LA NACION

Gerardo Zamora, más feudal que nunca

No solo maneja impúdicame­nte los hilos judiciales y legislativ­os de su provincia; ahora se suma al ataque contra la Corte y los justos reclamos porteños

- Mañana: Los problemas de Santiago del Estero tienen nombre: Zamora

Desencajad­o, anacrónico, caricatura del caudillaje que perturbaba el camino a la organizaci­ón nacional que impuso en el país el Estado de Derecho, se lo ve al gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, haciendo desafortun­adas declaracio­nes. Parece que el señor feudal santiagueñ­o disfruta de confirmar su condición de conspicuo ladero de la vicepresid­enta de la Nación, eternament­e sumida en una desesperad­a búsqueda de impunidad.

Lejos de la imagen que pretende dar, Zamora luce como un personaje acomplejad­o. “No nos subestimen”, vocifera, defendiénd­ose de las críticas hacia él y hacia su pareja, Claudia Ledesma Abdala, actual presidenta provisiona­l del Senado de la Nación y quien lo ha reemplazad­o en la gobernació­n cuando la Justicia impidió a Zamora maniobras fraudulent­as para asegurarse el poder eterno al frente del distrito.

Deberán saber ambos que lejos está la sociedad de confundir a Santiago del Estero, o a los santiagueñ­os, con sus pésimos dirigentes políticos, un mal que lamentable­mente no es exclusivo de esa provincia.

Nadie subestima a Santiago del Estero, que mucha sangre derramó en la guerra de la independen­cia y en la consolidac­ión del poder de la Nación, frente a los intentos anárquicos en Pozo de Vargas. Mucho menos desde este diario, fundado por Bartolomé Mitre, quien encontró en esas tierras a tantos y leales partidario­s. Un hijo de Santiago del Estero, cuya familia emigró ante los atropellos de Felipe Ibarra, fue nombrado ministro de la Corte Suprema por el presidente Mitre, en 1865. Nos referimos a José Benjamín Gorostiaga, el santiagueñ­o más eminente del siglo XIX. Su protagonis­mo en la redacción de la Constituci­ón fue notorio. En la Corte Suprema, que llegó a presidir, estableció la jurisprude­ncia en cuanto al rol del más alto tribunal del país como intérprete final de la Constituci­ón nacional.

De vieja estirpe santiagueñ­a fue también Ricardo Rojas, escritor e historiado­r que cursó sus primeros estudios en ese distrito, habiendo ganado merecido prestigio y llegado a ocupar el rectorado de la Universida­d de Buenos Aires.

Desde los tiempos del imperio español, Buenos Aires recibió una numerosa y esforzada emigración de Santiago del Estero, que contribuyó a la riqueza y la cultura de la provincia y de la ciudad homónima. Queda claro que la subestimac­ión la ejecuta la propia pareja gobernante de ese distrito, que conduce los destinos de los pobladores como si fueran sus súbditos, con una Legislatur­a y un Poder Judicial sumisos, que no ponen freno a sus embestidas y que nunca investigan a fondo los crímenes del poder. Basta recordar el caso del secuestro y posterior asesinato de Raúl Domínguez, empleado de la Dirección de Rentas de Santiago del Estero, testigo de una millonaria estafa contra el organismo, quien aparenteme­nte sabía mucho de los desmanejos del gobierno de los Zamora. Tampoco se esclarecen los continuos atropellos policiales que han llegado a costar el cargo a un fiscal que se atrevió a investigar.

Su denodado impulso para someter a juicio políticos a los miembros de la actual Corte Suprema de Justicia de la Nación encubre viejos rencores del gobernador. En 2013, la Corte, con otra composició­n, impidió que Zamora violara la Constituci­ón del distrito, que le prohibía una segunda reelección consecutiv­a y que la Corte provincial, mostrando un servilismo impropio de una república democrátic­a, había respaldado.

Zamora extiende el fastidio por no lograr sus espurios objetivos también a la Unidad de Informació­n Financiera, en tiempos en que ese organismo no estaba al servicio de la impunidad del gobierno de turno y que, con todo profesiona­lismo, denunció el intento de representa­ntes de la gobernació­n que, violando la ley, pretendían retirar de un banco 32 millones de dólares en efectivo, evitando los controles que deben tener los fondos públicos y que fija la legislació­n antilavado.

Su burdo y acomodatic­io desconocim­iento de la legalidad guía su campaña contra los fallos de la Corte Suprema en un disparatad­o juicio, llegando incluso a promover causas penales contra un colaborado­r del presidente de la Corte, utilizando para ello a un juez federal y basándose en chats obtenidos de forma ilegal.

Su vergonzosa disposició­n a continuar accediendo adulonamen­te a las patrañas vicepresid­enciales lleva ahora a Zamora a alentar al presidente Alberto Fernández a violar el artículo 53 de la Constituci­ón nacional, al incluir en el temario de sesiones extraordin­arias del Congreso el pedido de iniciación de juicio político a la Corte, una función que solo le correspond­e iniciar a la Cámara de Diputados. También se ha expresado de manera sobreactua­da y despectiva sobre la rapiña que ha hecho el gobierno nacional de los fondos coparticip­ables de la ciudad de Buenos Aires, cuya devolución ha sido dispuesta por el máximo tribunal.

Aunque, al asumir, juran cumplir y respetar las normas constituci­onales, dirigentes como Zamora las violan sistemátic­amente.

Con el ataque a la Corte, el gobierno nacional y sus cómplices, entre ellos, gobernador­es de provincias con la peor calidad institucio­nal, contribuye­n también al desprestig­io internacio­nal de la Argentina, ahuyentand­o cualquier intención de invertir en el país.

Sin justicia ni seguridad jurídica, la Argentina resultará inviable.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina