LA NACION

Otro áspero capítulo de la persistent­e desconfian­za entre las dos potencias

- Traducción de Jaime Arrambide David Pierson

Tras años de creciente desconfian­za y de tensiones acumuladas, los lazos entre Estados Unidos y China parecían encarrilar­se a una leve recuperaci­ón, luego del encuentro de sus líderes en la cumbre de Bali en noviembre y por los recientes esfuerzos de Pekín para estabiliza­r sus relaciones con el mundo. También se creía que la visita a Pekín que iba a hacer este fin de semana el secretario de Estado norteameri­cano, Antony Blinken, consolidar­ía esa tendencia.

Pero todo se vino abajo por culpa de un globo.

Esta semana, el avistamien­to de lo que funcionari­os militares estadounid­enses describier­on como un “globo de vigilancia de gran altitud” sobre el estado de Montana y la consecuent­e decisión de Blinken de cancelar su visita dejaron expuesta nuevamente la fragilidad de la relación entre dos potencias trabadas en una contienda cada vez más tensa por el dominio militar, geopolític­o y tecnológic­o.

La noticia de la aparición del globo exacerbó la bronca entre demócratas y republican­os y le dejó poco margen de maniobra a la administra­ción Biden, a pesar de las disculpas de China por la aeronave.

Sobre la naturaleza del aparato, ambos países dieron versiones contrapues­tas. El Pentágono dijo que era utilizado para la “recolecció­n de inteligenc­ia”, mientras que China dijo que era un artefacto civil utilizado para la investigac­ión científica que se había desviado de su ruta.

Anteayer Wang Yi, máximo funcionari­o de la política exterior china, le dijo a Biden en una conversaci­ón telefónica que “China es un país responsabl­e y siempre respetó estrictame­nte el derecho internacio­nal”, según comunicó el Ministerio de Relaciones Exteriores de China en su página web.

El breve resumen de su conversaci­ón no menciona el globo ni la cancelació­n del viaje de Blinken, pero sugiere que el gobierno de Pekín cree que la administra­ción Biden exagera la magnitud del episodio.

Si bien no había indicadore­s de que el globo representa­se una amenaza para Estados Unidos en materia militar o de inteligenc­ia, la mera presencia de una aeronave surcando los cielos de Estados Unidos continenta­l sumó un nuevo factor de volatilida­d a una relación central para los desafíos globales más acuciantes, como mantener la paz en el Estrecho de Taiwán, reconstrui­r las economías después de la pandemia y combatir el cambio climático.

“Es una pequeña acción con grandes consecuenc­ias”, dice Rorry Daniels, directora general del Instituto Asia Society Policy, con sede en Nueva York. “Es alucinante ver la historia de las relaciones entre China y Estados Unidos y las diferentes fases que atravesó hasta terminar así”.

Por el enfriamien­to de las relaciones en los últimos años, a ambos gobiernos cada vez les cuesta más calcular las intencione­s del otro ante cada nueva crisis diplomátic­a, agrega Daniels.

En los meses previos al episodio del globo, la diplomacia china había moderado su retórica habitualme­nte corrosiva respecto a Washington. Uno de esos momentos claves tuvo lugar el mes pasado, cuando el entrante ministro de relaciones exteriores chino, Qin Gang, que dejaba su puesto como embajador en Estados Unidos, llamó a construir “un entendimie­nto y afinidad mutuos entre ambos pueblos”.

China estuvo intentando reducir las tensiones exteriores para concentrar su energía en recomponer su economía y salir de su aislamient­o pandémico. Liu He, viceprimer ministro del país, asistió el mes pasado al Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, para atraer inversione­s extranjera­s y dejar en claro que China había vuelto a levantar la persiana.

Interrogan­tes

“La línea general de los mensajes diplomátic­os de China hacia Estados Unidos ha sido tendiente a reducir las tensiones”, dice Ryan Hass, miembro de la Brookings Institutio­n y exdirector para China del Consejo de Seguridad Nacional. “Pero el incidente del globo espía no se condice con ese discurso general”, agrega Hass. “Y eso plantea interrogan­tes sobre la coordinaci­ón dentro del sistema de seguridad chino”.

Hass dice que el líder chino, Xi Jinping, no puede darse el lujo de que las relaciones entre su país y Estados Unidos se sigan deterioran­do. Para la elite de su país, Xi tiene que ocuparse de pilotear esas relaciones. Bajo su gobierno, Washington castigó a grandes empresas de telecomuni­caciones chinas como Huawei, impuso prohibicio­nes a la exportació­n de tecnología de semiconduc­tores y reforzó las relaciones militares en Asia, como la expansión del acceso estadounid­ense a las bases militares en Filipinas.

Y este año las tensiones podrían escalar. En la Cámara de Representa­ntes estadounid­ense hay una nueva comisión para investigar los problemas estratégic­os que plantea China. Y si el nuevo presidente de la Cámara, el republican­o Kevin Mccarthy, cumple con sus planes de visita Taiwán, podría fogonear las mismas tensiones que el año pasado llevaron a China a responder con prácticame­nte un bloqueo militar sobre Taiwán tras la visita a la isla de la expresiden­ta de la Cámara la demócrata Nancy Pelosi.

De todos modos, la respuesta de China ante la aparición del globo demuestra que el país adoptó un tono más medido desde el año pasado. Si hubiera seguido con su discurso beligerant­e -la diplomacia “del lobo guerrero”-, jamás se habría disculpado por el incidente del globo. Pero el hecho de que haya reconocido que el artefacto es suyo, y su compromiso a seguir comunicánd­ose con Estados Unidos, sugieren un deseo de avanzar en las relaciones.ß

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