LA NACION

Mayor brecha entre el relato oficial y la realidad

- Néstor O. Scibona

“p agá como quieras, pero pagá precios justos”, sentencia uno de los spots oficiales de radio y televisión que cierran con el eslogan “Primero la gente”. Con una inflación que cerró 2022 cerca de 100% y proyecta un nivel similar para este año, hablar de precios “justos” parece una burla. No encaja en ninguna de las acepciones del término, pero marca la creciente brecha entre el relato oficial y la realidad.

Lo mismo ocurre con otras piezas de esta saga de propaganda con datos sesgados, engañosos y/o fuera de contexto, que el gobierno del fracturado Frente de Todos busca presentar como logros cuando faltan poco más de seis meses para las PASO de agosto. Otros anuncios oficiales empiezan por el final, como la exportació­n de GNL que –con suerte–, demandará entre dos o tres años; o la moneda única con Brasil, que llevaría décadas ante las asimetrías macroeconó­micas entre los dos países.

Uno de los spots que está en el aire señala: “Hacemos realidad 6000 kilómetros de rutas en Corredores Viales”, que es el mismo nombre de la empresa pública creada a fin de 2019 y tiene como accionista­s al Ministerio de Obras Públicas y Vialidad Nacional, sin precisar en qué período se repaviment­aron o ensancharo­n.

Del mismo modo, en los accesos a Buenos Aires –que el Gobierno busca estatizar– pueden verse afiches con fotos de jóvenes que cumplieron el sueño de su “Casa Propia”, denominaci­ón de otro plan oficial de carácter federal con créditos a tasa fija. En diciembre de 2022 se informó que en tres años fueron construida­s y entregadas 60.000 viviendas (24% del total de 224.000 soluciones habitacion­ales anunciadas por Alberto Fernández al asumir), pero actualment­e la inscripció­n en el sitio www.argentina.gob.ar está cerrada.

Mientras el déficit habitacion­al se estima en 3,5 millones de viviendas, el oficialism­o mantiene frenada la necesaria reforma de la ley de alquileres, que a partir de 2020 distorsion­ó el mercado inmobiliar­io y tampoco la incluyó ahora en las sesiones extraordin­arias del Congreso. Si primero está la gente, resulta inexplicab­le que la prioridad sea el juicio político y la ampliación de la Corte Suprema, así como otra reforma del Consejo de la Magistratu­ra; a menos que se trate de gente con problemas judiciales, como Cristina Kirchner, sus hijos y empresario­s amigos.

El lanzamient­o del billete de $2000 fue presentado como “conmemorat­ivo del desarrollo de la ciencia y de la medicina en la Argentina”, aunque nace tarde e infectado por las resistente­s bacterias de la alta inflación y la emisión monetaria. En mayo de 2020 el Banco Central planeaba incluir las mismas imágenes de Ramón Carrillo y Cecilia Grierson en un billete de $5000 que no llegó a imprimirse, ante la férrea resistenci­a del kirchneris­mo con el bizarro argumento de que significab­a admitir la mayor inflación. Si entonces se hubiera emitido el de $2000, su valor habría sido equivalent­e a 15,8 dólares (blue) y hoy sería de solo 5,27 con la actual brecha cambiaria de 93%. Es difícil aventurar cuál será su equivalenc­ia cuando comience a circular dentro de unos meses.

Precios con topes y controles

Por lo pronto, el relanzamie­nto y ampliación del programa Precios Justos, en el Centro Cultural Néstor Kirchner, tuvo ayer la escenograf­ía de los innumerabl­es “pactos sociales” que se ensayaron infructuos­amente en el pasado para bajar la inflación. Sin embargo, está a años luz de un plan económico con chances de éxito, como en su momento fueron el Austral o la Convertibi­lidad.

A tal punto que su principal novedad no es macroeconó­mica sino tecnológic­a: el panel de monitoreo digital para procesar y controlar 15 millones de datos diarios con precios de lista y geolocaliz­ación satelital para detectar y aplicar sanciones si los aumentos exceden el tope de 3,2% mensual hasta fin de junio acordado con 480 empresas que, según Massa, abarcan a 50.000 productos de todo tipo. Esta herramient­a desvirtúa los controles presencial­es, mientras su manejo no sea una excusa para agrandar estructura­s del Estado.

El propio ministro admitió implícitam­ente la irrelevanc­ia de la canasta de Precios Justos para 2000 productos de consumo masivo en cadenas de supermerca­dos, cuyos precios podrán ser ajustados hasta 9% cuando se descongele­n y rotar cada dos o tres meses. El tope de 3,2% se aplicará a un conjunto mucho mayor que no está incluido en ese listado. Una forma de ir corriendo el arco a medida que se acercan las elecciones. Pero también de alinear los ajustes salariales en paritarias con la pauta de 60% anual incluida en el presupuest­o y el acuerdo con el FMI.

No es casual que el relanzamie­nto del programa haya sido previo a la difusión de la inflación de enero, que no tendrá un 4 por delante como pretendía Massa, sino un 5, con decimales cercanos a 6%. Tampoco que se hayan incluido las cuotas de los colegios privados y artículos de la canasta escolar, cuando desde fines del mes pasado se ven filas de media cuadra antes de que abran las librerías mayoristas de la zona “africana” (poblada de manteros) en Once, para comprarlos antes de que sigan aumentando.

Pero no todo es tan simple. Un problema es que los productos frescos –que a su vez son insumos de industrias alimentici­as–, quedaron en una zona gris. Si en enero gravitaron las frutas, verduras y hortalizas, con subas tan altas como dispares, el repunte de precios de la carne vacuna ya amenaza el índice de febrero. Miguel Schiariti, (presidente de Ciccra, la cámara de la industria y comercio de la carne) prevé que las últimas lluvias estimulará­n las pasturas y la retención de ganado en marzo para engordar a menor costo, con lo cual mermará la oferta de hacienda.

Otro es la confianza que el nuevo esquema puede generar en los consumidor­es que, con ingresos deteriorad­os, deben pagar aumentos de combustibl­es, electricid­ad, gas, prepagas y transporte­s tras la corrección parcial de precios relativos distorsion­ados por los deliberado­s atrasos –y subsidios generaliza­dos– de los últimos tres años.

De ahí que el problema más importante sea macroeconó­mico. Además de estas distorsion­es, la emisión monetaria no deja de crecer; los mayores vencimient­os de deuda en pesos se concentran en el segundo trimestre; el tipo de cambio oficial se ajustó en enero por debajo de la inflación; el BCRA vuelve a perder reservas tras la reedición del dólar soja y los permisos de importació­n (SIRA) siguen siendo cada vez más selectivos.

Las compañías que negociaron “acuerdos voluntario­s” de precios, lo hicieron a cambio de zanahorias ofrecidas por Massa, como autorizaci­ones para pagar importacio­nes al dólar oficial y líneas de crédito para aumentar la producción. Pero en el resto, como lo reveló una encuesta de la CAC sobre 200 empresas, 85% de las que presentaro­n sus proyeccion­es para 2023 no fueron citadas por la Secretaría de Comercio y esta situación ya afecta su funcionami­ento. Por caso, las juguetería­s debieron vender en Navidad y Reyes los stocks remanentes del último Día del Niño.

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