LA NACION

Lula da Silva. La adaptación de un animal político que salió de la cárcel decidido a hacer historia de nuevo

El líder del PT mostró su cara moderada durante la campaña y decidió abrir el juego a otras fuerzas para ganarle a Bolsonaro

- RÍO DE JANEIRO Texto Janaína Figueiredo

Los primeros pasos de la sexta campaña presidenci­al de Luiz Inacio Lula da Silva, que gobernó Brasil entre 2002 y 2010, fueron dados, afirman colaborado­res cercanos, el 8 de marzo de 2021, cuando el juez del Supremo Tribunal Federal (STF) Edson Fachin anuló las condenas del expresiden­te por los escándalos de corrupción de la operación Lava Jato. La salida de Lula de la cárcel fue el puntapié inicial de una candidatur­a que tuvo como principal eje el rescate de un legado, sin ahondar en propuestas sobre el futuro. Lula fue muy claro sobre su deseo cuando habló con asesores y allegados: “Quiero subir aquella rampa [del Palacio del Planalto] nuevamente, me van a tener que respetar”. Con el resultado de ayer, mucho más ajustado de lo esperado, deberá esperar al menos hasta el 30 de octubre para verificar si se cumple su sueño.

Con casi 77 años (los cumple el 27 de octubre), el líder indiscutid­o y omnipresen­te del Partido de los Trabajador­es (PT) salió de la cárcel en Curitiba decidido a volver y para eso tomó decisiones y caminos que generaron debate interno, pero finalmente fueron aceptados, porque lo que Lula determina no se cuestiona.

Fue así como se tejió la alianza con su candidato a vicepresid­ente, el exgobernad­or de San Pablo y excandidat­o presidenci­al Geraldo Alckmin, representa­nte del centro brasileño (no del Centrão, la alianza de partidos de centrodere­cha y derecha que, en función de intereses económicos, se alía con casi todos los gobiernos del país) que en el pasado llegó a referirse a Lula como “ladrón de autos”. El acuerdo se selló en una comida en San Pablo, el año pasado, y tomó por sorpresa a gran parte del PT. La convicción de que solamente un gran frente de partidos tendría la fuerza suficiente para derrotar a Jair Bolsonaro fue casi un mantra en la campaña, creado por su líder.

Los que conocen de cerca a Lula dicen que salió de la cárcel mejor de como estaba cuando entró. Es lo que piensa el periodista y escritor Fernando Moraes, biógrafo y amigo del expresiden­te, que lo visitó varias veces. “Me encantaba ver los libros que Lula estaba leyendo, porque lo que más hizo en la cárcel fue leer. Creo que salió con una claridad enorme sobre muchos temas y ejerciendo de manera magistral su capacidad de unir personas y atraer hasta a los que fueron muy críticos”, dijo Moraes a lA NAcION.

En las últimas semanas de campaña antes de la primera vuelta, Lula recibió apoyos inesperado­s, como el de la exministra de Medio Ambiente y excandidat­a presidenci­al Marina Silva, que salió de su gobierno en 2008 con fuertes acusacione­s de no poder llevar adelante una política de preservaci­ón ambiental por trabas internas. Estuvieron 16 años distanciad­os. Exministro­s del STF también expresaron su apoyo a la candidatur­a de Lula, así como figuras que en los últimos años estuvieron en las antípodas del PT, como el exministro de Hacienda del gobierno de Michel Temer el economista Henrique Meirelles.

Sin rencor

“Siempre le digo a Lula que en su personalid­ad falta un elemento, el rencor. Y él me dice que en política no se puede actuar con el hígado, porque no se avanza. Pero, cuidado, él sabe perfectame­nte quién le tendió trampas”, comenta Moraes. Hoy Lula, amplía su biógrafo, es un hombre con más experienci­a, que conoce más y mejor Brasil, y que va a hacer “lo que considere que sea necesario hacer”. “Sabemos que va a enfrentar muchas dificultad­es, la economía está destruida. No hay de dónde sacar plata y será necesario tiempo para reconstrui­r al país”, afirma Moraes.

Nadie espera en Brasil un gobierno revolucion­ario de Lula. La elección de Alckmin como candidato a vice fue un mensaje contundent­e, que se suma a otros discursos y gestos que anticipan una gestión que tenderá más al centro, sin abandonar la izquierda. En su último acto de campaña antes de la primera vuelta, Lula estuvo en la avenida Paulista de saco y remera gris, usando los mismos tonos elegidos por su candidato a vice. Nada de remeras rojas, como usan muchos de sus seguidores más radicales.

El discurso se serenó, salvo algunos traspiés que podrían haberle costado más caro de lo que finalmente le costaron, como cuando dijo que a Bolsonaro “no le gustan las personas, le gustan los policías”,

El abogado Marco Aurélio Carvalho es hoy una persona muy cercana a Lula y asegura que el expresiden­te es “la única persona capaz de reconcilia­r el país”. “Él quiere ser el presidente de todos, se comunica bien con el pueblo. Algunas cosas que dijo en la campaña pueden haber generado molestia en algunos sectores, pero lo importante es que él se comunicó con quienes importan”, dice el abogado, que considera injusto el ataque de Iglesias Evangélica­s a Lula: “Él siempre fue religioso, se entregó a la policía después de una misa, se casó por Iglesia”.

En el momento de votar, Lula pidió que no haya más odios en Brasil. Su estrategia fue, desde un primer momento, asociar el bolsonaris­mo con la violencia, la agresivida­d, la mentira y el odio, elemento relativame­nte nuevo en la política brasileña. Él, por su parte, se colocó como el candidato de la democracia, el respeto a las institucio­nes, a las diferencia­s políticas, el representa­nte de un Brasil civilizado, que se opone a la barbarie que instaló Bolsonaro en el país.

El impacto de Janja

Un candidato, además de todo, que vive un gran amor. El expresiden­te español José Luis Rodríguez Zapatero cuenta que cuando visitó a Lula por primera vez, después de su salida de la prisión, lo primero que escuchó de su boca fue “estoy enamorado”. La llegada de la socióloga Rosângela da Silva, más conocida como Janja, a la vida de Lula tuvo gran impacto, cuentan sus allegados. “Es una mujer extremadam­ente simpática, alegre, que le hace muy bien a Lula. Es petista desde siempre”, cuenta Moraes. El exministro de gobiernos del PT Alexandre Padilha confirma: “Lula está enamorado y muy comprometi­do con una vida sana, de mucho ejercicio y alimentaci­ón equilibrad­a”.

El hombre que describen sus aliados es un animal político, en palabras de Padilha, “que tiene la misma sensibilid­ad social, la misma intuición y capacidad de diálogo político de siempre, y tal vez más. Lo que todos deben esperar es un gobierno donde haya crecimient­o económico, reducción de la pobreza y desigualda­d y equilibrio fiscal”.

Lula logra, como explica Oliver Stuenkel, profesor de la Fundación Getúlio Vargas (FGV), “ser considerad­o auténtico, a pesar de idas y venidas en su trayectori­a política. Hoy se proyecta como un líder de centro, con aliados diversos, algo que muchos otros intentaron en Brasil y no lo lograron”. “Algo que llama muchísimo la atención es cómo Lula se posicionó como favorito en esta elección prácticame­nte sin hacer propuestas”, dice Stuenkel, que también destaca “que esta habilidad de Lula es lo que le permite ir a una cumbre de países en desarrollo y luego hablar y ser aplaudido en Davos. A pesar de haber tenido un discurso crítico sobre Occidente, hoy el apoyo a Lula es casi unánime”. Su última gran misión, asegura el profesor de la FGV, es “pacificar a Brasil, despolariz­ar el país, que no terminemos como los Estados Unidos”.

Los que trabajaron cerca de Lula y lo acompaña ron en viajes internacio­nales recuerdan cómo presidente­s con los cuales convivió, como Barack Obama, lo escuchaban con atención y debatían con el entonces presidente de Brasil casi de igual a igual. “Recuerdo la fascinació­n de los medios extranjero­s sobre cómo un hombre que había sido lustrador de zapatos y obrero metalúrgic­o había logrado llegar ala presidenci­a. El primero que instaló a Brasil en el mundo fue Fernando H enrique Cardos o, pero como dijo una embajadora europea durante el gobierno de Lula, el expresiden­te agrandó esa presencia como alguien que hace fierros agranda sus músculos”, dijo una fuente de Itamaraty, la cancillerí­a brasileña.

Lula se reunía con Hugo Chávez y recibía a George W. Bush para un asado en la residencia presidenci­al en Brasilia. Este nuevo Lula no deberá ser muy diferente, opinan sus asesores.

A juzgar por sus conversaci­ones con políticos y empresario­s, Lula es consciente de los desafíos y está convencido de que una tercera presidenci­a es lo que Brasil y él necesitan para dar vuelta una página oscura de la historia brasileña.

Nadie espera en Brasil un gobierno revolucion­ario de Lula. La elección de Alckmin como candidato a vice fue un mensaje contundent­e, que se suma a otros discursos y gestos que anticipan una gestión que tenderá más al centro, sin abandonar la izquierda

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