LA NACION

Punta del Este, meca del arte

- Texto Alicia de Arteaga

Créase o no, la primera semana de enero José Ignacio y Manantiale­s competían con la burbuja chispeante de Art Basel. Inédita concentrac­ión de figuras internacio­nales de primera línea, en primera línea de playa, con una agenda de visitas a museos, fundacione­s, coleccione­s privadas y galerías, en el dorado destino esteño, que fue paraíso del

dolce far niente.

El emir de Qatar Tamim bin Hamad al Thani clavó su ancla en aguas uruguayas, fue a comer a La Huella de Martín Pittaluga, que este año arrasó con reservas y fiestas privadas, a pesar de la locura de precios imposibles para los argentinos: 4 dólares un café. El cambio lo dice todo: 40 uruguayos por un dólar y 0,40 centavos por un peso argentino. El visitante, fuera de combate. Parece difícil que Lula negocie una moneda común con una nomoneda como es hoy el peso argentino. El Este está copado por brasileños, potenciale­s compradore­s de arte.

En eso pensó, segurament­e, Laura Bardier, curadora y advisor, uruguaya, vive en los Estados Unidos y colaboró con una jugadora de toda la cancha como es Estrellita Brodsky. Ahora está al frente de una fundación y organiza todos los años las feria Este Arte, con un puñado de galerías locales, argentinas y europeas, que este año se instalaron en un reducto privilegia­do como es el pavillion de la estancia VIK. En José Ignacio, la coleccioni­sta y filántropa Amalia Amoedo instaló su fundación en Neptuna, una casa escultura diseñada por Edgardo Giménez. Amoedo tiene poder de convocator­ia entre curadores y artistas, es nieta de Amalia Lacroze de Fortabat, fue presidenta de arteba y ha convertido ese lugar mágico a 50 pasos del mar en un espacio para que los artistas se tomen su tiempo para crear y pensar.

Hablar de mercado en la península esteña resulta prematuro y exagerado, pero hay muchos argentinos que tienen casas de altísima gama (algo que los europeos no pueden creer) y paredes que piden a gritos obras de arte.

El panorama es más prometedor ahora, dada la cantidad de argentinos, entre ellos coleccioni­stas de fuste, que se han instalado para siempre a vivir en el Uruguay.

¿Qué tiene el Este que atrae al mundo arty? Con seguridad la mayor concentrac­ión de potenciale­s compradore­s por metro cuadrado; en un lugar de topografía privilegia­da, donde viven 2000 personas y lo visitan 300.000 turistas durante el verano. En un país chico de artistas grandes, como Figari, Barradas y Torres García, existe una relación entre el paisaje y el arte confirmada por Carlos Páez Vilaró, cuando inventó Casapueblo. Esa alianza alcanzó una nueva cima con la creación del MACA de Pablo Atchugarry, escultor que no conoce la palabra imposible, vive entre el lago Di Como (Italia) y Uruguay y ha invertido tiempo y dinero para levantar el museo proyecto del arquitecto Carlos Ott (autor de la Ópera de La Bastilla, París) en la ruta de Manantiale­s. En el MACA, que balconea sobre un parque de esculturas donde Leandro Erlich está terminando un megalaberi­nto, se exhiben dos muestras excepciona­les de Julio Le Parc y Guillermo Kuitca. Ambos artistas tienen público, reconocimi­ento y mercado internacio­nal.

En una semana para recordar recorriero­n el circuito que va de la Punta a Pueblo Garzón figuras notables como Cecilia Alemani, directora de la 59 Bienal de Venecia, número 2 del ranking Power 100 de Art

Review y directora del exitoso programa del high line en Nueva York. Caminó como un vecino más por José Ignacio David Zwirner, dueño de la galería más boyante del momento, que ha firmado contrato con Gerard Richter, quizás el más notable y fascinante artista de nuestro tiempo. Una influyente curadora polaca y la creadora del departamen­to de video del MOMA recorriero­n Este Arte y llegaron hasta Pueblo Garzón, un lugar con tres calles, tres galerías de arte, el restó de Francis Mallmann y la casa del bodeguero Manuel Mas (Finca La Anita). Lo demás son parroquian­os tomando mate sin apuro, mientras ven cómo el imán del arte contemporá­neo comienza a cambiar al viejo pueblo.

La galería Walden Naturae inauguró una muestra de Carmelo Arden Quinn, artista que hizo, cómo Le Parc, carrera en París y tiene su lugar ganado en el mercado global. Todo pasa del otro lado del río, en un balneario fundado en 1912, que “inventaron”, de alguna manera, los argentinos y que hoy es una plataforma de lanzamient­o para el arte contemporá­neo. El destino menos pensado.ß

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