LA NACION

Una vida anodina en clave existencia­lista

- José María Brindisi

“Queremos ser amados, y de no ser posible, admirados; y si esto tampoco se puede, temidos; y de no llegar a despertar el temor, entonces ser odiados y despreciad­os. Queremos suscitar en los demás alguna suerte de sentimient­o. El alma aborrece el vacío, y quiere tener contactos a cualquier precio”. El párrafo pertenece al diario del doctor Tyko Glas, protagonis­ta de esta historia, y la frase final permite ilustrar el conflicto –o su ausencia– de toda una vida, o justamente la transición que la novela misma escenifica entre la nada y el abismo. La célebre disyuntiva faulkneria­na, el salto desgarrado­r que implica preferir la pena al vacío se encarna –habría que decir pre-encarna, dado que la novela es de 1905– en Glas de manera doblemente dramática: en primera instancia, por los actos que le exige; luego, porque los mismos –digámoslo revelando lo menos posible– otorgan a sus sueños apenas un ínfimo atisbo de esperanza.

Doctor Glas es, para muchos, la obra maestra de ese escritor sueco muy poco conocido por estas tierras llamado Hjalmar Söderberg, novelista y autor teatral –también cuentista ocasional– que influyera, entre otros, en cineastas como Bergman y Dreyer (quien adaptó una de sus piezas). Un par de años atrás circuló por aquí El juego limpio, una novela algo posterior, bellísima pero mucho más compasiva, humana, o bien empática; en cambio, uno de los mayores riesgos que Söderberg corre, en este caso, es el de escamotear­nos casi toda posibilida­d de identifica­ción respecto de su héroe, un misántropo orgulloso quizá solo favorecido por lo indeseable de su antagonist­a.

El argumento es sencillo: un médico de poco más de treinta años, que tiene una vida anodina y necesita con desesperac­ión algo que lo sacuda, recibe la visita y el ruego de una paciente que le pide que la libere de las “obligacion­es conyugales” que guarda para con su esposo sacerdote; este le causa repulsión, y sin duda otros sentimient­os más complejos que arraigan en la relación secreta que ella mantiene con otro hombre. Glas encuentra entonces una oportunida­d: de hacer el bien, sí, y asimismo –o sobre todo– de darle a su vida un sentido.

La narrativa de Söderberg exhibe en esta novela una densidad particular en la recurrenci­a, de tono existencia­lista, con que el protagonis­ta se interroga a propósito de su vida y en general sobre la condición humana. Es posible que su rasgo más inquietant­e consista en la búsqueda de la redención, pero sobre todo porque dicha necesidad parece en cierto modo huérfana: no ya un paraíso perdido, sino inexistent­e. En ese devenir ciego se pierde Glas, aunque la realidad le presente de vez en cuando –la ilusión del amor– alguna clase de espejismo.●

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Hjalmar Söderberg
Leteo Trad. y notas: C. Kupchik 223 págs. $ 2500
Doctor Glas Hjalmar Söderberg Leteo Trad. y notas: C. Kupchik 223 págs. $ 2500

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