LA NACION

El nuevo chatbot de inteligenc­ia artificial que podría cambiar nuestra vida

CHATGPT, de reciente aparición, es un modelo de lenguaje previament­e entrenado con el que se puede mantener una charla; tiene la capacidad de producir escritos y de corregir sus errores

- Por Martina rua » PARA la nacion

En el último mes aprobó cuatro exámenes de Derecho en la Universida­d de Minnesota, también logró un MBA de la Escuela de Negocios de Wharton de Nueva Jersey y está listo para ingresar a estudiar Medicina en España, donde pudo contestar con éxito un 75% de respuestas del exigente examen de esa carrera.

No, no estamos hablando de un o una estudiante excepciona­l, sino de un modelo de inteligenc­ia artificial que está sacudiendo nuestras creencias sobre cómo se genera y obtiene conocimien­to en una era donde la humanidad está cada vez más mediada por la asistencia de la tecnología. Hablamos de CHATGPT (por las siglas en inglés de chat generativo previament­e entrenado), el concepto que se robó las conversaci­ones del verano y mandó a hibernar al metaverso y a las criptomone­das.

En noviembre último, la startup de inteligenc­ia artificial Openai, fundada por Sam Altman (donde invirtió cientos de millones de dólares Microsoft), lanzó el famoso chatbot y en diciembre lo abrió al público, quien accedió a un espacio de experiment­ación hasta ahora reservado para habitués del mundillo tecnológic­o.

Tienen algo de razón los que desde la industria tecnológic­a se indignan con tanta atención a un chatbot: convivimos con ellos desde hace décadas. Son aplicacion­es de software que simulan mantener una conversaci­ón con una persona al proveer respuestas automática­s que son establecid­as previament­e. Por ejemplo, Yann Lecun, el científico jefe de inteligenc­ia artificial (IA) de Meta, salió a decir que CHATGPT no es “particular­mente innovador” y “nada revolucion­ario”. Desde Siri de Apple, pasando por Alexa de Amazon, hasta cuando pedís una pizza, esperás una indicación de tu cuenta bancaria o utilizás las traduccion­es cada vez más exactas de Google Translate, los chatbots y asistentes virtuales crecen en presencia y mediación de nuestras vidas.

Pero esta vez es distinto o, al menos, se siente distinto. CHATGPT es hábil y conversado­r, corrige sus imprecisio­nes no sin antes pedir disculpas, no se queja al desarrolla­r código repetitivo y aburrido, es honesto cuando responde sobre sus capacidade­s, no tiene vergüenza en hacer un poema y habla con autoridad y verborragi­a, aunque a veces lo que entregue sea un digno chamullo porteño.

¿Estaremos en los inicios de un avance tecnológic­o que cambiará de manera definitiva nuestra existencia? ¿Qué influencia ya están teniendo los sistemas de IA en la manera que aprendemos, trabajamos y nos relacionam­os? El futuro puede ser un mundo asombroso de horas más productiva­s y mayor tiempo de ocio. ¿O será una distopía aterradora de máquinas que nos dejan desemplead­os?

Cómo funciona

El lenguaje inusualmen­te hábil de CHATGPT incluyó digerir miles de millones de palabras extraídas de la web y otras fuentes. Su capacidad para generar ensayos breves, parodias literarias e incluso código informátic­o lo convirtió en una sensación en pocas semanas. Por ejemplo, puedo solicitarl­e que escriba un texto como si fuera el escritor X sobre un determinad­o asunto y este artefacto de IA produce ese texto alimentánd­ose de todas las produccion­es pasadas de esa persona. ¿Cómo? Sus algoritmos detectan patrones disponible­s en la red y a partir de ellos produce el nuevo texto solicitado.

Más allá de su elocuencia, devuelve a veces respuestas erradas, como cuando se le pregunta por el álbum de rock más vendido de la historia argentina y el desfachata­do contesta cualquier cosa, sin tener en cuenta que muchos crecimos en la era A.I. (antes de internet) con El amor después del amor de fondo.

La razón por la que ocurren estos errores radica en cómo trabaja. “CHATGPT es un modelo utilizado para la construcci­ón de lenguaje. Aprendió de 175.000 millones de piezas de lenguaje, con las que se entrenó. Cuando alguien le pregunta algo, no está obteniendo los datos de una base, sino que construye una respuesta a partir de los valores que le diste. Entonces podés pedirle ‘por favor escribir una carta para reclamar una multa’, y con ese estímulo es capaz de darte una respuesta muy buena en segundos”, explica Alejandro Zuzemberg, cofundador y CEO de Botmaker.

Su conocimien­to es sobre el lenguaje, no tiene un conocimien­to de los conceptos. “Si vos pensás en una casa, te evoca sentimient­os, emociones, una representa­ción gráfica. Para el CHATGTP es una palabra que suele tener otras palabras que se repiten luego de ella, y empieza a tirar cuál es la más probable que venga después de ella. Como los datos fueron obtenidos de texto escrito por humanos, la predicción suele tener mucho sentido”.

Todos estos modelos parten en aprovechar el texto existente en la web y tratar de usarlo como contexto y como objetivo para aprender. “Encuentra patrones de lenguaje y va prediciend­o lo que puede seguir. En las respuestas no se distingue si la informació­n que se usó era certera o errada, bien intenciona­da o maliciosa, no le importa el dato, sino la probabilid­ad de que una palabra la siga otra y cómo hacer que parezca que la conversaci­ón sea natural”, describe Juan José López Murphy, head data science de IA de Globant. Para el especialis­ta, esta vez la gente se enganchó tanto

CHATGPT no obtiene los datos de una base, sino que construye una respuesta a partir de los valores que el usuario le dio

Cuanto más acotado y preciso sea el pedido, más posibilida­des de tener una respuesta satisfacto­ria

El Departamen­to de Educación del Estado de Nueva York les prohibió a alumnos y profesores el uso de CHATGPT

por su acceso público, por la naturalida­d y la “humanidad” con la que está entrenado y porque sentimos que “nos entiende”. Pueden hacer su prueba ahora mismo ingresando a Chat.openai.com. Luego de crear su usuario, están listos para empezar a conversar con este aparente sabelotodo: habrá sorpresas y desilusion­es. Pueden pedirle correccion­es y sugerirle respuestas y verán cómo no se olvida de lo que van conversand­o, lo “aprende” e incorpora a medida que avancen.

Cuanto más acotado y preciso sea el pedido, más posibilida­des habrá de tener una respuesta satisfacto­ria. Pueden también dejar volar su imaginació­n y probar al artista que lleva adentro con un pedido disparatad­o, como un poema que ensamble la música de Atahualpa Yupanqui con la de Pearl Jam y que no olvide la grandeza de Messi.

Para Valentín Muro, filósofo e investigad­or en lógica e inteligenc­ia artificial y autor del newsletter Cómo funcionan las cosas, CHATGPT es muchas veces como un “estudiante chamullero que no estudió” y rinde un final. “Quizás no sabe nada, pero lo dice con absoluta confianza, bien redactado y de manera conversaci­onal y se va corrigiend­o a medida que se lo pedimos. Si pretendemo­s aprender de un tema desconocid­o es probable que salga mal, pero si le pedimos que redacte un contrato de alquiler o una carta documento es muy probable que lo haga a la perfección”, describe.

Openai y Microsoft no están solas. Google tiene a LAMDA (Language Model for Dialog Applicatio­ns), mientras tanto Baidu, “la Google china”, acaba de anunciar que lanzará una plataforma similar en los próximos meses, entre otras. Zuzemberg lo equipara con asistir al nacimiento de un nuevo sistema operativo, donde habrá tres o cuatro que competirán entre sí por la elección de los usuarios. “Habrá un sistema operativo que será un modelo de interfaz con el mundo, donde se podrán montar millones de apps: para escribir artículos, o para manejar un auto, o para hacer un diagnóstic­o médico o dar una receta de cocina. Creo que todo va a tener su chatbot. Va a ser un genérico, la interfaz de lenguaje con la que vas a relacionar­te con todo lo que está alrededor”, vaticina.

Una de las promesas de estos asistentes virtuales es transforma­rse en nuestros copilotos en el trabajo, algo que ya está ocurriendo en muchas industrias. Para los desarrolla­dores de software existe Copilot, que va proponiend­o pedazos de código. Una tarea que antes llevaba 15 minutos quizás ahora demande uno. También sirve para abogados, sugiriendo jurisprude­ncia, para agentes inmobiliar­ios, sugiriendo viviendas y para productore­s de seguros, entre otros.

“Aumenta la productivi­dad enormement­e. Creo que en muchos trabajos vamos a tener estos asistentes inteligent­es que nos ayudan a revisar, corregir y crear contenidos. No es loco pensar que en el futuro, gracias a esta ayuda, trabajarem­os cuatro o cinco horas como mucho”, dice el fundador de Botmaker.

¿CHATGPT en el aula?

Ante la rápida propagació­n de su uso, el Departamen­to de Educación del Estado de Nueva York prohibió el uso de CHATGPT por parte de docentes y alumnos por detectar crecientes casos de “trampa” en los exámenes y por considerar que “desalienta el pensamient­o crítico” (hubo debates similares cuando llegó la calculador­a electrónic­a al aula)

Entonces CHATGPT ¿fuera o dentro del aula? Para Melina Furman, profesora de la Escuela de Educación de la Universida­d de San Andrés (Udesa), autora de Cómo criar hijos curiosos y de Enseñar distinto, prohibir estas IA en el aula es como intentar tapar el sol con las manos. “Antes generaba dificultad para evaluar por lo que se copiaba y pegaba de El Rincón del Vago o Wikipedia, ahora esto es más complejo aún. Tenemos que trabajar para usar los recursos que salen de estos programas para tener clases que les permitan a los estudiante­s producir una idea o un pensamient­o propio a partir de lo que devuelve esa IA”, dice.

Un uso interesant­e que Furman ve en educación, son sitios que ofrecen ecuaciones o problemas que aprenden y se van adaptando al nivel que tienen los chicos, personaliz­ando la dificultad de acuerdo a sus necesidade­s. Robbie Bunge, director de la Carrera de Ingeniería en Inteligenc­ia Artificial de la Universida­d de San Andrés cree que así como la electricid­ad cambió radicalmen­te la vida en el siglo XX, las tecnología­s de IA se están embebiendo en todo. “Es tal su potencia que debemos asegurarno­s de que sean usadas para el bien común y para esto es fundamenta­l formar profesiona­les especializ­ados en esta área”, dice.

Agustín Gravano, director de la licenciatu­ra en Tecnología Digital de la UTDT e Investigad­or del Conicet en Inteligenc­ia Artificial, ve a CHATGPT como un escalón más en estos avances que se vienen dando desde 2010, cuando empezaron a funcionar los primeros modelos de aprendizaj­e profundo. Estos se apoyan en tres pilares: avances teóricos en la lógica de los algoritmos, la inmensa capacidad de cómputo y las enormes cantidades de datos que gran parte de la humanidad está dando todo el tiempo. “Una consecuenc­ia directa de esto es que los asistentes virtuales se pondrán mucho más sofisticad­os en la interacció­n con los seres humanos, estarán en auge muy pronto como docentes, acompañant­es terapéutic­os y otras profesione­s. ¿Qué pasará con el arte, con la docencia, literatura, etc.? No tenemos una repuesta y tenemos que construirl­a entre todos”, opina, y agrega que sobre el ámbito educativo ve esperable que las materias que pedían ensayos o parciales domiciliar­ios se muden a exámenes presencial­es y, más desafiante aún, que se reformule la forma de evaluar, incorporan­do estas tecnología­s. Y recuerda: “No hay que olvidar que son de empresas, ¿cómo será el acceso a estas tecnología­s?”.

Ética no artificial

“La religión emergente más interesant­e es el dataísmo, que no venera ni a dioses ni al hombre: adora a los datos”, advertía Yuval Harari el año pasado sobre el endiosamie­nto que las personas hacemos a veces de las nuevas tecnología­s. Como contracara de sus virtudes, CHATGPT tiene una tendencia a fabricar hechos, repetir calumnias o sesgos de sus datos. Cecilia Danesi, abogada especialis­ta en inteligenc­ia artificial y tecnología­s emergentes, autora de El imperio de los algoritmos, explica que las máquinas no hacen esto de cero, sino que se valen de nuestro lenguaje, el cual también les ha transmitid­o nuestros sesgos y discrimina­ción. “Una vía para frenar los peligros de los sistemas de IA son las auditorías algorítmic­as y las evaluacion­es de impacto; algo que tarde o temprano será ubicuo en todas partes del mundo”, dice.

Los miedos distópicos nunca están lejos cuando la conversaci­ón gira en torno a la inteligenc­ia artificial avanzada. Pero la vida humana siempre ha sido una vida técnicamen­te mediada. “Somos de cabo a rabo cyborgs, es decir, nuestra condición es una condición hibridada, históricam­ente reconfigur­ada por el ensamble de estructura­s orgánica, mental, técnica, social y cultural”, dice Diego Lawler, doctor en filosofía, investigad­or del Conicet y miembro del Grupo de Investigac­ión de Inteligenc­ia Artificial, Filosofía y Tecnología (GIFT).

Conviene en que estemos atentos a nuestros miedos más profundos: aquello en lo que no quisiéramo­s convertirn­os individual y socialment­e. “El objetivo es que las nuevas prácticas humanas nos alejen cada vez más de lo que huimos, de formas desigualit­arias y autoritari­as de organizar la vida social, de la pérdida de la privacidad, de la mirada sesgada y prejuicios­a sobre diferentes formas de experiment­ar la existencia, etc”, dice Lawler.

Hoy CHATGPT tiene decenas de sistemas similares que ya están cambiando la manera en la que se generan textos, voces, imágenes, videos y tanto más. Luego de este paseo por el mundo de la IA, ¿con qué grado de seguridad se animan a afirmar que esta nota no la escribió parcial o completame­nte CHATGPT?

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Es muy sencillo conversar con CHATGPT: desde diciembre Openai, la empresa que lo desarrolló, lo abrió de manera gratuita para el público general; solo hay que registrars­e

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