LA NACION

Colegios de elite. Alta exigencia y tensión política, las constantes en las escuelas porteñas

En medio de las tomas, expertos afirman que algunas institucio­nes, como el Pellegrini, están por encima del promedio de la educación pública; advierten que, por los conflictos, hay migración a las privadas

- Alejandro Horvat

Dentro del ecosistema de escuelas secundaria­s públicas que funcionan en la ciudad, hay algunas que pertenecen a una elite académica, o al menos eso es lo que se percibe por las condicione­s que se imponen para su ingreso y por el rol destacado que luego suelen ocupar sus egresados en diversos ámbitos sociales.

Estos son los colegios preunivers­itarios que dependen de la Universida­d de Buenos Aires (UBA), como el Colegio Nacional de Buenos Aires (CNBA) y la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini. Y, para citar dos ejemplos que están bajo el control del gobierno porteño, las institucio­nes de nivel medio orientadas al aprendizaj­e de idiomas, como la Escuela Normal Superior en Lenguas Vivas Sofía Esther Broquen de Spangenber­g, conocida como Lengüitas, o la Escuela Normal Superior en Lenguas Vivas N° 2 Mariano Acosta.

Sin embargo, en días de conflictiv­idad por las tomas, surgen preguntas sobre estas institucio­nes. ¿Mantienen su calidad académica en medio de una crisis general de la educación pública argentina? Y si así fuese, por la exigencia que mantienen sobre sus alumnos, que en muchos casos contrasta con la baja calidad del sistema educativo en general, ¿se están transforma­ndo en colegios accesibles solo para algunos segmentos sociales? ¿Y cómo impacta en padres y estudiante­s la interrupci­ón de la cursada por reclamos y medidas de fuerza?

Académicos, autoridade­s, padres y exalumnos de estas institucio­nes consultado­s por señalan la nacion que aún hoy el nivel educativo que alcanzan está muy por encima del promedio de la formación pública, y destacan como motivo central de esa superiorid­ad académica los exámenes de ingreso.

Sin embargo, advierten que es posible observar la migración de algunos alumnos de clase media y alta, que hubieran elegido este tipo de colegio, para trasladars­e a una escuela privada en busca de una trayectori­a escolar con menos sobresalto­s. Aunque, por el contrario, también hay padres y estudiante­s que ven esta conflictiv­idad como un factor estimulant­e y convocante. En cuanto a los adolescent­es de los sectores más postergado­s, si bien hay mecanismos para que puedan estudiar en esos colegios, su contexto general hace que les sea muy complejo ingresar.

A partir de las cifras que entrega la UBA, se observa que el número de ingresante­s al Nacional de Buenos Aires cayó paulatinam­ente desde 2018 hasta hoy, de 552 a 464. Mientras que en el Pellegrini el número se mantuvo en un promedio de 466 por año.

Exámenes de ingreso

Gustavo Zorzoli, exrector del CNBA, argumenta que el colegio, junto con el Pellegrini y la Escuela Técnica Agropecuar­ia, tiene un examen de ingreso muy exigente y representa una oferta académica diferencia­da del resto. Describe que allí estudia una población de estudiante­s selecciona­da, y que algo similar, aunque en menor escala, sucede con el Mariano Acosta y el Lenguas Vivas, entre otros, en donde también exigen un examen de nivel de inglés y francés en el ingreso.

Además, destaca que los estudiante­s y docentes suelen tener un grado de pertenenci­a institucio­nal que no se ve en muchas escuelas públicas. Cree que estos aspectos hacen que esas institucio­nes aún hoy se mantengan muy por encima del promedio.

Esa visión también la tienen académicos que señalaron que los alumnos que llegan de esos colegios a las universida­des suelen tener un capital cultural y un desempeño muy superiores al resto, incluyendo a los que provienen de costosas escuelas privadas.

Sin embargo, Mariano Narodowski, investigad­or y ministro de Educación porteño entre 2007 y 2009, advierte que no hay datos para aseverar que esas escuelas son mejores que otras. “Se espera que una escuela que es gratuita y recluta a los mejores alumnos tenga mejores resultados, pero la verdad es que no hay datos que lo demuestren. En realidad esa informació­n está, pero está prohibido publicarla por la ley de educación pública, para evitar la estigmatiz­ación. Yo no le encuentro sentido a no difundir esa informació­n”, analiza Narodowski.

Pablo Pineau, que es doctor en Educación y coordina el proyecto “Espacios de Memoria” en el Mariano Acosta, también aclara que, “más allá del sentido común”, no hay datos fehaciente­s que demuestren cuál es el nivel de la calidad educativa de esas institucio­nes. “Las cosas se tienen que demostrar, si no, no es excelencia. Es perceptibl­e que los alumnos de esas escuelas tienen mayor capital cultural, pero también es cierto que se construye cierto sentido común sobre la excelencia que, paradójica­mente, no cumple con las normas de construcci­ón del conocimien­to de excelencia”, argumenta.

“Para saber si efectivame­nte se trata de buenas escuelas se requiere realizar evaluacion­es de valor agregado, algo que no se hace en la Argentina”, aduce Claudia Romero, doctora en Educación y autora del libro Hacer de una escuela, una buena escuela.

Karina Galperín, egresada del CNBA y madre de un alumno y un exalumno de la institució­n, resalta la excelencia académica y el esfuerzo como valores educativos centrales para la comunidad educativa. En esto, incluso con todos sus problemas, dice, el exigente examen de ingreso es clave. En la práctica, afirma que sus hijos han tenido que enfrentar temas y lecturas de gran complejida­d, en un contexto de docentes exigentes y compañeros curiosos y de gran potencial intelectua­l.

Mientras que Walter Papú, presidente de la Asociación de exalumnos del CNBA, cree que una crítica posible es que la formación de algunos docentes ya no es la misma si se la compara con la que tenían durante sus años como alumno, y lamenta que muchos estén “muy sindicaliz­ados”.

Guillermin­a Tiramonti, politóloga e investigad­ora del Área de Educación de Flacso, opina que las escuelas señaladas son muy tradiciona­les y no tienen una propuesta de aporte a la formación que se haya adaptado a lo que define como “la sociedad digital”. En conclusión, piensa que son colegios interesant­es, pero que responden a un modelo “antiguo”.

Efervescen­cia política

El roce político que hay dentro de estas institucio­nes educativas es, sin lugar a dudas, una de las caracterís­ticas más destacadas. Este es un factor que atrae y repele por igual a padres y alumnos. “Ahora estamos en un momento en el que los chicos de séptimo eligen colegio, y las tomas que ahora se están dando en las escuelas porteñas, a las cuales el Pellegrini adhirió y el CNBA también, pero solo con un pernocte en la escuela, creo que van a terminar generando que muchos elijan la escuela privada”, sostiene Narodowski.

En esta ocasión, el Lengüitas es uno de los colegios que más agitaron la bandera de las tomas. Allí hay un grieta profunda entre padres y alumnos que tienen visiones opuestas sobre el conflicto y sobre los métodos para manifestar­se. En este momento, la decisión de un grupo de alumnos generó que alrededor de 800 chicos no puedan ir a clases.

“Es cierto que en los últimos tiempos hubo un grado de conflictiv­idad mayor en estas escuelas. También es

cierto que, dentro de un marco general de alta conflictiv­idad social en el país, muchos padres prefieren buscar para sus hijos cursadas con menos interrupci­ones por una cuestión de orden y sostenimie­nto de las rutinas. Eso hace que algunos hoy, sobre todo de las clases más acomodadas, opten por otras escuelas, resignando muchas veces calidad educativa y diversidad social. Los entiendo. Por eso, yo lamento que el 99% de las veces que se habla públicamen­te, por ejemplo del CNBA, sea por algún conflicto y se conozcan mucho menos cosas como el destacado desempeño de muchos de sus estudiante­s en competenci­as y olimpíadas de las más variadas disciplina­s académicas”, observa Galperín.

Ignacio Ivancich es padre de una alumna de primer año del Pellegrini. En su caso, su hija no ve la efervescen­cia política como un obstáculo. “No es nada la participac­ión política dentro del colegio comparada con la intensidad del estudio. Ella lo vive como algo más de lo que le brinda el colegio, pero no lo percibe como una carga, todo lo contrario; y no le ocupa más tiempo que otras actividade­s extracurri­culares”, relata Ivancich.

Por otro lado, también hay quienes apoyan abiertamen­te medidas como las tomas de los colegios. Por ejemplo, el jueves pasado un grupo de padres del Pellegrini escribió una carta para respaldar la decisión de los alumnos.

“El clima politizado efervescen­te e incluso la conflictiv­idad manifiesta en las protestas estudianti­les (por causas justas o ridículas) conforma una suerte de currículum escolar informal del que hay familias que huyen, pero muchas otras las eligen deliberada­mente. También es cierto que otras familias resisten en silencio hasta que pase el conflicto, peleándose por WhatsApp o participan­do para desactivar­lo. Estas comunidade­s escolares agrietadas son un espejo de la Argentina actual”, opina Romero.

Heterogene­idad

Frente a una crisis educativa que se hace palpable en los resultados de evaluacion­es como las Aprender, y que puede dificultar el acceso de alumnos de primarios públicos a secundaria­s de elite, más el rechazo por parte de un sector de padres y alumnos a las medidas de fuerza, una incógnita que surge es si estas cuestiones modificaro­n la heterogene­idad del alumnado de estas institucio­nes.

Alicia Méndez, autora del libro El colegio, en referencia al CNBA, señala que no es posible agotar la descripció­n del perfil social del alumnado a partir de algunos pocos datos, pero describe que en la década del 70 la mitad de los alumnos llegaba al CNBA desde escuelas primarias públicas.

Esos estudiante­s, continúa, convivían con chicos que hicieron sus estudios iniciales en institucio­nes privadas elegidas por familias tradiciona­les o con un alto poder adquisitiv­o. Hacia los 90, a esa figura representa­da por egresados de escuelas primarias públicas y de institucio­nes privadas muy segregativ­as se le fueron recortando los extremos y se desplegó el centro. Se redujo la presencia de estudiante­s provenient­es de escuelas primarias estatales y se hicieron más visibles los que habían ido a escuelas primarias privadas, pero de cuotas moderadas.

Papú, que por su labor con los grupos de exalumnos logra detectar cambios en la conformaci­ón del grueso del alumnado, detalla que en el CNBA entre el 30 y el 35% de los ingresante­s son hijos de egresados. Pero en el resto, indica que se dio un cambio importante en el perfil del alumno promedio.

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El Lengüitas mantiene la protesta desde el lunes pasado
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El Carlos Pellegrini estuvo tomado el 28 y el 29 pasados
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Mauro alfieri
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Tomás CuesTa

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