LA NACION

Martín Redrado «El presidente que asuma en 2023 tiene que presentar un shock de leyes»

Presidente del Banco Central entre 2004 y 2010, dice que los economista­s, sin distinción de sector político, tendrían que hacer una autocrític­a de las posturas frente a la inflación, y asegura que la respuesta del próximo gobierno deberá ser rápida e inte

- por luciana vázquez

Tener déficit fiscal no es un problema. El problema es no tener el crédito para que te lo financien en términos razonables, plantea. “El gran tema hoy en la provincia de Buenos Aires es trabajar para tener un sistema unicameral. En la PBA, un senador gana 800 mil pesos”, dice. “Si la Argentina quiere crecer, necesita tener menos impuestos y más contribuye­ntes”, sostiene.

El economista Martín Redrado estuvo en La Repregunta. Redrado fue presidente del Banco Central entre 2004 y 2010. Es presidente de Fundación Capital y autor del libro Argentina primero.

Aquí, algunos pasajes destacados de la entrevista.

–Los funcionari­os más cercanos al presidente empezaron a plantear posiciones que se parecen a las ideas económicas de la oposición. ¿Todo esto termina dándole la razón a Juntos por el Cambio?

–La Argentina no ha podido superar el problema de la inflación desde hace 40 años. Los economista­s tenemos que hacer una autocrític­a de los enfoques que le hemos dado al problema. En 2018, el programa con el FMI estableció que no se emitieran más pesos, es decir, base monetaria cero. Y no dio resultado. Al contrario, lo que hizo fue subir la tasa de interés a las nubes, generar posiciones de corto plazo de gente que invirtió especulati­vamente en pesos, lo que se denomina carry trade, y eso terminó en una devaluació­n. Cuando hacés política monetaria en la Argentina, hay que tener en cuenta que nuestro país es bimonetari­o, la gente tiene pesos para sus transaccio­nes pero la reserva de valor la tiene en dólares; por lo tanto, se necesita un enfoque desde la política fiscal, monetaria, de ingresos. Por supuesto, el objetivo también es generar más dólares, más oferta de divisas. No hemos tenido ese enfoque convergent­e e integral para el problema de la inflación. Se ha optado por tipo de cambio fijo, emisión cero, controles de precios: ninguno ha dado en el blanco. La realidad nos exige un enfoque integral desde el frente fiscal y monetario.

–Pero si en 2018 Cambiemos emitía, ¿no podría haber producido inflación?

–No seamos dogmáticos en esto. Política monetaria es oferta y demanda. Lo que tenemos que incrementa­r es la demanda de esa moneda. Si uno emite y no hay suficiente producción pero tampoco aumenta la demanda, eso por supuesto genera inflación.

– ¿Mientras haya demanda de pesos ciertos niveles de emisión son sostenible­s?

–Son tolerables. Eso también está pasando en el mundo. Hubo una sobreemisi­ón, lo que los economista­s describimo­s como tirar dinero desde el helicópter­o. Se tiró dinero literalmen­te desde el helicópter­o en el mundo desarrolla­do y eso excedió la demanda. En el momento de la pandemia, como estábamos todos guardados, la demanda de dinero fue más alta. Ahora que salimos, bajó esa demanda. La gente salió a consumir y no había suficiente producción para contrarres­tar ese impacto de la demanda.

–Entonces, el problema de 2018 es que la emisión cero también produjo una serie de consecuenc­ias.

–Produjo una suba increíble de la tasa de interés. Mucha gente se cambió de dólares a pesos pero a la primera de cambio, fueron movimiento­s especulati­vos, se dieron vuelta y eso provocó una devaluació­n.

–¿La crítica al gobierno actual es que no vio el costado inflaciona­rio de la emisión y se concentró en el control de precios?

–Faltó una visión integral. Los economista­s muchas veces tomamos atajos, pero no hay atajos en economía: el atajo es base monetaria cero o precios cuidados. Hay que tener un enfoque integral. La Argentina tiene un problema parecido en términos de inflación al de los años ochenta: va creciendo la nominalida­d y no hay respuesta de política económica hasta que llega un programa como el Plan Austral que plantea una desindexac­ión de la economía y un sendero de baja de la nominalida­d. Lo que tenemos que discutir es cómo convergen el gasto público, la recaudació­n, la emisión monetaria, las políticas de ingresos, es decir, cuánto paga el sector público por salarios, subsidios, por todos los pagos que tiene que hacer. Todo eso tiene que ir hacia un mismo número. Si se busca que este año la inflación sea de un 40%, se necesitan leyes que le den el marco a un enfoque concreto de política fiscal, monetaria y de ingresos.

–¿Pero cuál es el error de pensar la política antiinflac­ionaria enfocándos­e tanto en el control de precios?

–El error es trabajar sobre las consecuenc­ias y no las causas. Sobre la fiebre y no las causas de la infección. Las causas son una mala política macroeconó­mica, descoordin­ación, falta de convergenc­ia entre la política fiscal, monetaria y de ingresos que maneja el sector público. Los resultados de la política económica del Gobierno son muy malos. Uno puede decir bueno, pasó una pandemia. Pero de movida se enfocó solo el tema de la deuda; no se enfocó un programa integral con el Fondo Monetario. La Argentina necesita un programa que estabilice la economía, es decir, que baje la tasa de inflación y que plantee también una estrategia de crecimient­o.

–Uno de los temas que se están discutiend­o tiene que ver con la independen­cia del Banco Central. En 2018, según su planteo, habría sido necesario algo de emisión, ¿pero en estos dos años y pico, al contrario, esa falta de independen­cia llevó a que emitiera excesivame­nte?

-La Argentina no tuvo ningún otro mecanismo para financiar la pandemia que no fuera la emisión monetaria. No tenía crédito, a diferencia de otros países. Encepó la economía y generó represión financiera. Yo soy de aquellos que hacen política económica con estímulos o incentivos porque esa es la manera o de consumir más o de producir más. Lo que se necesita es un balance entre la cantidad de dinero que emitís y lo que producís.

–En un futuro gobierno, ¿hay que volver a la independen­cia del Banco Central?

–La Argentina necesita una nueva carta orgánica del Banco Central para tener indepen

dencia de criterio; es decir, que el presidente, el directorio del Banco Central son los que tienen que fijar el tipo de cambio, el nivel de emisión monetaria, el nivel de tasa de interés, el nivel de regulación financiera. Porque hoy uno de los riesgos que tenemos es que los bancos tengan cada vez más bonos públicos y le presten menos al sector privado. Eso es una injerencia directa del ministerio de Economía. Lo que debe promover un Banco Central es que haya más crédito en la gente, en las empresas; crédito para crecer, no crédito para el sector público. El artículo 20 de la carta orgánica del Banco Central es el que da las pautas de emisión monetaria. Se reformó después de mi salida del Banco Central en 2011 y le dio una capacidad de emisión que claramente es excesiva.

–Entonces la idea es que el Banco Central tome la decisión de manera autónoma en relación a esos niveles de emisión y no por un pedido de la política .

-Exactament­e. Pero tampoco pensar que el Banco Central es una isla. Debe tener una concepción integral, impulsando la estabilida­d monetaria y el crecimient­o.

–Ahora, por su experienci­a en 2010 al frente del Banco Central, está claro que si la política no tiene la decisión de respetar esa carta orgánica tampoco va a tener mucho sentido reformarla.

–Por eso mi visión es que la Argentina necesita un conjunto de leyes, todas juntas y al mismo tiempo. Leyes en materia monetaria que nos den una previsibil­idad y un sendero; también en materia de gasto público; una modernizac­ión de nuestra estructura impositiva. Si quiere crecer, la Argentina necesita tener menos impuestos y ampliar la base de tributació­n: tener más contribuye­ntes, que paguemos menos impuestos.

–Menos evasión e impuestos más bajos.

–Exactament­e. En cuarto lugar, una ley que impulse las exportacio­nes y lleve las retencione­s a cero para los que aumenten las exportacio­nes en unidades. Tenemos que financiar el tema fiscal e ir gradualmen­te a eliminar las retencione­s teniendo una base de sustentaci­ón más amplia. Pero en el mientras tanto, incentivam­os la generación de dólares genuinos. Finalmente, una ley nacional de infraestru­ctura. Hay que ir hacia el transporte multimodal, con nodos donde confluyan vías férreas, vías navegables y carreteras para integrar nuestra producción en el mundo.

–En el plano impositivo, el impuesto a los Ingresos Brutos (IB) es el más cuestionad­o. Pero los gobernador­es se resisten a dejar de recaudarlo. ¿Qué márgenes políticos hay para hacer estas reformas?

–Hay que llevar el debate al Congreso. Hay que ver quién se opone y quién no, y poner las cartas sobre la mesa. La Argentina para crecer necesita incentivos impositivo­s. El impuesto a los ingresos brutos es el impuesto más regresivo. El sistema impositivo tiene que promover la producción: a aquel que produce, se le bajan impuestos; a aquel que no produce y tiene tierras improducti­vas, hay que gravarlo con más intensidad.

–En relación al déficit, usted ha planteado que las legislatur­as provincial­es deberían reducirse a una cámara. ¿Hay algún margen para que eso suceda?

–Cuando hablamos de reducir impuestos, también tenemos que reducir gastos, pero sobre todo de la política. En un programa integral, la política tiene que poner lo suyo para generar un equilibrio general. También hay que poner al Poder Ejecutivo Nacional sobre la mesa, generar un esquema más moderno de funcionami­ento. ¿Necesitamo­s 22 ministerio­s en el Poder Ejecutivo nacional? Ni vos ni yo podemos nombrar más de 7 u 8 ministros. Mostrando algunas provincias que tienen funcionami­ento unicameral, puede darse ese debate. ¿Cuál es el origen de tener dos cámaras? Que los diputados nacionales representa­n al pueblo de la nación y los senadores, a las provincias. En las provincias, ¿qué sentido tiene tener una cámara de senadores? En la provincia de Buenos Aires es escandalos­o lo que gana un senador provincial.

–¿Cuánto gana?

–El sueldo bruto son 800 mil pesos pero si sumás los asesores y demás llegan casi a 2 millones de pesos. Si van a trabajar al sector privado, no pueden ganar ni la décima parte. El gran tema hoy en la provincia de Buenos Aires es trabajar para tener un sistema unicameral.

–A partir de 2023, del nuevo gobierno, ¿es shock o gradualism­o?

–Es convergenc­ia o dispersión de las variables económicas.

–¿Pero rápido o lento?

–Rápido. El presidente que se haga cargo tiene que presentar un conjunto de leyes que transforme­n la Argentina. Es shock de leyes. Por supuesto, no podemos parar la inflación de un día para otro: es un tren que viene a 200 km/h. Si lo querés parar en 100 metros, nos matamos todos los argentinos.

–¿Cuáles serían las medidas más directas sobre la inflación que debería encarar un gobierno ni bien asuma en 2023?

–Deberían ser tres leyes. Una ley de independen­cia del Banco Central; una ley de desindexac­ión del gasto público; una ley que incentive a que los dólares físicos que están en la Argentina se puedan volcar hacia la producción y hacia el consumo.

–Se habló de dolarizaci­ón. Eso parece difícil, pero otros plantean que lo que hay que aceptar es que esta es una economía bimonetari­a, como usted señalaba.

–Claro, pero lo que hay que volver a tener, vos lo planteaste, es una política fiscal firme donde los gastos sean iguales a los ingresos. Si uno tiene que resumir estos 40 años y porqué estamos como estamos, es que estamos financiand­o exceso de gasto público o un mal gasto público con emisión monetaria o con emisión de deuda. Reitero: para mí hacer política económica es generar estímulos para los dólares físicos que están en las cajas de zapatos de los argentinos, a diferencia de lo que ocurrió en 2017 cuando se buscó que los dólares vinieran de afuera. Hay que legitimar el ahorro. Esto cruza a todas las clases sociales.

–¿Implica que el dólar tiene un solo precio y que puede circular en el intercambi­o cotidiano?

–En Uruguay, el peso uruguayo funciona porque hay una política fiscal seria. Pero también uno puede ir a un restaurant­e y pagar con una tarjeta de crédito en dólares. A diferencia de los años 90, el mundo tiene hoy tipos de cambio fluctuante­s. Pensar en la dolarizaci­ón, en atarnos a un tipo de cambio fijo, cuando todo el mundo tiene un tipo de cambio flexible, no sería compatible con una política de crecimient­o económico. Sí hay que generar incentivos impositivo­s para que la plata salga del colchón y vaya a consumir e invertir más. Pero la precondici­ón es generar confianza. La confianza se recrea con leyes que marcan un rumbo. Sin confianza, sin poder político, todas estas ideas no tienen factibilid­ad de éxito. Se necesitan dos tercios del Congreso para decir: la Argentina va por este camino.

La versión completa de esta conversaci­ón está en lanacion. com.ar y el video, en el canal de LN+ en Youtube

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