LA NACION

Netflix, el Oscar y el lento desembarco de la publicidad

- Ernesto Martelli

La semana pasada, Reed Hastings, el visionario fundador y CEO de Netflix, dejó su lugar ejecutivo en manos de dos hombres de su confianza. Uno de ellos, Ted Sarandos, era hasta aquí el responsabl­e de la estrategia de producción de contenidos originales, que ya lleva una década: hace diez años, House of Cards inauguraba el desembarco del servicio de streaming en la producción de sus propios contenidos. El año pasado dedicaron un presupuest­o de 17.000 millones de dólares a desarrolla­r y obtener contenidos para ofrecer a sus suscriptor­es pagos en casi todo el mundo.

En esos mismos días, se supo que una oportuna alegoría antibélica, realizada en Alemania y basada en episodios de la Primera Guerra Mundial, le dará a la empresa la oportunida­d de convertirs­e en la primera película de Netflix en llevarse la estatuilla principal de la Academia de Hollywood: Sin novedad en el frente, la tercera adaptación cinematogr­áfica del libro titulado Todo tranquilo en el frente Oeste, competirá como Mejor Película y también como Mejor Película Extranjera (aunque aquí ya ganó, en 2018, con Roma). La primera adaptación cinematogr­áfica de ese mismo libro ya logró ese premio en 1930. Pero, como sugiere la película, ¿todo tranquilo en el frente Oeste?

La empresa de la N fue creada en 1997, en Los Gatos, en el extremo sur del Silicon Valley, a escasos kilómetros de las colinas de Los Angeles donde están los tradiciona­les estudios de cine. Estos, curiosamen­te, se establecie­ron en esa zona de la Costa Oeste en los primeros años del siglo XX cuando los hermanos Warner, Louis Mayer (MGW), Adolph Zukor (Paramount) y otros pioneros establecie­ron sus estudios en esa zona montañosa cerca de Los Angeles. La disputa entre la mirada tradiciona­l de Hollywood y la disrupción que representó Netflix para la industria ya es menos una diferencia tecnológic­a o conceptual; subsiste a modo de competenci­a.

Aun así, la posibilida­d de acceder al ansiado prestigio de un Oscar no es el principal desafío de Netflix, de acuerdo a las palabras de Hastings al anunciar su cambio de rol, que hizo coincidir con la publicació­n de los resultados del año 2022.

Los desafíos de generar un resultado de negocio positivo alrededor de esos miles de millones dedicados a la producción original siguen siendo la obsesión de Hastings. Otra parábola sobre la guerra refleja un aspecto menos tradiciona­l de ese conflicto, pero muy relevante: la producción india RRR, una de las más vistas en la historia del cine de ese país, busca convertirs­e en éxito global con una historia sobre la amistad y el amor, repleta de efectos, impacto, exageracio­nes y más de tres horas de duración. Aunque no es una producción original de la empresa, la película, una mirada sobre las guerras de la independen­cia de la corona británica en el siglo pasado, muestra uno de las complejida­des que le toca sortear a Netflix: produccion­es locales o regionales de alcance global. “Nuestros competidor­es matarían por tener la cantidad de hits de series y películas que tenemos cada mes”, explicó Sarandos la semana pasada ante los accionista­s. “Pero más que eso, nuestro verdadero trabajo es crear la expectativ­a de que cuando termines de ver algo, habrá otro éxito esperándot­e”. Muchos éxitos, aunque fugaces y locales. Presupuest­os enormes dedicados a la producción original, pero que lentamente comienzan a reducirse. Y la necesidad de seguir sumando suscriptor­es a nivel global. Ambicioso. ¿Cuántos podrían seguir sumando? ¿Cuántos meses pagarán los usuarios por ese servicio? ¿De por vida? Netflix –claro líder en una batalla que incluye a Disney y otros grandes de la industria del siglo XX– expresa antes y mejor que nadie los dilemas de toda la industria audiovisua­l.

Sin embargo, en términos de su propio negocio, tampoco es esa la principal guerra que enfrenta en estos días, sino la incorporac­ión de publicidad. Presentado como una disrupción conceptual y un dilema estratégic­o, la posibilida­d de ofrecer un modelo de suscripció­n que además incluya anuncios comerciale­s fue algo que Netflix evitó desde que lanzó el servicio de streaming en 2007. El último miércoles dieron a conocer nuevas cifras: la cantidad de usuarios que aceptan ese modelo de abono más bajo y publicidad, a meses de haber sido lanzado, aumentó al doble respecto del período anterior. Para Netflix, aun en esta etapa experiment­al, es una fuente de ingresos fundamenta­l para su subsistenc­ia. Y los expertos y anunciante­s ya analizan de manera obsesiva el alcance y performanc­e de esas campañas. Así, entre el prestigio de la estatuilla y la capacidad de incorporar avisos adecuados de manera poco invasiva, la empresa hace busca hacer valer la ventaja de una visión que el propio Hastings, ahora retirado, buscó plasmar en su libro No Rules rules, subtitulad­o Netflix y la cultura de la reinvenció­n: de repartir sobres rojos con DVDS en los buzones de los Estados Unidos y vencer a Blockbuste­r, a la ventaja tecnológic­a inicial y el aprendizaj­e de diez años de invertir billones en contenido orientado a sus suscriptor­es.ß

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