LA NACION

Alerta: demonios macristas están metiendo la cola

- — por Carlos M. Reymundo Roberts

Hay que ver cómo cunde el desánimo en las filas del Gobierno. Cuando el plan Magia Pura, de Massita, se desplegaba en el escenario, el estrepitos­o fracaso en el figuritasg­ate supuso un durísimo golpe a la autoestima. “La oposición va a hacer campaña con los álbumes incompleto­s”, dramatizó un asesor del Presidente (no es broma: tiene asesores). En realidad, los chicos no votan y los padres están felices de ahorrarse unos mangos. El problema es otro. Si teólogos y juristas coinciden en que “quien puede lo más, puede lo menos”, la desazón lleva al Frente de Todes a invertir dramáticam­ente los términos de la premisa: “El que nace para pito nunca llega a corneta”. Yo los intento convencer de que no son malos, sino que están tristes. ¡Actitud, muchachos, actitud! No hay caso. Me contestan que eso es lo que les falta: aptitud.

Con esa pesadumbre espiritual han tenido que hacer frente a la semana más caótica desde que Martín Guzmán renunció bajo presión de Cristina, harta de que se demoraran tanto el tarifazo de luz y gas, el ajuste en salud y educación y la peregrinac­ión penitente al despacho de Kristalina Georgieva, jefa del FMI. Se viven días endemoniad­os, y lo de endemoniad­os no es una metáfora: la única explicació­n para este desastre es que el diablo, que obviamente es amigo de Macri, está metiendo la cola. Un gremio de morondanga paraliza la producción de neumáticos, y entonces se paraliza la fabricació­n de autos, y el Gobierno queda como paralizado frente al conflicto, lo cual activa tres sectores: hordas de especulado­res salen a robar ruedas de autos, hordas de insensible­s lanzan a las redes los memes más crueles y hordas de vivillos cruzan la frontera para comprar gomas en Paraguay. Ayer, con meses de retraso y pérdidas multimillo­narias, se firmó finalmente un acuerdo, fruto del cual a partir de ahora los neumáticos vuelven a subir de precio y pasan a la categoría de objeto aspiracion­al. Yo acabo de hacer un pequeño cambio en mis vacaciones: de Punta del Este a Ciudad del Este.

Un grupo del Sindicato de Camioneros irrumpe a palazo limpio en una empresa de Avellaneda y hiere a seis empleados y al dueño; al terminar la faena le escriben a Hugo Moyano: “Todo en orden, jefe”. Una banda de forajidos que en el último censo declararon que se autopercib­ían mapuches destruyen una cabaña en Villa Mascardi y atacan un puesto de Gendarmerí­a; los gendarmes reciben la orden de percibirse pacíficos y se dan a la fuga. Centros de estudiante­s de colegios porteños vandalizan baños flamantes y después toman los colegios para reclamar que Larreta arregle de una buena vez los baños; fueron instruidos en refriegas por el célebre Gordo del Mortero, luthier de armas caseras, y al volver a sus casas no tienen que mostrar el boletín de calificaci­ones, sino fotos de los destrozos del día; cuando a esos chicos les preguntan qué quieren ser de grandes, contestan: “De La Cámpora”. Un acampe piquetero le pone música, color y aromas de parrilla al centro porteño, zona administra­tiva que deviene así en simpática expresión conurbaner­a; en plan de protesta, piden más planes, lo cual no estaría previsto en el plan de ajuste de Massita. Personal del Garrahan, hospital modelo, va a un paro porque lo que ganan no les alcanza para comprar una goma usada; además, advierten que muchos médicos jóvenes están emigrando, no se sabe si por esa razón o siguiendo esta moda de irse del país. En medio de tan aciagas jornadas, a Cristina le dictan un nuevo procesamie­nto, ahora por haber usado aviones oficiales para llevar muebles a sus hoteles del sur; mecánicos y pilotos declararon en la causa que trasladaba­n mesas, sillas, sillones, cuadros, televisore­s, ropa blanca, lámparas de pie, roperos… La entonces presidenta adujo en su defensa que no se puede recibir a los turistas con hoteles vacíos.

Desdichada Cris, en un expediente tiene que explicar cómo se hizo de tantos inmuebles, y en otro, cómo trasladó los muebles. Pero ella sigue centrada en los verdaderos problemas del país. La secuencia fue así. El Indec informa que creció a 2,6 millones el número de indigentes, es decir, personas que no tienen lo necesario para vivir; inmediatam­ente, la vice publica un tuit en el que le reclama a Massita que se ponga firme con las empresas de alimentos que suben los precios; Massita la llama y le dice que habiendo entre ellos un chat abierto no entiende por qué lo manda en cana en Twitter; Cris le pide que se dirija a ella por chat y no con una llamada; Polvorita Rubinstein contesta al reclamo de Cris con un tuit en el que la vuelve a considerar una ignorante en materia económica; Massita reta a Polvorita; Polvorita se disculpa con él, pero no con ella; Massita apura un bono para los indigentes. Funcionari­os que funcionan, por fin.

La última noticia de la semana trágica es que los salarios volvieron a perder frente a la inflación. Massita le escribe a Cristina: “No te preocupes, ya estamos en eso”. Y, enseguida, a Kristalina: “Good news!”.ß

Rubinstein volvió a decir en un tuit que Cristina es una ignorante; después se disculpó: no con ella, con Massita

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