aérea, danzas urbanas, tap y, a veces, se olvidan de lo fundamental de un bailarín que es estudiar clásico, pero bueno... Hay una búsqueda de expresión, los cuerpos se han super desarrollado en ese sentido. Son mas fuertes que en mi época”.
Durante la pandemia Mecha Fernández cuenta que no lo pasó nada bien. Sólo hacía algunos ensayos por Zoom con los actores de su nueva producción. Ahora siente que se hace necesario salir de a poco de ese proceso tan complejo. Es consciente que no se puede escapar, sobre todo en un mundo tan conflictivo donde, entre otros temas, se habla de la guerra. “Tampoco podemos pretender que de la noche a la mañana estemos todos sanos, todo bien, y que sigue la vida –reflexiona–. No aprendimos nada. No nos dijo alguien del universo que paremos la moto, que pongamos un freno, que empecemos a mirarnos. En el afuera hay una mirada externa que no la tuvimos durante mucho tiempo. Este mundo nos está dando la posibilidad de no volver a lo que éramos. Poder prestarle más atención al otro con la escucha. En el Zoom había que seguir los cuadraditos para ver quién iba a hablar. Ahora, en la vida cotidiana, tenemos que seguir haciendo eso, uno tiene una boca y dos orejas, para algo están. Yo siempre tengo la esperanza que en estos movimientos se reorganicen los melones”.
Del barrio La Mondiola
Centro Cultural 25 de Mayo, Av. Triunvirato 4444
Martes, a las 20.