Explosión de color: dónde descubrir el árbol del verano
Originario de China, el crespón porteño es uno de los ejemplares con mayor presencia en la ciudad y seguirá en flor hasta fin de mes
El árbol de origen oriental que se roba todas las miradas está en plena floración. Rosa, fucsia, violeta o blanca, la flor del crespón porteño domina el paisaje urbano. Pero a diferencia del jacarandá, que en noviembre tapiza las principales avenidas, este arbusto mediano elige los barrios y prioriza pasajes o calles de veredas angostas. De Caballito a Villa Urquiza, de Parque Chacabuco a Villa Devoto, la ciudad cuenta con más de 11.800 ejemplares distribuidos en forma aleatoria. Vinieron de la China, pero nadie sabe a ciencia cierta cómo llegaron a Buenos Aires.
Según el gobierno porteño, el primer crespón apareció en la Plaza Herrera, corazón de Barracas, a fines del siglo XIX. Prendió tan bien que varios gajos llegaron al Jardín Botánico, el pulmón verde de Palermo que diseñó el paisajista Carlos Thays.
Hoy integran la lista de los 10 árboles más vistos de la trama urbana. “Después de fresnos, plátanos, ficus, tilos, paraísos y jacarandás, es la séptima especie con mayor presencia en nuestras veredas”, señaló Julia Domeniconi, secretaria de Atención Ciudadana y Gestión Comunal de la Ciudad. La ruta del crespón se planta fuerte en la Comuna 11, con más de 1700 ejemplares detectados entre Villa General Mitre, Villa Devoto, Villa del Parque y Villa Santa Rita. Y también en buena parte de las calles de Villa Real, sobre todo en la Avenida Lope de Vega. Aunque dispersos, los árboles que también se conocen como lagerstroemias índicas, le regalan sus ramilletes coloridos a las calles de Flores, Parque Chas, Belgrano, Colegiales y Coghlan.
Procedente de Asia, de regiones de China, Corea, península de
Indochina y Japón, hoy es la gran apuesta del Plan Maestro de Buenos Aires por su impacto ornamental, aun cuando no está en flor, ya que se trata de un árbol fuerte y resistente.
Se caracteriza por flores de pétalos encrespados de colores y su corteza también es llamativa: clara y tersa, parecida a los arrayanes con tonos amarillos y naranjas. Se lo distingue fácil, su copa redondeada presenta ramas abiertas. Por el formato de las flores –similares a las que se arman con papel crepé– se lo bautizó crespón.
“Si bien no llegan a constituir corredores continuos, sí aparece salpicando nuestra veredas con una nota de intenso color”, resume el ingeniero agrónomo Jorge Fiorentino, gerente operativo de Mantenimiento del Arbolado de la Ciudad.