LA NACION

La sala roja. ¿De qué se trata el fenómeno teatral que celebra diez años en escena?

Con la pieza de Victoria Hladilo se identifica­n muchos padres y madres cuyos hijos pasaron por el jardín de infantes

- Leni González

“Es muy buena, funcionan muy bien los actores, se entienden entre ellos y con el público, tienen muy buenos juegos, muy bien dirigida y actuada, es muy divertida y te sorprende a cada rato”, dice Margarita, de 10 años, precoz crítica de teatro e hija de Victoria Hladilo, la autora, directora y actriz de La sala roja, obra que festeja su primera década desde su estreno, en 2013, en El Camarín de las Musas, con funciones en El Picadero.

“En realidad, fue el mayor, Antonio, hoy un adolescent­e de 14 años, el inspirador de la obra. Ambos crecieron con ella y fueron entendiend­o cada vez más a medida que la vieron”, dice Hladilo, quien, en 2016, en el cuarto año del entonces boom del off, decía a esta cronista que su punto de partida había sido su experienci­a personal como mamá de un niño en el jardín de infantes, observando la conducta de los demás, pero también la propia: “No era una cuestión de ‘qué raros que son los otros’, sino de mí ahí adentro, donde incubaba y me preocupaba por cuestiones que creía nunca iban a preocuparm­e. Muchas de estas reacciones lograba controlarl­as a tiempo, pero el hecho de que apareciera­n me llevó a pensar en lo que nos pasa a los padres en esa situación”, dijo entonces (y hasta la actualidad) la intérprete de Sandra, una mamá avasallant­e que quiere liderar la reunión de padres convocada por la institució­n escolar.

Para el público, que siempre se renueva, hace una década La sala roja llevó al escenario una reunión de papis y mamis del jardín de infantes, adultos forzados a coordinar proyectos escolares para sus hijos en el marco institucio­nal. Bajo el manto de necesidad y urgencia para los pequeños, saldrán a la luz las frustracio­nes y pretension­es de los grandes, tonos oscuros que tornan cada vez más negra a esta comedia. La propuesta prendió rápido por el boca a boca en un contexto, además, de visibiliza­ción del patio trasero de lo cotidiano: nueve temporadas en cartel a sala llena (2021 por streaming y actualment­e se puede ver en la plataforma Teatrix), una gira por España, versiones en Paraguay, Panamá, Uruguay y Brasil, y más de 35.000 espectador­es. Todo este movimiento interesó a los productore­s de Pampa Cine, que compraron los derechos, pero, a pesar de realizarse el guion, no se filmó y, según Hladilo, ya no cree que suceda.

Manuel Vignau, Carolina Marcovsky, Julieta Petruchi, Victoria Marroquín, Axel Joswig y Vicky Hladilo son los protagonis­tas desde la primera hora, salvo el caso de Marcovsky, quien reemplazó a

Daniela Rico Artigas en el papel de la directora después de la segunda temporada. “En esta obra encontré una forma de humor con tensiones más profundas, en zonas crueles de la existencia, con padres con mucha angustia, muy perdidos en la vida, que ponen a los hijos como escudo. Está muy arraigada e hizo una huella en mí. Para quienes venimos del teatro independie­nte, es una enorme alegría, porque siempre intentamos lograr esta huella, conseguir un vínculo con el público, y acá hay gente que la ha visto muchas veces, hasta diez”, dice Manuel Vignau, el actor que interpreta a Martín, en crisis de pareja e interesado en modificar los actos del jardín con más musicales porque su hija quiere ser bailarina. “Hicimos gira en lugares tan dispares como Cataluña y el conurbano bonaerense, donde nunca habían visto teatro, y me llevo en el corazón todo ese camino. No sé si estas serán las últimas funciones, pero las tomamos así y es un desafío renovar la motivación y reconstrui­r el deseo permanente­mente para que sea una fiesta”, dice el actor.

Como Verónica, una mamá dispuesta a luchar a brazo partido para que su hijo Pedro no sea dejado de lado en la formación de grupos, la actriz Julieta Petruchi dice que en esta década teatral les ha pasado de todo: “Tengo un hijo de 11 años que cuando empezamos era muy chiquito, estaba recién en la sala de dos años, y en medio del proceso tuve a mi otra hija, por lo que dejé un tiempo. La obra se cruza con nuestras vidas y la del público, por eso funciona, la gente se identifica siempre con alguno de los personajes tenga o no hijos. Es una comedia, pero que resuena en otros lugares, se recicla”.

Para Hladilo, autora y directora de otras tres obras posteriore­s –La culpa de nada, La casa de la palomas y Cartón pintado–, estos diez años fueron una verdadera escuela de quehacer teatral. “No me resulta ajena a pesar del paso del tiempo, cosa que puede pasar con los materiales porque una cambia, sino todo lo contrario. La obra conversa con el comportami­ento social y eso se resignific­a todo el tiempo, vuelve a hacer sentido de otro modo”, dice muy feliz cuando mira atrás y, sobre todo, por el equipo y la red que sostuvo este proceso. Tanto Petruchi como Vignau trabajaron en las otras obras de Hladilo y los tres filmarán en febrero La culpa de nada, una producción propia a la que se asociaron el director de fotografía Lucas Schiaffi y Katpa Cine: nuevos proyectos independie­ntes y un camino hecho con trabajo y mucha oreja a los ruidos de la calle.ß

Quedan solo dos funciones especiales de este éxito, que nació en el off

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Kaloian Una escena de la desopilant­e obra La sala roja

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