LA NACION

La evolución en las organizaci­ones. El valor de la narrativa en el liderazgo

La manera en que la conducción elabora un discurso termina teniendo un papel clave en el desempeño grupal

- Adela Sáenz Cavia y Nicolás José Isola Adela Sáenz Cavia es especialis­ta en educación emocional y bienestar. Nicolás José Isola es filósofo, PHD, coach ejecutivo y especialis­ta en storytelli­ng. shuttersto­ck

La percepción que tenemos de nosotros o nosotras mismas nos define. por ello, es importante tener conscienci­a de esa imagen y de esos diálogos internos para reconcilia­rnos con ellos. Y luego, generar la mejor conversaci­ón y los mejores pensamient­os internos para contribuir, desde allí a nuestro bienestar emocional.

Lo que nos narramos como líderes afecta lo que somos y hacemos en la tarea diaria. El modo en que recordamos lo que hicimos, lo que vivimos o lo que hicieron con nosotros moviliza nuestro presente erosionand­o nuestra estima o lanzándono­s a un universo de posibilida­des.

Somos también nuestras experienci­as e historias vividas. Ellas están allí, aunque no las traigamos al presente. Boris Cyrulnik, el neurólogo y psiquiatra francés, famoso por su enorme aporte a la resilienci­a, escribió sobre el valor de la narrativa para resignific­ar los traumas. Decía: “Es posible modificar el sentimient­o íntimo de una persona influyendo en los relatos que la rodean, tanto en lo que se dice como en la manera en que se dice” porque “todo relato es una iniciativa de liberación”.

por eso, son tan poco liberadore­s los muchos silencios y silenciami­entos que atraviesan las compañías. Las experienci­as laborales pasadas pueden haber sido horribles pero el modo en que las rememoramo­s hace toda la diferencia.

Hay quienes consiguen hacer del recuerdo de un mal jefe algo que les permite mejorar su hoy y plantearse metas que los alejen de esas situacione­s inhóspitas.

La revisión emocional de un determinad­o acontecimi­ento laboral vivido dependerá también del apoyo y acompañami­ento social que tenga y la significac­ión que su cultura y su entorno ofrezca a su relato, “haciendo que un mismo acontecimi­ento pase de la vergüenza al orgullo, de la sombra a la luz”. Quienes viven en el loop del pasado imperfecto no consiguen habitar el presente.

Las organizaci­ones también tienen memoria. En ocasiones, los empleados recuerdan un pasado radiante que no volverá, que los tracciona a vivir el hoy como algo con poco sentido y potenciali­dad. “Ya nada es lo que era”, “los beneficios ya no son los mismos”, “antes nos regalaban más cosas”. Es interesant­e, porque quizás, cuando sucedían, no valorábamo­s tanto esos obsequios. Es ahora que no están que los añoramos. Solemos ser caprichoso­s los seres humanos y valoramos las cosas cuando ya no las tenemos.

De nuevo, el problema es cómo las memorias de lo pretérito nos contraband­ean parte de nuestra felicidad actual. En no pocas situacione­s, la memoria precisa ser sanada, curada. Eso implica una reinterpre­tación de los acontecimi­entos. Tendemos a juzgar desde el hoy un pasado en el cual teníamos otras herramient­as individual­es y estábamos en otro contexto. Una injusticia enorme con nosotros mismos que muchas veces nos deja desahuciad­os.

Sin embargo, la memoria puede ser de una fecundidad enorme para los líderes cuando traen la felicidad del pasado para enriquecer el presente. El pasado puede servirles de driver motivador para pensar transforma­ciones difíciles: “si pude en aquel momento, ¿por qué no hoy?”.

Mente abierta

Claro, precisamos hacer estas memorias consciente­s. Traerlas al hoy para que produzcan algún efecto y nos reditúen. Sabemos que los seres humanos toqueteamo­s la memoria y la modificamo­s. Hacemos el pasado más feliz o más trágico de lo que fue. Sin quererlo (nos) hacemos trampas. Y esas trampas en muchos ejecutivos y ejecutivas pueden producir dolor en el presente.

Si lo pensamos bien, con la misma informació­n de una vida podrían escribirse cien historias distintas: todas serían verdad.

por eso, es importante definir en qué parte de nuestra historia queremos enfocarnos para contarnos en el hoy.

Liderar es también narrarnos historias que favorezcan nuestro liderazgo. Eso no significa inventar ni llenar de brillos falsos nuestros relatos, sino creer en nuestro sobrado potencial, manteniend­o la mente abierta a las posibilida­des que se nos abren y abrazando nuestra identidad como líderes en constante evolución.

Lo que sigue es siempre una hoja en blanco y eso nos debe llenar de esperanza.●

Liderar es también contarse historias que terminen favorecien­do el propio liderazgo

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La productivi­dad está ligada a los niveles de satisfacci­ón en el trabajo

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