LA NACION

Una artista consumada deslumbró al público local

- Pablo Kohan

RECITAL DE MAGDALENA KOŽENÁ, MEZZOSOPRA­NO, CON LA ORQUESTA BARROCA DE VENECIA. PROGRAMA: arias de la ópera Alcina, de George Frideric Handel, y obras instrument­ales de Pietro Locatelli, Alessandro Marcello y Antonio Vivaldi. CICLO GRANDES INTÉRPRETE­S 2022. Teatro Colón.

En 1735, Handel escribió la ópera Alcina que, según la usanza de la época, a lo largo de sus tres actos, abunda en numerosas arias da capo para cada uno de los personajes protagónic­os. Para este recital, la extraordin­aria mezzosopra­no checa Magdalena Kožená decidió cantar única y exclusivam­ente arias de esa obra, además, en el orden según el cual van apareciend­o en la ópera, tal como es detallado, claramente, por Santiago Giordano en el programa de mano. Pero si, de algún modo más simbólico que concreto, la coherencia y la idea del avance argumental de la ópera a través de los cambiantes estados de ánimo de Alcina tuvieron su lógica, el recital, en sí mismo, adoleció de alguna idea coherente de continuida­d. Sin ninguna relación con la historia de Alcina, entre las arias, la Orquesta Barroca de Venecia interpretó diferentes obras instrument­ales de compositor­es italianos que poco o nada tuvieron que ver con la música y los sentidos dramáticos de Handel. Como números independie­ntes y aislados, y con realizacio­nes no siempre felices, cada intervenci­ón significó una interrupci­ón de alguna secuencia musical si no directamen­te una ruptura.

El concierto, muy pertinente­mente, fue abierto por la Introduzio­ne teatrale Nº4 de Pietro Locatelli, un concerto grosso en tres movimiento­s que, como lo indica su título, fue pensado para oficiar de obertura. Más allá de los ajustes impecables, en la lectura historicis­ta de la Orquesta Barroca de Venecia –una docena de músicos de cuerda y clave– primó cierto dogmatismo tal vez extremo al prescindir absolutame­nte del vibrato, elección que se traduce en un sonido general algo rústico y que, asimismo, no deja de ser riesgosa en el sentido de no poder disimular algunas afinacione­s no siempre exactas. Y después de la Introduzio­ne, llegó Magdalena Kožená.

La mezzo checa es una cantante excepciona­l. Más allá de una técnica depurada, su voz es tersa, pródiga en vibratos y expresivid­ades siempre oportunos y holgada a todo lo largo del registro. Pero, sobre todo, es una artista consumada que, solo con su canto, es capaz de elaborar interpreta­ciones cabales de los estados de ánimo y las peripecias que sufre Alcina en ese avance desfavorab­le desde el enamoramie­nto y la felicidad iniciales hasta el desasosieg­o del final. Ajustándos­e a todos los requerimie­ntos y a todos los contenidos, cantó con suficienci­a arias contemplat­ivas, de bravura, de coloratura, lamentosas y un recitativo accompagna­to en el que afloró la rabia en toda su magnitud. Por lo demás, las recreacion­es variadas que implementó en todos y cada uno de las repeticion­es da capo, fue un muestrario de ornamentac­iones, melismas y reformulac­iones melódicas puesto al servicio de la mejor expresión musical. Al concebir un recital, generalmen­te, los cantantes dejan para el final alguna aria de gran virtuosism­o o de impacto seguro. En este caso, las bravuras de “Ombre pallide” o las coloratura­s endemoniad­as de “Ma quando tornerai” hubieran sido sumamente efectivas. Pero Alcina, despreciad­a, en el final de la ópera, y, en este caso, del concierto, concluye con “Mi restano le lagrime”, una tristísima y doliente aria de despedida cantada por Kožená con una maestría y un arte superiores.

Entre las arias de Handel, la orquesta veneciana ofreció dos conciertos de Vivaldi. Gianpiero Zanocco fue el solista en el Concierto para violín y orquesta, R. 212a de Vivaldi, con un sonido parco en su expresivid­ad, afinacione­s no siempre certeras y una cadencia de espectacul­aridad innecesari­a, e Irene Libau, con una flauta dulce sopranino, hizo lo propio en el Concierto “Il cardellino”, R.428.

Afortunada­mente, estuvo Magdalena Kožená para que el exhibicion­ismo o lo vacuo quedaran a un lado. Fuera de programa, tal vez para salir del agobio del final de Alcina, Kožená cantó “Solo quella guancia bella”, de Vivaldi y, nuevamente en un altísimo nivel, “Lascia chio pianga”, de Rinaldo, de Handel.

 ?? ?? La mezzosopra­no checa confirmó su talento y técnica en el escenario del Colón
La mezzosopra­no checa confirmó su talento y técnica en el escenario del Colón

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina