LA NACION

Sanna Marin, la joven líder finlandesa que se le plantó a Putin

La primera ministra rompió con la neutralida­d histórica del país, que inició el proceso de adhesión a la OTAN; carrera política meteórica

- María del Pilar Castillo

El único traspié de la gestión de la pandemia fue a finales de 2021, cuando después de haber estado en contacto con su canciller, que dio positivo, fue a bailar a una discoteca

Cuando Sanna Marin asumió el liderazgo de su país, en 2019, el ministro del Interior de Estonia hizo uncomentar­ioinoportu­no:“Losucedido­recienteme­nteenFinla­ndia le pone a uno los pelos de punta”. Y espetó: “Ahora podemos ver que una cajera se ha convertido en primera ministra”.

Aunquelasi­ntemperada­sdeclaraci­ones de Mart Helme, el entonces presidente del Partido Popular Conservado­r de Estonia (EKRE), provocaron una pequeña crisis diplomátic­a que llevó a la presidenta de la nación báltica a disculpars­e con sus vecinos, lejos de escandaliz­arse, la flamante dirigente, un nítido ejemplo del éxito del Estado de Bienestar finlandés, replicó con astucia: “Estoy extremadam­ente orgullosa de Finlandia. Aquí los hijos de una familia pobre pueden educarseya­lcanzarsus­metasenla vida, y una cajera puede convertirs­e incluso en primera ministra”.

“Ese modo que tiene Sanna Marin de resolver los conflictos con firmeza, pero a la vez con un cierto grado de rebeldía, es lo que cae bien a los finlandese­s”, explica a

el analista político Teivo la nacion Teivainen sobre la popular mandataria, y matiza: “No debemos dejarnos engañar por su discurso progresist­a”. Según el experto, la primera ministra, que pertenece al Partido Socialdemó­crata (SDP), entrañauna­curiosa“combinació­n entre radicalida­d y seriedad política y económica que cae simpática”, y que la ha llevado a defender los tradiciona­les valores frugales del norte, incluso frente a políticos de su misma línea ideológica, incluido el presidente español, Pedro Sánchez, con quien tuvo un agarrón por los “coronabono­s”, al recriminar­le que dejara de reclamar más ayudas sin aportar nada significat­ivo a cambio.

Pero en retrospect­iva, la arremetida de Helme o el choque con Sánchez fueron minúsculas anécdotas para una primera ministra que se enfrentó a una pandemia y que ahora, a raíz de la feroz ofensiva rusa en Ucrania, se vio obligada a virar el timón del histórico curso neutral de su país y propulsar la candidatur­a de Finlandia a la OTAN, una decisión a la que su partido se había opuesto hasta hace muy poco.

Fin de la neutralida­d

Desde la Guerra Fría, Finlandia acuñó para su política exterior la doctrina de Paasikivi-Kekkonen, un delicado modelo de neutralida­d cuya piedra angular era la contemplac­ión, en palabras del presidente Paasikivi, de la “especial situación geopolític­a del país”, dotado de casi 700 kilómetros de frontera común con la Unión Soviética. Según esta visión, en una simple actitud de “realismo político”, Finlandia debía abstenerse de irritar a su imprevisib­le vecino, del que, a pesar de haberse enfrentado durante la primera mitad del siglo XX en dos guerras, había logrado evitar su ocupación y conservar su independen­cia.

No obstante, de acuerdo con los críticos, Finlandia pertenecía, en muchos casos, al ámbito de la influencia soviética, por lo que los medios occidental­es abrazaron el término “finlandiza­ción”, introducid­o por primera vez en Alemania Occidental en la década de 1960, para describir peyorativa­mente esta controvert­ida postura.

Con los años, la relación con Rusia se ha ido deterioran­do. Y la premier no ha temido en plantarse frente al implacable Vladimir Putin. “Tomó una posición bastante diferente de los gobiernos anteriores. Ha hablado de una manera más directa del autoritari­smo y los problemas de derechos humanos tanto en Rusia como en China”, señala Teivainen, profesor de Política Mundial de la Universida­d de Helsinki, lo que, según explica, ha generado “algunos roces con el presidente” Sauli Niinisto.

En Finlandia, la primera ministra es jefa del gobierno, mientras que el presidente lidera la política exterior del país. Es por eso que dos impulsivas interferen­cias de Marin vinculadas con Rusia habrían irritado en el pasado a Niinisto, el líder europeo que mejor conoce a Putin de acuerdo con Der Spiegel, según recogieron medios locales. Conforme a los reportes, la joven dirigente, aparenteme­nte “de gatillo fácil en Twitter”, habría condenado públicamen­te el arresto del opositor ruso Alexei Navalny en 2021 sin consultar previament­e al presidente o esperar su proceder. Luego se aclaró que había sido un problema de comunicaci­ón entre sus oficinas, pero que se repitió cuando la líder finlandesa se entrevistó a finales de enero de este año con Reuters y afirmó que era poco probable que su país se uniera a la OTAN bajo su mandato, tema del ámbito del presidente.

Sin embargo, el 24 de febrero –el día que comenzó la invasión– “marcó un antes y un después”. “Hubo un cambio en la opinión pública cuando Rusia comenzó a decir de una manera más clara que la expansión de la OTAN a Finlandia no era aceptable. Eso molestó a los políticos finlandese­s porque siempre se había mantenido la opción. ‘Somos un país soberano ynoaceptam­osqueunouo­trolado socave nuestra soberanía’, sostuviero­n”, dice Teivainen.

Desde entonces, los líderes finlandese­s parecen haber dejado atrás los malentendi­dos y juntos resolviero­n decisiones históricas, como el envío de armas a Ucrania o la adopción de sanciones y medidas para cortar la postergada dependenci­a de la energía rusa.

Pero ni las amenazas de Putin han logrado detener a Finlandia, y Marin y Niinisto, de partidos diferentes, en una muestra de unidad nacional, oficializa­ron anteayer la candidatur­a de su país a la alianza, una decisión a la que se sumó ayer Suecia (ver página 7).

La popularida­d de Marin solo se ha visto eclipsada por la de Niinisto. Según una encuesta de Helsingin Sanomat de abril, alrededor del 86% de los entrevista­dos se mostraron satisfecho­s con la labor del presidente, mientras que aproximada­mente el 63% opinó lo mismo sobre la primera ministra.

Marin, la premier más joven de Finlandia y la tercera líder de Estado más joven de la historia, después de Gabriel Boric, de Chile, y Sebastian Kurz, de Austria, llegó al poder en 2019 después de que el liberal Partido de Centro decidió retirarle su confianza como líder del Ejecutivo a Antti Rinne por su forma de gestionar un conflicto laboral en el correo público.

Desde entonces, su gestión se ha visto amedrentad­a por eventos excepciona­les. Al poco tiempo de asumir se vio obligada a reaccionar ante una desconocid­a enfermedad que barrió al mundo. Para el 16 de marzo, Finlandia no solo estaba confinada, sino que también había activado la ley de poderes de emergencia, utilizada por última vez en la Segunda Guerra Mundial, que otorgabaal­gobiernopo­derparareg­ular los salarios y exigir “la puesta en práctica obligatori­a de mano de obra para obtener trabajo”.

Marin fue elogiada por el equilibrio que logró entre la economía y la salud. Finlandia es el país de la Unión Europea (UE) con menor índice de mortalidad por Covid-19 desde el inicio de la pandemia.

El único traspié de esa gestión fue un incidente a finales de 2021, cuando después de haber estado en contacto con su canciller, que dio positivo, fue a bailar a una discoteca. Marin se disculpó por su falta de criterio y explicó que no llevaba el celular laboral, a donde le habían avisado que debía aislarse. Sin embargo, según Teivavinen, el exabrupto no tuvo demasiado impacto. “Ella es joven, se divierte, sale a bailar, se pone su campera de cuero, toma cerveza, eso es parte de su carisma”, señala.

Mancha

El escándalo que sí “dejó una manchita” en un intachable historial fue el vinculado a sus desayunos. Según la investigac­ión del diario Iltalehti, su familia utilizó fondos públicos –850 dólares mensuales– para el pago de sus desayunos. El episodio, algo menor en muchos países, desató un descalabro político. De acuerdo con Marin, el pago de los desayunos era un arreglo que había quedado de la administra­ción pasada.

Cuando Marin asumió el cargo afirmó en una entrevista con un medio local: “Vengo de una familia con pocos recursos y yo no hubiera tenido posibilida­des de tener éxito y progresar si no tuviéramos un sólido Estado de Bienestar y un buen sistema educativo”.

Marin nació en Helsinki y vivió en Espoo y Pirkkala antes de mudarse a Tampere. Sus padres se separaronc­uandoellae­ramuyjoven; la familia pasaba por problemas financiero­s y su padre luchaba contra el alcoholism­o. Fue criada por su madre y su novia, décadas antes de que la ley finlandesa reconocier­a el matrimonio homosexual. “Soy de una familia homoparent­al y eso sin duda me ha condiciona­do para que la igualdad, la paridad y los derechos humanos sean muy importante­s para mí”.

Trabajó en una panadería y como cajera mientras estudiaba CienciasAd­ministrati­vasenlaUni­versidad de Tampere. Miembro de las juventudes socialdemó­cratas, su carrera política dio un salto en 2010, cuando entró a formar parte del comité nacional del SDP.

En 2012 fue elegida concejala de Tampere y en 2015, con 29 años, consiguió su primer escaño en el Eduskunta (el Parlamento finlandés), aunque el SDP registró los peores resultados de su historia (el 16,5% de los votos). Rápidament­e ascendió hasta alcanzar la vicepresid­encia del partido en 2017.

En junio de 2019 se convirtió en la ministra de Transporte­s y Comunicaci­ones.Endiciembr­edeese mismo año, con 34 años, Marin fue nominada por el SDP para suceder a Rinne. En enero de 2018, Marin y su prometido, Markus Räikkönen, tuvieron una hija, Emma. En agostode20­20secasaro­nenKesäran­ta, la residencia oficial.ß

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Ap Sanna Marin, primera ministra de finlandia

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