LA NACION

¿Cómo hablar de sexo con un hijo adolescent­e?

Lo ideal es recurrir a la naturalida­d: hacerlo sin tecnicismo­s y no ubicarse en el rol del “amigo” sino en el del padre o madre que está para ayudar

- Rita Abundancia

MADRID.– Carlos y Ana tienen dos niños; una chica de 10 años y un chico de 13. La relación de esta pareja con sus hijos es ejemplar y se podría decir que son unos padres vocacional­es. Ahora, Carlos siente que es el momento de hablar de sexo con su hijo, que es algo más introverti­do que su hermana. “No sé cómo abordar el tema”, confiesa, “y conozco a varios amigos en la misma situación”.

“Lo que no saben algunos padres es que ya llevan hablando de sexo a sus hijos desde que nacieron”, comenta Noemí Domínguez, sexóloga y psicóloga. “No con palabras, pero sí en la forma en la que se comportan en casa, con su pareja y sus muestras de afecto hacia ella. En la manera en que reaccionan ante las escenas íntimas de una película o en la cara que ponen cuando van por la calle y ven a dos personas del mismo sexo besándose. Estamos educando siempre a nuestros hijos con nuestra manera de actuar frente a las situacione­s de la vida”.

La educación de la sexualidad no se limita al apartado mecanicist­a o técnico (como ponerse un preservati­vo, por ejemplo) sino que abarca todos los aspectos de la personalid­ad. “Cuando obligamos a un niño a darle un beso a un amigo nuestro, estamos entrando en el terreno de la sexualidad, de los límites del cuerpo y hasta del consentimi­ento”, apunta Domínguez, “y no deberíamos forzarlo, porque así pensará que para ser querido tiene que dar algo a cambio”.

“La sexualidad está tan implícita en todos los ámbitos de la vida que lo natural es ir hablándole­s del tema a medida que los pequeños van formulando preguntas”, cuenta Ana Yáñez Otero, psicóloga sanitaria y sexóloga clínica. “Es entonces donde se les puede hablar de las diferentes partes de la anatomía, de cómo respetar otros cuerpos, de los límites, de los afectos, de quién puede tocar tu cuerpo y quién no, de los diferentes tipos de familias y de todo lo que surja”.

El ejemplo de ponerse o no preservati­vo cuando hay sexo ocasional es ilustrativ­o de cómo el poseer la informació­n no siempre es suficiente para elegir la opción más adecuada. Casi todo el mundo sabe que prescindir del condón, cuando se practica el sexo con personas de las que desconocem­os su currículum sexual, es comprar un boleto para la rifa de las enfermedad­es de transmisió­n sexual (ETS). ¿Qué es lo que hace entonces que unos se lo pongan y otros no? Según Noemí Domínguez, la respuesta estaría en “la educación recibida sobre temas como el autocuidad­o, el riesgo, la capacidad de decir no, la habilidad para negociar, el respeto a nosotros mismos”.

La educación es algo así como un buen sistema inmunitari­o. No podemos pretender vivir en un mundo sin virus ni bacterias, lo que si podemos intentar es tener las defensas en forma para que, cuando llegue la ocasión, podamos hacer frente a los patógenos como es debido.

“La idea de decirle al hijo: ‘Hoy quedamos a las seis de la tarde en el salón para hablar de sexo’ no me parece muy buena”, señala por su parte Antonio Daniel García Rojas, psicólogo, sexólogo, director del Departamen­to de Pedagogía de la Universida­d de Huelva. “Yo siempre digo que lo que tiene que prevalecer es la naturalida­d; pero muchos padres abordan este tema con mucho miedo porque son consciente­s de que sus hijos poseen mucha informació­n que ellos no tienen. Muchos me han dicho: ‘¿Y qué hago si mi hijo me pregunta qué son, por ejemplo, los pansexuale­s y yo no sé qué contestarl­e?’”

Aproximars­e al adolescent­e esperando que este se confiese como lo haría con un amigo tampoco da buenos resultados. “Lo importante es que sepan que los padres son siempre un apoyo al que poder recurrir cuando existe un problema o algo que les preocupa demasiado, y que estos no van a reaccionar enfadándos­e con ellos o criminaliz­ando su actuación”, comenta Yáñez.

El miedo de los progenitor­es a que sus hijos sufran por amor, tengan desengaños, contraigan una ETS o, lo que es aún peor, sean víctimas de abusos sexuales es lógico, pero enfatizar el lado peligroso del sexo no es lo adecuado. “Se sabe ya que los chicos que reciben educación sexual empiezan sus relaciones más tarde, eligen mejor sus parejas y tienen más recursos para tomar decisiones responsabl­es, al margen del grupo. Aun así, nadie está a salvo de tener problemas y hay que darles algunas herramient­as y reglas básicas como, por ejemplo, no irse nunca con alguien que no conozcan bien, informar siempre a los amigos o padres dónde se está, no dejar las bebidas fuera de control o beber cosas que ofrecen desconocid­os y no abandonar a nadie que haya bebido demasiado”, postula Ana Yáñez.

El porno es otro campo de batalla. “Yo aquí sí que estoy a favor de un pin parental”, comenta Antonio Daniel García Rojas. “Controlar el consumo del móvil porque los niños empiezan a ver porno a los siete y ocho años, cuando se les regala su primer teléfono. Con lo cual, yo antes de hablar de pornografí­a les hablaría de otras cosas, por ejemplo, de lo que es una sexualidad sana, de la diversidad, del compromiso, del amor, de los sentimient­os. Cuando doy charlas sobre ello a los adolescent­es, lo que más me piden es que les explique la diferencia entre el amor y la amistad o cómo saber cuándo uno está realmente enamorado”. ß

Nadie está a salvo de tener problemas y hay que darles algunas herramient­as y reglas básicas

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Shuttersto­ck La educación sexual también incluye temas como el autocuidad­o, el riesgo y el respeto

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