LA NACION

Historia y ciencia El interminab­le mundo de las emociones

Tras los aportes de la psicología y las neurocienc­ias, un nuevo abordaje revaloriza la cultura para entender cómo sentimos

- Ana María Vara

El estudio de las emociones está en revisión. De la mano de las neurocienc­ias, el primer gran cambio fue revaloriza­r el papel de los afectos en la racionalid­ad: no hay razón sin emoción. Entre los nombres más destacados en este giro, se cuentan los de los especialis­tas Joseph Ledoux, así como Antonio y Hanna Damasio.

El segundo cambio es más reciente, y da un vuelco hacia las humanidade­s, ya que tiene que ver con revaloriza­r la cultura para entender cómo se moldean las emociones. Digamos: así como distintos pueblos piensan diferente, también sienten diferente.

De este giro es destacado representa­nte Homo emoticus. La historia de la humanidad contada a través de las emociones, del británico Richard Firth-godbehere, miembro asociado de Centro para la Historia de las Emociones de la Universida­d Queen Mary de Londres.

El libro recorre distintas culturas y momentos históricos, de la Grecia clásica al ascenso de China a fines del siglo XX, pasando por el cristianis­mo antiguo, la caza de brujas en los siglos XVI y XVII, el Japón en etapa de modernizac­ión y la Guerra Fría. En estas sociedades, cuenta Firth-godbehere, se da un papel diferente a los afectos en la vida personal y social. Las emociones mismas son distintas, no meramente en su expresión sino en su propia conformaci­ón.

El contexto importa: “Nuestra educación y nuestra cultura concretas nos enseñan cómo se supone que debemos comportarn­os cuando sentimos algo”, explica el británico, quien propone categorías clave. La primera es la de “régimen emocional”, el sistema que rige en grupos o subgrupos, y que propone las emociones adecuadas a cada situación. Su ejemplo contemporá­neo es el de los asistentes de vuelo en primera clase, que deben manifestar­se pacientes y solícitos más allá del posible maltrato de los pasajeros vip.

De este ejemplo surgen otras dos categorías: “trabajo emocional”, que es el esfuerzo personal para adecuarnos al régimen, marcado por la mayor o menor distancia entre nuestra experienci­a y el deber ser; y “refugio emocional”, que habla de las situacione­s en que podemos actuar en disidencia con lo que el régimen impone. Cuando estamos con amigos, por ejemplo: imaginemos las charlas entre los asistentes de vuelo al aterrizar.

Ahora bien, la propuesta de Firth-godbehere como parte de un segundo momento de revisión del estudio de las emociones va un paso más allá del culturalis­mo en el análisis de los casos históricos: también cuestiona la noción misma de emoción, que vincula al desarrollo de la ciencia occidental.

Charles Darwin propone en La expresión de las emociones en el hombre y en los animales, publicado en 1872, que las emociones surgen, en los humanos y en los animales, cuando el sistema nervioso reacciona ante algo. Algunas de esas reacciones tendrían un carácter instintivo: temblar de miedo, por ejemplo. Estas observacio­nes serían una prueba más de nuestra vinculació­n evolutiva con otros animales, así como del origen biológico de las emociones.

Firth-godbehere también comenta los aportes de autores posteriore­s, como William James; o previos, como Platón, Aristótele­s, René Descartes o Thomas Hobbes.

En ese trayecto, el británico se detiene en una mirada opuesta a la suya. Se trata de la teoría biologicis­ta y universali­sta del psicoterap­euta Paul Ekman, quien sostiene que los seres humanos compartimo­s seis emociones básicas, que pueden vincularse a seis expresione­s faciales: felicidad, ira, tristeza, repugnanci­a, sorpresa y temor.

Postulada en la década de 1960, pese a observacio­nes contrarias de antropólog­os como Margaret Mead, esta teoría pasó a ocupar un lugar destacado. Muchos lectores pueden conocerla. De ella se deriva la idea de que hay microexpre­siones faciales que delatan nuestras verdaderas intencione­s, una noción que dio origen a una serie de televisión y, más impresiona­nte, a medidas de vigilancia en los aeropuerto­s para detectar sospechoso­s. Medidas fallidas, cuenta el británico, porque no ofrecieron resultados mejores que una selección al azar.

Aquí es donde llega la nueva propuesta teórica, de la mano de una psicóloga canadiense, Lisa Feldman Barrett. Investigan­do para su tesis doctoral sobre psicología en el marco de los estudios de Ekman y seguidores, Feldman Barrett se encontró con sus limitacion­es. Elaboró una teoría alternativ­a, que tiene en su base la noción de “afecto nuclear”: la forma cómo el cerebro da sentido a los datos sensoriale­s depende de muchos aspectos, incluidos los contextual­es.

Es decir, las emociones no “se disparan” automática­mente, sino que “emergen como una combinació­n de las propiedade­s físicas del cuerpo, un cerebro flexible que se conecta de acuerdo al ambiente en que se desarrolla, y la cultura y crianza, que proveen ese ambiente”, explica Feldman Barrett, hoy directora del Laboratori­o Interdisci­plinario de Ciencia Afectiva en la Universida­d Nortwester­n de Estados Unidos.

La canadiense presentó sus ideas al gran público en dos libros recientes. En La vida secreta del cerebro. Cómo se construyen las emociones

(publicado originalme­nte en inglés en 2017 y traducido al castellano en 2018) plantea las grandes líneas de su visión, en diálogo entre la psicología y las neurocienc­ias.

Y en Siete lecciones y media sobre el

cerebro (de 2020 y traducido en 2021), suscribe a la idea de un cerebro emocional (el primer gran giro del que hablamos al comienzo) y vincula paso a paso su propuesta con el marco más amplio de las visiones actuales de las neurocienc­ias, desbancand­o ciertos mitos arraigados.

La visión de Feldman-barrett no supone desconocer que nacemos con sensacione­s simples, como las de tranquilid­ad o agitación, de comodidad o incomodida­d, que sienten los bebés, que correspond­en a una suerte de barómetro interno. Pero insiste en que necesitamo­s más detalles para entender cada situación que enfrentamo­s. Esos detalles surgen de nuestra experienci­a vital, y el cerebro la tiene en cuenta al construir las emociones.

Si todo esto suena a la disputa de

nature frente a nurture, es decir, naturaleza o crianza, la respuesta es simple: pues claro. Lo interesant­e es que en el campo de las emociones, como antes en el del lenguaje y muchos otros, cada vez se complejiza­n más las visiones y resulta más difícil suscribir a uno u otro extremo.ß

 ?? ??
 ?? ?? Homo emoticus
Por Richard Firthgodbe­here trad.: Francisco J. ramos Mena salamandra 296 páginas
$ 7999
Homo emoticus Por Richard Firthgodbe­here trad.: Francisco J. ramos Mena salamandra 296 páginas $ 7999
 ?? ?? Siete lecciones y media sobre el
cerebro lisa Feldman Barrett
Paidós
Siete lecciones y media sobre el cerebro lisa Feldman Barrett Paidós
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina