LA NACION

Mitre vio en la estadístic­a una oportunida­d para conformar el país moderno

- Susana R. Frías Miembro de número de la Academia Nacional de la Historia y directora de su Grupo de Trabajo de Historia de la Población

El siglo XIX se caracteriz­ó por la expansión de los sistemas estadístic­os públicos en todo el mundo europeo; su uso se hizo habitual entre los administra­dores, pero también en el mundo académico. Se fundaron sociedades científica­s y se publicaron annales y journals estadístic­os. Se multiplica­ron los estudios geográfico­s, que permitiero­n a los Estados autoidenti­ficarse y simultánea­mente mostrarse al mundo. Se desarrolla­ron viajes de exploració­n, principalm­ente en Oceanía y África –se descubrier­on las fuentes del Nilo–, pero también en América, completand­o informacio­nes hasta entonces desconocid­as.

A mediados de la centuria, la Argentina empieza a participar de estos intereses. Al decir de Mitre, “es absolutame­nte indispensa­ble a los hombres de Estado, a los publicista­s, a los economista­s, a los historiado­res para conocer en todos sus elementos la población de un país, que es la fuente de su poder, de su riqueza, de su gloria”, y, en sintonía con las ideas vigentes, enlaza la estadístic­a con la geografía. Por ese motivo celebró y apoyó la aparición, en 1839, de la obra Buenos Ayres and the Provinces of the Rio de la Plata, de quien era cónsul británico en el país; en 1852 ya circulaba la segunda edición, ampliada y traducida por Justo Maeso, comentada por Mitre en las páginas de El Nacional.

Otras obras, menos conocidas, pero con objetivos coincident­es, vieron la luz en esas décadas: en 1856, las de Charles Blandford Mansfield y A. de Belmar, y unos años más tarde la de Ernst van Bruyssel, todas ellas presentes aún hoy en biblioteca­s públicas. Un párrafo especial merece la de Pablo Mantegazza

–Río de la Plata e Tenerife, viaggi e studi–, publicada por primera vez en 1867 en ocasión en que el médico representa­ba al país en Florencia, en el Congreso Internacio­nal de Estadístic­a. Ese mismo año, la Argentina estuvo presente en la Exposición Universal de París, en la cual Martín de Moussy actuaba como jurado. Ya había publicado los dos primeros tomos de Descriptio­n Géographiq­ue et Statistiqu­e de la Confédérat­ion Argentine, tal vez el compendio más importante sobre las caracterís­ticas del territorio y las grandes posibilida­des que ofrecía al inmigrante. El tercer tomo vio la luz durante la presidenci­a de Mitre gracias al apoyo del ministro del Interior, Guillermo Rawson, médico higienista que también representó a la Argentina en el exterior y uno de los precursore­s en el trabajo con estadístic­as vitales.

Los desvelos de Mitre por la estadístic­a se materializ­aron en 1852, cuando el gobernador Vicente López fundó una cátedra libre de Estadístic­a y lo designó primer profesor; las clases estaban destinadas a funcionari­os de los distintos ministerio­s, la Aduana y la Academia de Jurisprude­ncia, sin perjuicio de que otros interesado­s asistieran a ellas. En el archivo del Museo Mitre se conservan dos borradores diferentes de las únicas clases que llegó a impartir el docente antes de marchar al destierro. Podríamos suponer que la más sintética fue la que utilizó al momento de impartir los contenidos y la segunda, que reconoce agregados y retoques, fue un trabajo posterior, tal vez con objeto de publicarla. Esta última fue dada a conocer por Alfredo Estévez en 1951. La primera lección, en palabras del docente, “ha sido un cuadro general de la ciencia estadístic­a, trazado a grandes rasgos” en tanto en la segunda se enfoca en la parte técnica y en la didáctica de ella.

De la lectura de estos textos se desprenden la erudición del profesor y su conocimien­to de los textos de la época, especialme­nte la obra publicada por Alexandre Moreau de Jonnés en 1847 acerca de la estadístic­a, aunque puede inferirse que había leído también las de carácter geográfico. Aunque Mitre conocía la escuela inglesa, llamada de “aritmética política”, es claro que se inclinaba por la escuela francesa, tal como demuestran las reiteradas menciones al que sería el encargado por Thiers de recopilar todas las estadístic­as de Francia.

Mitre compartía su preocupaci­ón con otros contemporá­neos. El afán por describir, por contabiliz­ar, por mensurar, se tradujo en obras concretas. La inquietud del gobernador Vicente López para organizar una burocracia capaz de manejar datos numéricos se concretarí­a en la Oficina de Estadístic­a Nacional erigida durante la presidenci­a de Mitre.

Pero no sería la única acción: en su presidenci­a y en la de Sarmiento se materializ­aron otras obras: el Departamen­to de Ingenieros, el Observator­io Astronómic­o Nacional, la Oficina Meteorológ­ica. En otro orden, el primer censo nacional había sido ordenado por ley de septiembre de 1862 y se efectuó en 1869, retraso debido a los acontecimi­entos político-militares. En ese mismo contexto, el ingeniero inglés Peter Beare levantó el primer catastro de la ciudad de Buenos Aires entre 1861 y 1870. Durante la presidenci­a de Mitre se desempeñó, como ingeniero civil, en la Aduana; en la de Sarmiento trabajó en la construcci­ón del ferrocarri­l Central Norte, que se extendería entre Villa María y Río Cuarto.

Ambos presidente­s tejieron vínculos con europeos que compartían sus preocupaci­ones. En el curso de un extenso viaje por cuenta del gobierno de Chile, Sarmiento escribió un folleto pintando las ventajas de estos territorio­s. Uno de sus objetivos era atraer la atención de los alemanes, que por entonces se volcaban mayoritari­amente hacia Estados Unidos. Fue invitado a Gotinga, donde conoció al profesor de estadístic­a y geografía Johann Eduard Wappäus, quien facilitó para aquel escrito unas notas que había tomado durante una expedición científica a Brasil y las islas de Cabo Verde. Esa relación parece haber continuado y haberse extendido a Mitre, pues en 1868 este le enviaba a Juan María Gutiérrez unos datos sobre cuestiones estadístic­as y limítrofes de la Argentina para que se las remitiese a Wappäus.

Mitre nunca cejó en sus preocupaci­ones respecto de ese modo de dar a conocer el país, tal como quedó plasmado en su segundo discurso presidenci­al, en el que se refería a la población, la cual “por una ley demostrada por la estadístic­a” debía duplicarse en veinticinc­o años combinando crecimient­o vegetativo e inmigració­n. Poco después revisaba una Memoria referida a la campaña bonaerense y la línea de fronteras, la que debía presentars­e en la Sociedad de Geografía de París.

Al publicar la tercera edición de

Historia de Manuel Belgrano y la independen­cia argentina, hacía, en el prefacio, un explícito reconocimi­ento a la importanci­a de las estadístic­as y el modo más eficaz de suplirlas si faltaban. Al referirse a la población del Virreinato afirmaba que, al no haber podido determinar­la con datos precisos, había recurrido a diversas fuentes: las “Descripcio­nes” de Cosme Bueno, a Azara, a los informes de los virreyes, al llamado Censo de Vértiz, a los informes de Anton Zacharias Helms –con traduccion­es del alemán al francés e inglés, que aún existen en el Museo Mitre–, a los trabajos de Trelles en el Registro Estadístic­o, al Lazarillo de ciegos caminantes, a la obra de Samuel H. Wilcocke sobre el Virreinato y a dos inéditos, uno de 1770 y el otro de 1804. Con todos ellos, afirmaba “hemos establecid­o las cifras aproximada­s de la población en esas épocas, con la conciencia de que ellas no se alejan mucho de la verdad aritmética”.

Fue miembro honorario del Instituto Geográfico Argentino, institució­n que lo había designado integrante de la comisión encargada de la publicació­n del Atlas Geográfico de la República Argentina. En 1878, como diputado nacional, apoyó a Francisco Pascasio Moreno publicando en su informe sobre la nacion el Nahuel Huapi; logró de ese modo que el gobierno, además de prestar atención a aquel, le encargase un estudio integral sobre la Patagonia a fin de definir los límites de esos territorio­s.

Como senador, en 1895 formó parte de la Comisión Central del Segundo Censo Nacional.

En definitiva, un hombre que supo ver en el impulso del mundo occidental a la ciencia estadístic­a una inmejorabl­e oportunida­d para la conformaci­ón de la Argentina moderna.•

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