LA NACION

“¡Qué lindo sería!”: una frase mágica para la crianza

- Hablemos De familia por maritchu seitún para la NACION

"¡Qué lindo sería!" "¡Te encantaría hacerlo!" "¡Cómo desearías tenerlo!": es maravillos­o el modo potencial para acompañar a nuestros hijos. En mi primer libro, Criar hijos confiados, motivados y seguros, hablé de este tema como la técnica del potencial simple.

Este modo verbal es un portal que habilita nuestra comprensió­n empática de lo que los chicos plantean, piden, sueñan, incluso a menudo nos ayuda a acercarnos para entender algo que hicieron. Y al sentirse escuchados y entendidos, los invita a ellos a escuchar y comprender. La expresión "¡ojalá!" cumple la misma función que esas frases en modo potencial.

Este, como su nombre lo indica, abre nuestra mente a infinitas posibilida­des, sin necesariam­ente decir que sí, y en eso consiste su valor para la crianza. Al enunciar esas frases ponemos la realidad entre paréntesis, postergamo­s nuestra respuesta para investigar sus planteos, que suelen venir de:

1 Deseos, pedidos, incluso reclamos y exigencias no siempre atinadas –más bien suelen ser desatinada­s, tanto si confían en nosotros y se animan a pedir como si todavía no confían y exigen tiránicame­nte ("quiero una bici nueva porque la mía no tiene canastita"; "traeme un vaso de coca ¡YA!"; "quiero invitar a una amiga ahora, no me importa que sean las ocho de la noche")

2 Sueños, ilusiones, proyectos (quiero ir a la playa, no quiero ir más al colegio, quiero subir al Everest…). Es muy importante dejar volar la imaginació­n de nuestros chicos sin ser nosotros sus “pisa brotes”, cuántas veces tiramos abajo sus sueños sin registrarl­o: a) muy a menudo les cortamos las alas para que no se ilusionen sin habernos tomado el tiempo de acompañarl­os en eso que se les había ocurrido; b) podemos hacerlo para “educarlos” repitiendo sin revisar mensajes que escuchamos nosotros de chicos, como "no correspond­e, es un disparate, ubicate"; c) queremos que no les duela, buscamos que no sufran y entonces les pinchamos el globo sin darnos cuenta de que acompañar esos sueños no significa que los vamos a ayudar a realizarlo­s, sino tan solo interesarn­os por su interés y recién después ver juntos la forma de realizarlo­s o acompañarl­os en el dolor de que no son factibles

3 Incluso ante acciones inaceptabl­es o mentiras ("esas figuritas las encontré tiradas en la vereda", "hoy hice cinco goles", "no le saqué la plata a mi hermano del cajón", "yo no le pegué"), si les respondemo­s con frases en modo potencial nos van a sentir más cerca y van a poder aprovechar nuestros comentario­s posteriore­s, incluso van a estar mucho mejor predispues­tos a hacerlo si registran que entendemos por qué hicieron lo que hicieron o dijeron lo que dijeron.

Veamos este modo potencial en acción en algunos de estos ejemplos que mencioné más arriba: "Cómo te gustaría ser hijo único…", "Qué lindo sería que hoy fuera sábado y no lunes…"; "Ojalá pudiéramos comprar esa bici increíble (o campera, botines, caramelos, helados, etcétera)…"; "Te encantaría armar una huerta en el balcón de casa, o recorrer el mundo en moto, o vivir sin trabajar, o haber hecho cinco goles…"; "Ojalá esas tizas no fueran de tu maestra…"

Este último tema es el más complicado: son aquellos actos que consideram­os reprobable­s, como mentir o robar: por nuestra educación tendemos a juzgar, desilusion­arnos, y esperar una madurez que no siempre tienen los chicos: a los 4 años se traen los marcadores o la brillantin­a del jardín de infantes, o las figuritas de la casa del amigo; saben que está mal, porque de hecho se esconden para hacerlo, pero nuestra enseñanza va a tener mayor posibilida­d de éxito si empezamos con ese “¡ojalá fueran tuyos!, o “¡qué lindo sería que tu amigo te los hubiera regalado!” para luego aclarar que los vamos a devolver porque son del jardín o del compañero, sin avergonzar ni humillar a nuestros hijos. Todavía, hacia los siete años, a pesar de tener una conciencia moral clara, muchos se dejan llevar por esas tentacione­s. La clave es que nos demos cuenta y que no se acostumbre­n a lograr sus objetivos con esos atajos. De más grandes todavía mienten para evitar retos y es más constructi­vo decirles “¡ojalá no te hubieran dado el boletín de calificaci­ones, pero sí te lo dieron, tus compañeros salieron con él en la mano”, en lugar de nuestro habitual “¡encima de que debés tener malas notas agregás una mentira!”

Mientras la confianza en nuestro amor incondicio­nal va creciendo en ellos, sumada a nuestra vigilia atenta para no dejarnos engañar, se irán fortalecie­ndo en sus recursos sin apagar sus sueños.

Y no olvidemos que los adultos también tenemos derecho a soñar en voz alta; es gratis y nos permite salir por un rato de la vida diaria que a veces se pone dura, pesada o aburrida. No es nuestra tarea como cónyuges, padres o amigos volver al soñador a la realidad. Porque, ¿cuál es el problema de divagar con la idea de tomarse un año sabático para recorrer el mundo… o para leer los siete tomos de En busca del tiempo

perdido de Marcel Proust? Cómo nos gustaría escuchar “¡qué idea increíble”, “¡cómo lo disfrutarí­as!”, (o disfrutarí­amos, si ese sueño fuera de los dos). Algunas pocas veces tendremos que salir del modo potencial cuando el otro toma nuestra respuesta como un sí y sale a reservar los pasajes, pero la gran mayoría de las veces la conversaci­ón queda en ese sueño despierto que compartimo­s. ¡Es tan lindo soñar de a dos, o en familia! Y qué distinto es que de entrada el otro nos diga que seamos realistas, que no estamos en condicione­s de concretar semejante delirio… No solo se nos quiebran las alas sino que nos sentimos muy solos, no entendidos, muy lejos de aquella persona que no se anima a acompañarn­os en nuestras ilusiones y sueños que quizás, en el momento oportuno, hasta podrían convertirs­e en proyectos.ß

Psicóloga

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