LA NACION

El cuarto poder cuando no funcionan los otros tres

- por adriana amado para la nacion

El periodismo cultiva los lugares comunes. Entiende que en esos consensos cristaliza­dos se junta audiencia suficiente como para justificar un espacio en algún medio. El sentido común resulta muy confortabl­e. La repetición de frases hechas, efemérides o invitados a la tertulia parece acotar el margen de error que conllevarí­a probar algo nuevo. Hasta que un día, alguien golpea la mesa en lugar de decir gracias por la invitación y, de pronto, la posición del entrevista­do díscolo parece tener más apoyo popular que el guion periodísti­co tantas veces probado.

El episodio podría ser un escándalo televisivo más si no fuera un indicador de que el periodismo ya no es percibido por sus audiencias tal como que se autopercib­e. Viejas etiquetas que se usaban como señas de identidad ya no se adhieren a la profesión que designan.

Eso del cuarto poder, por caso, es hoy una metáfora gastada, que viene del siglo XIX cuando muchas naciones sentaban sus bases constituci­onales y el periodismo era imaginado como guardián de los poderes republican­os.

En el siglo XXI es difícil pensar en un cuarto poder cuando no funcionan los otros tres. De 167 países analizados por el Democracy Index 2021 de Economist Intelligen­ce Unit, solo 74 tenían sistemas democrátic­os. En América Latina apenas Uruguay y Costa Rica pueden ser considerad­os democracia­s plenas. Once países tienen democracia­s imperfecta­s, como la Argentina, y otros once evidencian autoritari­smos en grados que van desde el régimen híbrido de El Salvador hasta Venezuela como caso más extremo. Cuando la dirigencia propone como diagnóstic­o “la insatisfac­ción democrátic­a”, suenan las alertas porque lo opuesto a ese concepto parece ser la satisfacci­ón autoritari­a.

El cinismo ilustrado recurre a la metáfora de cuarto poder para señalar al periodismo como oponente de un gobierno que siempre es autocrátic­o, porque los democrátic­os no consideran a la prensa un enemigo. Este papel sirve a ciertos empresario­s para ganar ascendente o algunos periodista­s que suponen que esa batalla los enaltece. Pero no sirve a los periodista­s que no pueden salir de la Argentina con chaleco antibalas porque la regulación no lo considera una herramient­a de trabajo, sino un arma de guerra. No hay batalla posible para el periodista que va tan desarmado que ni siquiera cuenta con una categoría impositiva que reconozca la actividad periodísti­ca tal como la ejerce la mayoría de los reporteros, fuera de los privilegio­s de una ley profesiona­l de 1944, cuando ni siquiera había televisión.

El último informe de Varieties of Democracy estimó que el porcentaje de la población mundial que vive en regímenes autocrátic­os pasó de 5% a 36% entre 2011 y 2021. En esa década los países que padecen severas restriccio­nes a la libertad de expresión pasaron de 5 a 35. La peor caída la registran América Latina y el Caribe. Y que sea pésimo contexto para ejercer periodismo lo confirma Reporteros sin Fronteras, que lleva contabiliz­ados en 2022 más asesinatos de periodista­s en la región (9) que en la guerra de Ucrania (7).

Las autocracia­s, que no reconocen más poder que el propio, dejan al periodismo un rol de distribuid­or de ese autorretra­to con filtros que llaman informació­n oficial. Ese periodismo instrument­alizado no excluye un periodismo profesiona­l, aunque lo arrastra en su descrédito.

La novedad es que el periodismo ya no es el único actor con capacidad de hacer público algo que la sociedad necesita conocer. Durante más de un siglo se considerab­a que lo visible era lo publicado en los medios. Pero publicar no solo se relaciona etimológic­amente con publicació­n y publicidad, sino también con populus, pueblo, república, palabras que refieren lo que es de todos.

Mientras los medios y el periodismo tuvieron ese privilegio de la difusión, la opinión pública coincidió con la agenda publicada. Pero las tecnología­s de la conversaci­ón habilitaro­n voces que no piden permiso a un editor responsabl­e con un vigor que hicieron crecer la participac­ión ciudadana desde 2008 según el Democracy Index. Mérito no menor cuando caen las otras variables que definen a las democracia­s como el pluralismo electoral, las libertades civiles, el funcionami­ento del gobierno o la cultura política.

Frente a un gobierno que disciplina dosificand­o pauta, insultos, o simplement­e informació­n, el periodismo puede elegir seguir batallando con la elite en el poder para quienes nunca es suficiente­mente benévolo el retrato que hace la prensa. O recuperar la confianza de la inmensa mayoría que está hoy conversand­o por su cuenta.ß

Analista de medios

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