Un maestro admirado por su estilo y por su visión
En la Argentina, expertos como Gino Bogani y Evangelina Bomparola destacaron su estética y sus características personales
“Para la mujer argentina Paco Rabanne era difícil”, asegura Felisa Pinto. Cuando la periodista de moda que marcó un estilo en los años 60, desde la primera fila frente a la pasarela, vio la propuesta de Paco Rabanne, sintió y escribió que estaba ante algo diferente, un aspecto futurista para mujeres que parecían habitantes de otro planeta recién aterrizadas en una nave espacial. “Yo transmitía exactamente lo que percibía desde mi formación cultural sólida y mi espíritu romántico. Por este último, me costaba asimilar la moda de Rabanne y le di poca bolilla; me pareció que era una aventura más y que no iba a durar nada. Bueno, gracias a sus perfumes duró bastante y se hizo millonario, no por su ropa”, reconoce Pinto y confiesa que extraña horrores su frasco de Calandre, la única fragancia que usó por años.
Lo conoció en 1966, época en la que la alta costura estaba protagonizada por Yves Saint Laurent y Christian Dior. “Rabanne irrumpió con algo que era el polo opuesto –explica–. Quiso imponer una estética de ciencia ficción, trabajaba la indumentaria como si fuera diseño industrial y desde una perspectiva modernista. Era un tipo muy inteligente y dueño de esa chispa española que le daba una gracia sin igual”.
Ese comentario sobre la personalidad de Paco Rabanne hace el modisto Gino Bogani, que estuvo en más de una ocasión junto a él. La primera vez fue cuando ambos presentaron sus colecciones en el Congreso Internacional de la Moda en Cuba, junto a Pucci y Gianni Versace. Luego coincidieron en distintos desfiles y compartieron comidas en las visitas de Paco a Buenos Aires, en restaurantes y en la mesa de Mirtha Legrand. “Era un hombre muy simpático, muy español –dice Gino–. A mí, cuando la originalidad no embellece, no me parece interesante. Pero lo que hacía Rabanne era completamente nuevo y sentador. Una moda divertida y, sobre todo, completamente coherente con todo el movimiento social y cultural de ese momento”. Y agrega: “Siempre miré con admiración su trabajo, aun cuando no tenía nada que ver con mi estilo. Fue único como diseñador”.
Evangelina Bomparola remonta a su infancia y cuenta que era muy chica cuando su abuela le señalaba el quién es quién en la moda. Recuerda la impresión que le causaba Paco Rabanne: “es un chiflado”, pensó al enterarse de que él decía hablar con extraterrestres y alucinaba con la idea de que desde el futuro le traían esas figuras plateadas que formaban vestidos con espejos. “Cuando en abril del año pasado vi su local de nuevo floreciente en París, el de Avenue Montaigne, encontré en sus percheros esos vestidos emblemáticos de escamas plateadas, lentejuelas y carteras con chapitas en un revival que era muy acorde al tiempo actual”, dice Evangelina en diálogo desde Francia, a punto de participar en la nueva edición de Première Vision Paris. “Paco Rabanne representó en mí y en mi generación de diseñadores la idea de innovación, ese impulso a romper estructuras. Hizo un aporte invalorable a la moda”, rescata.
Andrea Saltzman, catedrática de diseño de indumentaria, puntualiza sobre esta contribución: “Fue capaz de hibridar un nuevo lenguaje, de reflexionar con sus creaciones acerca de la materialidad como parte de una cultura y de un tiempo determinados. Lo interesante es que no se separó del arte y el campo estético sino que creó a partir de allí y lo volvió accesible”. Acerca del espíritu futurista de Paco Rabanne apunta: “Las formas de los visionarios anticipan el futuro, pero ponen en el presente lo que es propio de ese tiempo. Rabanne la tecnología y posibilidad de configuración disponibles (como los plásticos, el metal) y los llevó a otro plano, sin repetir lo ya hecho sino descubriendo su potencial aún no explorado”.
Paco Rabanne transgredió límites de disciplinas. Marcelo Marino, historiador del arte especializado en moda y autor de Eva frente al espejo, analiza su vínculo con las expresiones en la región: “Su interés por las geometrías y la manufactura puso a este diseñador en diálogo con las artes en general y con una comunidad de artistas donde van a insertarse argentinos como Julio Le Parc, con quien tuvo vínculo, y con la galerista Denise René que reunió a latinoamericanos del arte óptico y cinético. Rabanne se emparenta con estas líneas en las piezas manufacturadas y suma la habilidad de ver en estas geometrías, a priori a contrapelo con el cuerpo, la posibilidad de participar en lo orgánico”.