LA NACION

El Profesor Jorginho. Un 5 que casi le saca el Balón de Oro a Messi

Brasileño de origen, hizo su carrera en Italia, brilló en Chelsea y por la llegada de Enzo Fernández pasó a Arsenal; un jugador con clase que superó toda clase de desafíos

- Ariel Ruya

Pudo haberle quitado el Balón de Oro a Lionel Messi, cayó en un pozo deportivo y ahora sale por la puerta de atrás de un gigante a otro. Algo así como pasar de Boca a River, de Chelsea a Arsenal, pero en lugar de provocar un temblor, genera entusiasmo. Risas, aplausos y agradecimi­ento por los servicios prestados. En la historia detrás del arribo de Jorginho por unos 14 millones de euros, hay un argentino. Y no es Leo: se trata de Enzo Fernández. Por la revelación del Mundial de Qatar, el italiano, nacido en Brasil, un 5 de colección, el Profesor, abrió forzadamen­te la puerta del adiós. Eso sí: ahora juega –debutó ayer– en el líder de la Premier League, de lo mejor del mercado en la actualidad.

¿Gana o pierde? Pasó de un equipo confundido, aturdido a una formación jovial, de lo mejor de Europa. Arsenal, pese a la derrota de ayer con Everton (1-0), le lleva cinco puntos a Manchester City y... 21 a Chelsea, uno de sus enemigos íntimos, más allá de Tottenham, su clásica rivalidad. Jorginho es un fuera de serie. Falló en sus últimas actuacione­s, tan perdido como su equipo.

En octubre de 2021, conquistó la Champions League con Chelsea y la Eurocopa con la Azzurra. No corría en el círculo central: levitaba. Por su nivel y variedad de conquistas, para los especialis­tas era el principal candidato a pelearle el Balón de Oro a Lionel Messi; en ese momento, flamante refuerzo del PSG.

Luego de ganar la Recopa de Europa contra Villarreal, Jorginho decía: “Vivimos para los sueños. Pero seré lo suficiente­mente honesto: depende del criterio que se tenga a la hora de asignarlo. Si hablamos de talento, soy consciente de que yo no soy el mejor del mundo. En cambio, si se elige en base a los títulos, bueno, nadie ganó más que yo esta temporada. ¿Cómo me voy a comparar con Messi, Cristiano Ronaldo o Neymar? Tienen caracterís­ticas completame­nte diferentes a las mías, pero repito, depende de los criterios”.

Christian Vieri, un grande de la historia de Italia, por esa época, desataba una confesión. “Estaba tomando unos días de vacaciones, tirado en la playa, tomando sol y de golpe, vienen y me golpean la espalda: ‘Grande, Antonio. Grande’”, comenzó el Bambino. Me doy vuelta y era Jorginho. Tenía tapabocas y no lo conocí. Y luego nos dimos un abrazo pero luego le digo: ¿‘Cómo es ese escándalo que están diciendo de que te quieren dar el Balón de Oro a vos antes que a Messi’?”.

Y la respuesta del volante fue desopilant­e: “Él me respondió,

‘Es verdad, es un escándalo. Estoy de acuerdo con vos, Messi lo tiene que ganar siempre hasta que se retire’. ¡Bravo Jorginho, así se habla!”.

Lo logró Leo. Jorginho quedó en el tercer lugar.

Su historia no siempre fue triunfal. Un día, se levantó de su cama, se puso a llorar, llamó a su mamá, que vivía tan lejos y le dijo, envuelto en lágrimas: “Me vuelvo, el sueño del fútbol se acabó

para mí”. Jorginho tenía 15 años, dormía y se entrenaba y soñaba en un monasterio, que pertenecía a una academia juvenil de Hellas Verona. Había un espacio privado para los monjes, otro para los estudiante­s, otro para las promesas de la pelota. Eran seis en una pequeña habitación; los cracks del futuro percibían una recompensa de 20 euros a la semana, todas las comidas y si salían debían volver antes de las 23. Se divertía en el campo por las mañanas, sollozaba en las noches. Asfixiado, extrañaba a su madre.

“Para mí, el fútbol se acabó. Llamé a mi mamá, llorando, y le dije que quería volver y dejar el fútbol. Le dije: ‘mamá, vos y papá siempre me dijeron que la vida del fútbol era difícil y que habría gente horrible en la que no podés confiar y que soy un buen tipo y no quiero vivir en este mundo’.

Es que quería estar cerca de mis amigos porque había estado fuera durante años y sentía que no podía confiar en nadie. Pero ella solo dijo: ‘No vas a volver. Si regresas, tendrás que buscar otro lugar donde quedarte’.

Sin embargo, esa dureza transformó su corazón. Fue el motor que precisaba: se quitó las lágrimas y salió a cumplir su sueño. ¿Qué le dijo María Tereza? “Pasaste por tanto, viviste en esa situación, comiendo la misma comida día tras día sin agua caliente (años antes, en una academia brasileña) y ahora, por poco dinero, ¿querés rendirte? Ninguna posibilida­d. ¿Estás entrenando con el primer equipo y querés rendirte? No te voy a dejar”.

Cada vez que el Profesor (“me llaman así, pero no sé por qué, me da mucha gracia”) pisa el balón y gira la dirección de la pelota con el pizarrón en la cabeza, su madre llora. “Es así: cada vez que me ve jugar. Llora por las pequeñas cosas que pasamos juntos, incluso a la distancia, con muy poco dinero. Llora porque recuerda las veces que mi hermana y yo pedíamos algo diferente para comer y no podía comprarlo porque no había dinero”, recuerda el 5 de salón que juega con la camiseta número 8. De barba prolijamen­te cuidada, marca, quita, juega. En Napoli, en aquel revolucion­ario equipo de Maurizio Sarri, mostró su clase durante cinco temporadas. En Chelsea conoció el sabor de la gloria. El volante nacido en Santa Catarina hace 31 años es un motor.

¿Cambió Brasil, la cuna del fútbol, por Italia, el viejo amante del cerrojo? Jorge Luiz Frello Filho nació en Imbituba, rodeado de playas, arenas blancas, palmeras y nada en los bolsillos. Como es de ascendenci­a italiana por su tatarabuel­o Giacomo Frello, nacido en Véneto, obtuvo la ciudadanía gracias a su abuelo. Cuenta la leyenda que su papá era arquero, pero la vocación futbolera surgió con las gambetas de María Tereza, sobre la arena, cemento o césped. Era buena en serio. “Ella era talentosa”, contó más de una vez. Le ponía especial atención al control.

Sus repetidos fracasos en pequeñas entidades del Sur de Brasil lo motivaron a cruzar el océano. Sufrió, lloró, disfrutó, se levantó. Era un niño cuando hacía cuentas con las monedas de lo que ganaba, casi exclusivam­ente invertidas en llamadas al exterior. Internet no era una opción en el monasterio. Esa tarde, la tarde de la charla con la madre, jugó mejor que nunca. Le tiempo puso las cosas en su lugar, bien de abajo: Sambonifac­ese, en la cuarta división, Hellas Verona, primero en segunda, la explosión en Napoli, el pase de los 56 millones de euros en julio de 2018. Ya se había inclinado por Italia: el debut, con Antonio Conte, fue el 24 de marzo de 2016, en un 1-1 con España.

Le costó, al principio, la Premier League. Le decían que no estaba preparado para el desafío. “Me motiva a trabajar más duro y hacerlo mejor y seguir demostrand­o que están equivocado­s. A veces me siento despreciad­o, pero no me decepciono”, señalaba. El tiempo le dio la razón. Y siempre aparece la sonrisa de su mamá. “Mi papá siempre se enoja cuando digo esto en las entrevista­s. Normalment­e, heredás este tipo de cosas de tu padre, pero mi padre era malo en el fútbol, era arquero, nada bueno en el campo. Mi madre era la talentosa, pero mi padre me ayudó de otras formas”, cuenta el jugador que pasó de Stamford Bridge al Emirates por la aparición del joven crack argentino. Sus 31 años deberían ser un plus para Arsenal, que lidera la Premier League, una competició­n que no gana desde hace 19 años.

El entrenador ‘Gunner’, el español Mikel Arteta, lo recibe con un aplauso. “Destaco su inteligenc­ia, la capacidad de liderazgo y una gran experienci­a tanto en Premier League como internacio­nal”, asume. A veces, lo que parece un golpe mayúsculo termina siendo la mejor recompensa.ß

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IG: jorginhofr­ello La estampa de Jorginho en Arsenal

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