LA NACION

Aníbal Pérez-liñán. “Que gane Lula significa que no hubo renovación política” A

Para el politólogo argentino, los acuerdos que hizo el expresiden­te muestran que los problemas de la democracia brasileña persisten

- Texto Guillermo Idiart

níbal Pérez-liñán, doctor en Asuntos Internacio­nales por la Universida­d de Notre Dame (Indiana) y especialis­ta en procesos electorale­s e inestabili­dad política en América Latina, advierte sobre los desafíos a los que se enfrentará Brasil más allá de quién gane las elecciones de este domingo, que tienen a Luiz Inacio Lula da Silva como favorito y a Jair Bolsonaro como su principal rival.

Instalado en Estados Unidos desde hace más de 20 años, el politólogo argentino sostiene en diálogo con la nacion que la candidatur­a del líder del Partido de los Trabajador­es (PT) desnuda la falta de renovación de la política brasileña y que, si vuelve a la presidenci­a, deberá “bajar las expectativ­as” respecto de los logros de su primera etapa de gobierno, en un momento de prosperida­d, y “presentars­e como un candidato para abrir un periodo histórico nuevo”.

Además, Pérez-liñán sostiene que, más allá de una posible salida del poder del líder ultraderec­hista, como marcan las encuestas, el paso de Bolsonaro por la presidenci­a, “al igual que Donald Trump en Estados Unidos, deja un bloque político en Brasil que no tiene miedo de desafiar algunos de los tabús de la vida democrátic­a”, y que el bolsonaris­mo no desaparece­rá. “Hay un discurso de raíz autoritari­a que antes estaba escondido y que ahora es mucho más abierto y explícito”, advierte.

–¿Por qué cree que Lula, después de los procesos judiciales que enfrentó, vuelve a ser el candidato con más posibilida­des de volver a la presidenci­a, según las encuestas?

–Me parece que hay dos factores. Uno es que el proceso del Lava Jato [por corrupción] en parte perdió credibilid­ad, y como resultado de eso hay una cierta reivindica­ción de Lula. Hay una parte de la población que creo que estaba en el borde, y el desprestig­io del proceso del Lava Jato fue una forma de reivindica­r a Lula de manera simbólica. Y lo segundo es que el de Bolsonaro ha sido un mal gobierno, más allá de su orientació­n autoritari­a. Entonces eso creó una situación en la cual Lula, que tendría que haberse retirado hace tiempo en un ciclo natural de la política, aparece de nuevo como un candidato viable y como el único con capacidad para unificar a una oposición que históricam­ente podría estar fragmentad­a frente a Bolsonaro. Pero ahí hay un gran problema, y es que estos procesos en los cuales la oposición se une para derrotar a un candidato con orientació­n autoritari­a como Bolsonaro a veces consiguen un gran logro, que es proteger a la democracia. Pero, como vimos en el caso de Ecuador, lo que consiguen en última instancia es retornar a la democracia que tenían antes, que en el caso de Brasil era una democracia con problemas. De algún modo, que gane Lula significar­ía la derrota, al menos temporaria, del proyecto bolsonaris­ta, pero también que no hubo una regeneraci­ón del PT y una verdadera renovación de la política en Brasil.

–¿Cómo evalúa a este Lula, con la elección de Geraldo Alckmin, cofundador del PSDB, como compañero de fórmula, respecto del que gobernó en la primera década del siglo?

–Me parece que en algún sentido es el mismo Lula, porque es el que tiene muñeca política y trata de formar coalicione­s amplias, y que es muy diferente a Dilma Rousseff, con mucho más sentido político. Por otro lado me parece que Lula, conociendo la reacción anti-petista que generó la sociedad brasileña, hizo una apuesta a presentars­e como el león herbívoro, en el sentido de poder trabajar con los que eran su oposición natural en el PSDB y en el bloque de centrodere­cha para poder derrotar a Bolsonaro. Y creo que parte de la derecha más democrátic­a brasileña aprendió la lección.

–¿Y respecto de su poder político y la situación que podría enfrentar en el Congreso en caso de ganar?

–Es el gran principio de la democracia brasileña. Quien llega a la presidenci­a tiene que negociar con la derecha más tradiciona­l en el Congreso, y en general es una negociació­n muy pragmática más que ideológica. Hay que darles beneficios a esos bloques para poder gobernar. Esto históricam­ente ha sido el origen de los problemas de corrupción generaliza­dos en el sistema político brasileño. Es el origen del escándalo del mensalão, que afectó a Lula al principio, y es el origen del gran escándalo del Lava Jato, que afectó después a Dilma. En la clase política brasileña, dada la estructura hiperfragm­entada del Congreso, es muy difícil gobernar sin hacer este tipo de acuerdos particular­istas, y ese problema no desapareci­ó. Entonces creo que ahí hay un malestar central de la democracia brasileña. Proteger la democracia en este contexto no consigue resolver ese problema, que queda abierto.

–¿Cree que Lula podría satisfacer la expectativ­a de sus votantes que tienen en la memoria los años de bonanza de Brasil con él como presidente?

–Creo que ese momento de prosperida­d no va a volver. Pero creo que Lula puede presentars­e como un candidato de transición para abrir un nuevo momento para Brasil, y si consiguier­a articular ese discurso ya no sería el candidato del PT, sino que sería el candidato del proyecto democrátic­o brasileño. Significar­ía bajar las expectativ­as y presentars­e como un candidato para abrir un periodo histórico nuevo.

–Incluso con el desafío de generar un candidato más joven de cara al futuro.

–Es algo que el PT no consiguió hacer. Es un problema estructura­l de muchos partidos en América Latina, y es que les resulta muy difícil deshacerse de los candidatos históricos que son exitosos y generar renovación, con lo cual quedan en una trampa. Esta es la trampa del PT, pero vimos lo mismo en Chile con Bachelet y Piñera, vemos la trampa en la Argentina con Cristina Kirchner.

–Más allá del resultado electoral, ¿qué impacto deja en Brasil la gestión de Bolsonaro?

–Al igual que Trump, deja un bloque político que quizás no tiene miedo de desafiar algunos de los tabús de la vida democrátic­a. Hay una sociedad que está más dispuesta a ser explícitam­ente defensora de la mano dura, más abierta a rechazar el proceso democrátic­o y electoral. Es claro que todos están esperando que Bolsonaro rechace el resultado de la elección al igual que Trump. Hay una parte de la sociedad que está mucho más abierta a aceptar la opción militar como algo no solo históricam­ente rescatable, sino como una posibilida­d legítima para la política brasileña actual. Es decir, hay un discurso de raíz autoritari­a que antes estaba escondido y ahora es mucho más abierto y explícito.

–En caso de una derrota de Bolsonaro, ¿cómo seguiría el perfil de la derecha en Brasil?

–Existe esta derecha pragmática que será la oposición real al lulismo y negociará espacios de poder con Lula, inevitable­mente porque los necesitará para trabajar en el Congreso. Y después mi impresión es que aunque Bolsonaro pierda la elección, el bolsonaris­mo no desaparece­rá. Hay un sector de derecha más radicaliza­da en Brasil y con un perfil más autoritari­o que seguirá siendo un bloque de votos y habrá candidatos que tratarán de capturarlo­s.●

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ARCHIVO Aníbal Pérez-liñán

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