Pablo Gerchunoff
«Las reformas económicas de Carlos Menem estaban bien pensadas»
El historiador económico afirma que los intentos reformistas del presidente riojano fueron una oportunidad perdida de acoplarse al mundo; además, asegura que Néstor Kirchner provocó la refundación de la inflación en la Argentina y que Cristina es anacrónica
Todo el kirchnerismo es un rechazo al programa de reformas de Menem hasta sepultarlo. Menem fue una oportunidad perdida”, afirma. “Kirchner rescató de la crisis de 2001 a un sistema político de un completo descrédito”, reconoce. “El kirchnerismo terminó en la refundación de la inflación en la Argentina”, cuestiona. “Cristina quería trasladar el árbol peronista de los 40 y 50 a la realidad del siglo XXI”, dice. “Macri no tuvo una oportunidad tan importante como la de Menem o Kichner”, compara. “Alfonsín tenía en mente, y fracasó, el intento de fundir justicia social con república democrática”, reflexiona. “El futuro tiene un problema enorme: el intento de ajustar el tipo de cambio y las tarifas como condición para un plan de estabilización choca con salarios reales caídos. No ocurrió nunca en la Argentina”, advierte.
El respetado historiador económico Pablo Gerchunoff estuvo en La Repregunta. Cuando se cumplen 40 años de democracia, surgen preguntas sobre un proceso democrático exitoso en lo político pero que fracasó en lo económico. Aquí, algunos pasajes destacados de la entrevista.
-Raúl Alfonsín tuvo una oportunidad única de recuperar la democracia pero perdió la oportunidad económica. Y el peronismo, con el kirchnerismo, tuvo otra oportunidad: poner a la economía argentina en una senda de crecimiento en medio del boom de los commodities pero también perdió esa oportunidad. ¿Por qué nadie le encuentra la vuelta a la Argentina?
-La pregunta supone una decadencia monótona desde un momento dado. Pero ése no es el rasgo distintivo de la Argentina. Es verdad que la Argentina está cayendo en relación al resto del mundo desde fines de los años 60 pero lo esencial de la Argentina es su volatilidad. Hay momentos de ilusión económica fundamentados, lo que deja a Alfonsín a un costado. Mencionaste la oportunidad kirchnerista. Yo mencionaría otra: la oportunidad menemista. Menem es una especie de hecho maldito del país peronista y lo dejamos a un costado,
-¿Quizás porque 2001, como cierre de ese proceso, fue una bomba en el orden económico?
-Efectivamente. El régimen de Convertibilidad es el gran problema de los años 90. Pero no así las reformas económicas de Menem, que estaban bien pensadas, sobre todo desde el momento en que (Domingo) Cavallo llega al ministerio de Economía.
-Usted se reconoce como liberal de izquierda y sin embargo elogia las reformas del menemismo.
-Desde que Cavallo se hizo cargo de conducir el proceso de reforma, hay cosas para rescatar. Pero uno de los problemas es que el fracaso de la Convertibilidad se llevó, como dicen los ingleses, al bebé con el agua sucia de la bañera. Es decir, revertimos el proceso de reformas.
-¿Cuáles reformas de los 90 rescata como interesantes?
-Yo rescato como interesante el conjunto, es decir, la gran intuición de Menem de acoplarse al mundo. Precisamente porque Menem venía de un signo contrario a eso, era un gobernador populista de La Rioja, uno de sus problemas fue que tuvo que redoblar la apuesta de esas reformas y radicalizarlas en exceso. En Brasil, Fernando Henrique Cardoso hizo reformas del mismo tono pero con un talante más moderado. Por eso, cuando Lula llega al gobierno, no da marcha atrás completamente, porque no hay un 2001. Acá, con la crisis de la Convertibilidad, el diagnóstico que dominó era: “neoliberalismo”. No era solamente un régimen monetario el que había fallado sino que era un conjunto de reformas neoliberales.
-Es decir, la demonización de ese proceso con lo de “neoliberalismo”, que no permite reflexionar sobre lo interesante que pudo haber detrás.
-Efectivamente. En ese proceso de reformas hubo un intento interesante. Desde 2002 y todo el kirchnerismo es un rechazo al programa de reformas de Menem hasta sepultarlo. Menem fue una oportunidad perdida. Alfonsín fue un crítico de Menem sin matices. Yo he compartido las críticas pero creo que esa crítica a Menem sin matices fue un error de Alfonsín. No le dio ninguna oportunidad al experimento menemista
-¿Usted es más menemista ahora de lo que fue antimenemista antes?
-Hoy puedo entender el experimento de Menem mejor que lo que lo entendía en su momento, que es propio de las pasiones del momento. Como historiador, empecé a rescatar cosas así como mantengo críticas muy duras. La otra oportunidad económica fue la de Néstor Kirchner pero la perdió. Kirchner tiene una virtud y un defecto. La virtud es política, la de rescatar de la crisis de 2001 a la autoridad del presidente y a un sistema político de un completo descrédito. Su defecto es que había allí no solamente una oportunidad de mantener el programa de reformas sino de rescatar de la
Convertibilidad su virtud más bella, la desindexación de la economía, la estabilidad. El gran problema del kirchnerismo es que, buscando capitalizar políticamente toda esa experiencia para su propio crecimiento político, terminó en la refundación de la inflación. Néstor es políticamente virtuoso, hasta un cierto momento en que se nota su tendencia autoritaria, y es muy poco virtuoso económicamente.
-La gestión del presidente Mauricio Macri, ¿también fue una oportunidad perdida?
-Era una oportunidad con menos chance. Macri fue cuestionado porque había ganado por un punto y medio. Tuvo errores importantes pero en verdad no tuvo una oportunidad tan importante como las de Kirchner y Menem. Todo esto está recorrido, por otra parte, por algo que viene del fondo de los tiempos: el capitalismo argentino, muy poco competitivo, con grandes empresas con un poder monopólico muy fuerte. Desde el reparto de la tierra en el siglo XIX, todos los gobiernos en la Argentina hicieron capitalismo de amigos; no es un problema sólo del actual gobierno o del peronismo del 45. Cualquier solución futura tiene que partir de un capitalismo no pro empresas sino pro mercados competitivos, que construya un mercado sano con incentivos capitalistas para las empresas y un Estado que se encargue principalmente de la distribución del ingreso.
-Mencionó a Cardoso y sus reformas con el tono justo como para que un partido opositor pudiera continuarlas. Es decir, no construyó un enemigo. ¿Falta una dirigencia a la medida de un Cardoso?
-Falta un acuerdo que nos permita tener alguna vez un Cardoso. No es fácil. Alfonsín fue la democracia y la división de poderes. Es la inspiración del 82 y 83, pero también del 93,
94, cuando le cedió un turno más a Menem a cambio de la más moderna Constitución desde el nacimiento de la Argentina. Somos herederos institucionales de Alfonsín. No es un prócer económico pero lo es en términos de arquitectura institucional. Nos queda la deuda de cómo reconciliarnos alrededor de un programa económico que no sea radicalizado.
-Usted plantea dos modelos distintos que la Argentina debería recombinar: justicia social, por un lado, y movilidad social, por el otro. ¿Podría describirlos?
-Sí. Yo los encarno históricamente. La Argentina ha tenido un conflicto entre esos modelos. Por un lado, una Argentina que crecía mucho y por lo tanto incorporaba socialmente mucho. Es la Argentina de 1880 a 1930 y el radicalismo de los años 20 .
-Esa Argentina agroexportadora que también es muy estigmatizada.
-Una Argentina agroexportadora que generó industria local, que se diversificaba e incluía. Esa Argentina no se quebró por un capricho sino porque ese patrón productivo murió con la crisis de 1929, 1930. La Argentina entró en un proceso de sustitución de importación, es decir, de industrialización protegida. Estaba bien para ese momento. Está mal proponerlo para el presente. Es seguir defendiendo hoy lo que ya no puede ser hoy. La industrialización protegida fue fructífera desde el punto de vista de la inclusión y de la distribución del ingreso. Y desde el punto de vista de la diversificación productiva, cuando ya había muerto el modelo agro exportador. A fines de los años 60, la sustitución de importaciones se agotó. La Argentina no tiene horizonte, no tiene proyecto de futuro ni una visión sobre sí misma.
-Sectores del oficialismo que defienden la sustitución de importaciones aún hoy dicen que es lo que hicieron las grandes potencias al principio para después convertirse en grandes naciones. Pero usted sostiene que la Argentina ya pasó por esa etapa pero con otros resultados.
-Ya lo vivió y con resultados que no rechazo porque le dieron jugo a la Argentina. Fueron el soporte de una Argentina vital y socialmente inclusiva: el peronismo. Pero ese mundo terminó y dejó un cierto nivel de competitividad y de productividad de la industria. Hay que tratar de salvar a ese producto del colectivo argentino en lo que se pueda, pero el motor del crecimiento ya no se puede pensar en un futuro de progreso argentino fundado en el proteccionismo. Eso nos lleva a un debate: ¿abrimos la economía en 10 minutos o es un proceso largo?
-Volviendo a los dos modelos que deberían converger, el modelo de justicia social y el modelo de movilidad.
-De 1880 al 30, la Argentina es un caso extraordinario de movilidad social. En los años peronistas, la Argentina es un caso muy definido de distribución del ingreso y justicia social. Alfonsín tenía en mente, y fracasó, el intento de fundir justicia social con República democrática. De Perón, sí la justicia social pero no el autoritarismo.
-¿Lo que falta en la ecuación de democracia, justicia social y república es un capitalismo moderno?
-El progreso material. Pero, para eso, hay que tener una idea a futuro de cómo va a progresar materialmente la Argentina. Hace muchos años que no la tenemos.
-¿Cuál sería hoy el lugar en el mundo de la Argentina como economía?
-La idea de inserción en el mundo de Menem se daba en un mundo que se abría plenamente a las oportunidades. Hoy hace falta un poco más de astucia porque ya no estamos en la panacea de la globalización comercial. Hoy lo principal es no simplificar en “abrir”, “cerrar”. Hay que decir sí, abrir, incorporarnos al mundo pero cuidado con que sea simplemente regalar mercados. Y eso lo hace gente reposada.
-Uruguay, esa especie de socialdemocracia, tiene el PBI per cápita más alto de la región, y el Chile “neoliberal” y “meritocrático”, cuestionado por el kirchnerismo redujo la desigualdad y la pobreza. ¿Hay alguna explicación del bloqueo económico argentino que esté atada a un sesgo anticapitalista, en algún sentido, del peronismo que viene dominando la política en estos 40 años?
-Discrepo con esa idea. El peronismo nunca fue anticapitalista. El peronismo fue un cierto modo de ver el capitalismo anclado en la idea de la industrialización protegida. Pero cada tanto ese propio peronismo genera a Menem. Cuidado con esa simplificación de creer que el peronismo es, en bloque, una fuerza anticapitalista.
-¿El kirchnerismo está más cerca de eso?
-El kirchnerismo tampoco era anticapitalista con Néstor Kirchner. Ni siquiera con Cristina. Cristina es una mujer preocupada porque no encuentra un rumbo para que sus propias ideas distributivas encajen en una especie de sociedad con el mundo del capital. Lo que tiene el kirchnerismo, sobre todo desde Cristina, es la idea de que uno puede recuperar el mundo de Perón de los 40 y los 50. Cristina es una de las políticas más inteligentes de la Argentina y la política o el político más anacrónico de la Argentina porque el futuro lo encuentra en el pasado.
-¿Por qué atribuirle inteligencia a un líder político que ha tenido la oportunidad única de dos presidencias en un contexto de boom de commodities y ahora una vicepresidencia y no logró poner a la Argentina en la senda del crecimiento?
-Luciana, dije que era anacrónica. Pero, además, en la Argentina, fracasar, fracasaron todos. Era imposible que Cristina resolviera el problema por ese asunto de que quería trasladar el árbol peronista de los 40 y 50 a la realidad del siglo XXI. Un capitalismo ultra protegido. Tanto Néstor como Cristina, después del fracaso de Menem y Cavallo, revirtieron a posiciones muy proteccionistas. Y, por otro lado, por el ánimo justiciero que los guiaba, intentaron resolver el problema distributivo con un salto del gasto público para difundir derechos adquiridos, del que no se vuelve sin afectarlos. Si el salto del gasto público hubiera sido un boom de inversión pública, cuando se termina, se acabó el gasto. Pero qué poco adquiridos son esos derechos: éste es el primer gobierno peronistas en que caen los salarios reales. El futuro tiene un problema enorme: el intento de ajustar el tipo de cambio y las tarifas como condición para un plan de estabilización choca con salarios reales caídos. No ocurrió nunca en la Argentina. El precio atrasado es el salario.
-¿Con el Plan Austral de Alfonsín no se dio esa situación?
-No. Justamente (Bernardo) Grinspun había sostenido un nivel de salarios reales muy alto para las condiciones de la productividad del momento a costa de un crecimiento de una aceleración inflacionaria muy fuerte. Entonces, Juan Sourrouille tuvo una oportunidad. Ahora los salarios se parecen a los de 2003. Todo el recorrido kirchnerista ha vuelto al punto de partida en términos de salarios reales.