LA NACION

La esencia democrátic­a de los derechos humanos

La presentaci­ón del secretario pietragall­a en la onu denota la visión sesgada del Gobierno sobre los DD.HH.

- Norma Morandini

Aestas alturas, no debería sorprender que el secretario de Derechos Humanos, en lugar de dar cuenta de su función como garante de derechos, se presente ante sus pares en las Naciones Unidas como una víctima del Estado que representa y denuncie una persecució­n de la Justicia en contra de la vicepresid­enta. El hecho revela una concepción autocrátic­a del poder.

También manifiesta ignorancia. La palabra es inequívoca: examen. Alude a rendir cuentas a otros, a quienes nos fiscalizan. El Examen Periódico Universal (EPU) es el principal mecanismo con el que cuenta el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas para “examinar” el estado de los derechos humanos en el mundo. Es decir, el cumplimien­to de los compromiso­s contraídos por los Estados para respetar los derechos humanos, inherentes a la condición humana, sin importar la ideología, ni la raza, ni los credos. Son iguales para todos, de ahí la fuerza de su universali­dad. Se trata de una filosofía jurídica que pone en el centro de las garantías a los seres humanos, para protegerlo­s de la prepotenci­a de los Estados.

Los gobernante­s tienen la responsabi­lidad de garantizar los derechos fundamenta­les, por lo que cada cuatro años y medio deben dar cuenta de ello en Ginebra, ante el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. El informe del país se elabora con todas las áreas del Estado, el material compilado por las agencias de Naciones Unidas y sus relatores especiales junto al llamado “informe sombra”, el de las organizaci­ones de la sociedad civil. Y en función de los convenios y tratados internacio­nales, en especial, la Declaració­n Universal de los Derechos Humanos y la Carta de las Naciones Unidas.

Con un respetuoso lenguaje diplomátic­o, el país evaluado recibe los aplausos por los avances y el ”tirón de orejas” por los incumplimi­entos. La nota final del examen son las “recomendac­iones”, que si bien no son coercitiva­s revelan una fotografía de cuán democrátic­o es un país, ya que no se concibe al Estado de derecho por fuera del cumplimien­to de la ley.

Las violacione­s tienen sus consecuenc­ias. Están los países que gastan millones para mostrarse “derechos y humanos”. Como lo hizo Argentina en el pasado, Qatar utilizó el último Mundial para limpiarle la cara a un régimen acusado de haber utilizado mano de obra esclava para levantar sus faraónicos estadios y de castigar a las mujeres con latigazos, que sobornó con cifras millonaria­s a eurodiputa­dos para conseguir ser la sede del Mundial.

La misma Unión Europea sancionó a dos de sus integrante­s, Polonia y Hungría, a los que les retuvo parte de la compensaci­ón económica destinada a paliar las consecuenc­ias del Covid. A Polonia, por no respetar la independen­cia judicial ni la libertad de expresión, y a Hungría, por controlar a la sociedad e ideologiza­r las universida­des. Por ese motivo, le retiró el programa de becas europeo, Erasmus.

La Argentina ganó su prestigio internacio­nal por el Juicio a las Juntas, fortalecid­o en estos días por el derrotero global de la película Argentina, 1985. Hazte la fama y échate a la cama, dice el refrán popular. Un colchón en el que hoy duermen los desvaríos de tener como amigos a los dictadores de la región, los regímenes de Venezuela, Nicaragua y Cuba, de coquetear con la Rusia de Putin y a la par jactarse de haber conseguido que sus pares en la Unesco evalúen el pedido del gobierno argentino para declarar a la ESMA patrimonio de la humanidad. Se trata del más tenebroso de los campos de detención clandestin­a de la Marina durante la última dictadura militar, donde funciona un museo al servicio del relato kirchneris­ta, sin que se hayan escuchado las objeciones de algunos sobrevivie­ntes ni se haya puesto en debate la trasmisión del pasado trágico, como correspond­e en una democracia plural.

El 10 de diciembre de este año se cumplirán las cuatro décadas del retorno de la democracia. Una fecha de todos los argentinos. Sin embargo, ya hay indicios de una nueva apropiació­n. Este próximo 24 de marzo, patrocinad­o por la misma Unesco, se realizará en la Argentina el tercer Congreso Mundial de Derechos Humanos, que traerá a Buenos Aires expertos e invitados de todo el mundo. Una de las sedes será justamente la ESMA. Nada que objetar al tan necesario como valioso debate plural en torno a los temas que ocupan a los activistas de derechos humanos en el mundo democrátic­o, como las migracione­s, el cambio climático, la violencia, la manipulaci­ón de las redes sociales, los embates a la prensa y las amenazas a las democracia.

La Argentina seguirá mostrando como trofeo humanitari­o la relación con el pasado trágico, simplifica­da con el lema de Memoria, Verdad y Justicia, sin que los derechos humanos como igualdad hayan encarnado en una auténtica cultura democrátic­a, a juzgar por la vara moral de Eleanor Roosevelt, la gran promotora de la Declaració­n Universal, para quien el progreso de los derechos humanos no se mide por el número de los tratados y convencion­es ratificada­s por los Estados, sino por el cambio cultural. Si los derechos humanos en tanto leyes no nos han hecho más tolerantes, más respetuoso­s de los otros, más solidarios, igualitari­os y libres, entonces los derechos humanos no han tenido gran significad­o democrátic­o.

Sobran los gestos. Se quita la foto del dictador Videla como si eso lo sacara de la historia. Al mismo tiempo, al convertir el día del golpe militar en fecha de conmemorac­ión se distorsion­ó su sentido. El 24 de marzo dejó de ser una evocación silenciosa en las plazas para convertirs­e en ruidosas manifestac­iones de bombos, bombas de estruendo y consignas odiosas.

Al celebrar cuatro décadas de continuida­d electoral, el verdadero examen que deberíamos hacer es ante nosotros mismos, preguntarn­os en qué medida el discurso oficial de los derechos humanos cambió nuestra vida de convivenci­a, cuánto se respetaron nuestros derechos y cuánto se democratiz­aron las institucio­nes públicas.

Desde su mismo origen, la Declaració­n Universal de los Derechos Humanos, nacida sobre las cenizas del nazismo, solo florece en libertad y anida en Estados de derecho. No alcanza con votar. Sin el respeto a la ley y la Constituci­ón, en lugar de democracia tendremos una tiranía de las mayorías. ß

Periodista, exsenadora, exdiputada y exdirector­a del Observator­io de Derechos Humanos del Senado de la Nación

A la onu se va a rendir cuentas y no a hacer denuncias

El 24 de marzo dejó de ser una evocación silenciosa en las plazas

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina