Colegios de elite. Alta exigencia y tensión política, las constantes en las escuelas porteñas
En medio de las tomas, expertos afirman que algunas instituciones, como el Pellegrini, están por encima del promedio de la educación pública; advierten que, por los conflictos, hay migración a las privadas
Dentro del ecosistema de escuelas secundarias públicas que funcionan en la ciudad, hay algunas que pertenecen a una elite académica, o al menos eso es lo que se percibe por las condiciones que se imponen para su ingreso y por el rol destacado que luego suelen ocupar sus egresados en diversos ámbitos sociales.
Estos son los colegios preuniversitarios que dependen de la Universidad de Buenos Aires (UBA), como el Colegio Nacional de Buenos Aires (CNBA) y la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini. Y, para citar dos ejemplos que están bajo el control del gobierno porteño, las instituciones de nivel medio orientadas al aprendizaje de idiomas, como la Escuela Normal Superior en Lenguas Vivas Sofía Esther Broquen de Spangenberg, conocida como Lengüitas, o la Escuela Normal Superior en Lenguas Vivas N° 2 Mariano Acosta.
Sin embargo, en días de conflictividad por las tomas, surgen preguntas sobre estas instituciones. ¿Mantienen su calidad académica en medio de una crisis general de la educación pública argentina? Y si así fuese, por la exigencia que mantienen sobre sus alumnos, que en muchos casos contrasta con la baja calidad del sistema educativo en general, ¿se están transformando en colegios accesibles solo para algunos segmentos sociales? ¿Y cómo impacta en padres y estudiantes la interrupción de la cursada por reclamos y medidas de fuerza?
Académicos, autoridades, padres y exalumnos de estas instituciones consultados por señalan la nacion que aún hoy el nivel educativo que alcanzan está muy por encima del promedio de la formación pública, y destacan como motivo central de esa superioridad académica los exámenes de ingreso.
Sin embargo, advierten que es posible observar la migración de algunos alumnos de clase media y alta, que hubieran elegido este tipo de colegio, para trasladarse a una escuela privada en busca de una trayectoria escolar con menos sobresaltos. Aunque, por el contrario, también hay padres y estudiantes que ven esta conflictividad como un factor estimulante y convocante. En cuanto a los adolescentes de los sectores más postergados, si bien hay mecanismos para que puedan estudiar en esos colegios, su contexto general hace que les sea muy complejo ingresar.
A partir de las cifras que entrega la UBA, se observa que el número de ingresantes al Nacional de Buenos Aires cayó paulatinamente desde 2018 hasta hoy, de 552 a 464. Mientras que en el Pellegrini el número se mantuvo en un promedio de 466 por año.
Exámenes de ingreso
Gustavo Zorzoli, exrector del CNBA, argumenta que el colegio, junto con el Pellegrini y la Escuela Técnica Agropecuaria, tiene un examen de ingreso muy exigente y representa una oferta académica diferenciada del resto. Describe que allí estudia una población de estudiantes seleccionada, y que algo similar, aunque en menor escala, sucede con el Mariano Acosta y el Lenguas Vivas, entre otros, en donde también exigen un examen de nivel de inglés y francés en el ingreso.
Además, destaca que los estudiantes y docentes suelen tener un grado de pertenencia institucional que no se ve en muchas escuelas públicas. Cree que estos aspectos hacen que esas instituciones aún hoy se mantengan muy por encima del promedio.
Esa visión también la tienen académicos que señalaron que los alumnos que llegan de esos colegios a las universidades suelen tener un capital cultural y un desempeño muy superiores al resto, incluyendo a los que provienen de costosas escuelas privadas.
Sin embargo, Mariano Narodowski, investigador y ministro de Educación porteño entre 2007 y 2009, advierte que no hay datos para aseverar que esas escuelas son mejores que otras. “Se espera que una escuela que es gratuita y recluta a los mejores alumnos tenga mejores resultados, pero la verdad es que no hay datos que lo demuestren. En realidad esa información está, pero está prohibido publicarla por la ley de educación pública, para evitar la estigmatización. Yo no le encuentro sentido a no difundir esa información”, analiza Narodowski.
Pablo Pineau, que es doctor en Educación y coordina el proyecto “Espacios de Memoria” en el Mariano Acosta, también aclara que, “más allá del sentido común”, no hay datos fehacientes que demuestren cuál es el nivel de la calidad educativa de esas instituciones. “Las cosas se tienen que demostrar, si no, no es excelencia. Es perceptible que los alumnos de esas escuelas tienen mayor capital cultural, pero también es cierto que se construye cierto sentido común sobre la excelencia que, paradójicamente, no cumple con las normas de construcción del conocimiento de excelencia”, argumenta.
“Para saber si efectivamente se trata de buenas escuelas se requiere realizar evaluaciones de valor agregado, algo que no se hace en la Argentina”, aduce Claudia Romero, doctora en Educación y autora del libro Hacer de una escuela, una buena escuela.
Karina Galperín, egresada del CNBA y madre de un alumno y un exalumno de la institución, resalta la excelencia académica y el esfuerzo como valores educativos centrales para la comunidad educativa. En esto, incluso con todos sus problemas, dice, el exigente examen de ingreso es clave. En la práctica, afirma que sus hijos han tenido que enfrentar temas y lecturas de gran complejidad, en un contexto de docentes exigentes y compañeros curiosos y de gran potencial intelectual.
Mientras que Walter Papú, presidente de la Asociación de exalumnos del CNBA, cree que una crítica posible es que la formación de algunos docentes ya no es la misma si se la compara con la que tenían durante sus años como alumno, y lamenta que muchos estén “muy sindicalizados”.
Guillermina Tiramonti, politóloga e investigadora del Área de Educación de Flacso, opina que las escuelas señaladas son muy tradicionales y no tienen una propuesta de aporte a la formación que se haya adaptado a lo que define como “la sociedad digital”. En conclusión, piensa que son colegios interesantes, pero que responden a un modelo “antiguo”.
Efervescencia política
El roce político que hay dentro de estas instituciones educativas es, sin lugar a dudas, una de las características más destacadas. Este es un factor que atrae y repele por igual a padres y alumnos. “Ahora estamos en un momento en el que los chicos de séptimo eligen colegio, y las tomas que ahora se están dando en las escuelas porteñas, a las cuales el Pellegrini adhirió y el CNBA también, pero solo con un pernocte en la escuela, creo que van a terminar generando que muchos elijan la escuela privada”, sostiene Narodowski.
En esta ocasión, el Lengüitas es uno de los colegios que más agitaron la bandera de las tomas. Allí hay un grieta profunda entre padres y alumnos que tienen visiones opuestas sobre el conflicto y sobre los métodos para manifestarse. En este momento, la decisión de un grupo de alumnos generó que alrededor de 800 chicos no puedan ir a clases.
“Es cierto que en los últimos tiempos hubo un grado de conflictividad mayor en estas escuelas. También es
cierto que, dentro de un marco general de alta conflictividad social en el país, muchos padres prefieren buscar para sus hijos cursadas con menos interrupciones por una cuestión de orden y sostenimiento de las rutinas. Eso hace que algunos hoy, sobre todo de las clases más acomodadas, opten por otras escuelas, resignando muchas veces calidad educativa y diversidad social. Los entiendo. Por eso, yo lamento que el 99% de las veces que se habla públicamente, por ejemplo del CNBA, sea por algún conflicto y se conozcan mucho menos cosas como el destacado desempeño de muchos de sus estudiantes en competencias y olimpíadas de las más variadas disciplinas académicas”, observa Galperín.
Ignacio Ivancich es padre de una alumna de primer año del Pellegrini. En su caso, su hija no ve la efervescencia política como un obstáculo. “No es nada la participación política dentro del colegio comparada con la intensidad del estudio. Ella lo vive como algo más de lo que le brinda el colegio, pero no lo percibe como una carga, todo lo contrario; y no le ocupa más tiempo que otras actividades extracurriculares”, relata Ivancich.
Por otro lado, también hay quienes apoyan abiertamente medidas como las tomas de los colegios. Por ejemplo, el jueves pasado un grupo de padres del Pellegrini escribió una carta para respaldar la decisión de los alumnos.
“El clima politizado efervescente e incluso la conflictividad manifiesta en las protestas estudiantiles (por causas justas o ridículas) conforma una suerte de currículum escolar informal del que hay familias que huyen, pero muchas otras las eligen deliberadamente. También es cierto que otras familias resisten en silencio hasta que pase el conflicto, peleándose por WhatsApp o participando para desactivarlo. Estas comunidades escolares agrietadas son un espejo de la Argentina actual”, opina Romero.
Heterogeneidad
Frente a una crisis educativa que se hace palpable en los resultados de evaluaciones como las Aprender, y que puede dificultar el acceso de alumnos de primarios públicos a secundarias de elite, más el rechazo por parte de un sector de padres y alumnos a las medidas de fuerza, una incógnita que surge es si estas cuestiones modificaron la heterogeneidad del alumnado de estas instituciones.
Alicia Méndez, autora del libro El colegio, en referencia al CNBA, señala que no es posible agotar la descripción del perfil social del alumnado a partir de algunos pocos datos, pero describe que en la década del 70 la mitad de los alumnos llegaba al CNBA desde escuelas primarias públicas.
Esos estudiantes, continúa, convivían con chicos que hicieron sus estudios iniciales en instituciones privadas elegidas por familias tradicionales o con un alto poder adquisitivo. Hacia los 90, a esa figura representada por egresados de escuelas primarias públicas y de instituciones privadas muy segregativas se le fueron recortando los extremos y se desplegó el centro. Se redujo la presencia de estudiantes provenientes de escuelas primarias estatales y se hicieron más visibles los que habían ido a escuelas primarias privadas, pero de cuotas moderadas.
Papú, que por su labor con los grupos de exalumnos logra detectar cambios en la conformación del grueso del alumnado, detalla que en el CNBA entre el 30 y el 35% de los ingresantes son hijos de egresados. Pero en el resto, indica que se dio un cambio importante en el perfil del alumno promedio.