LA NACION

un Indiana Jones con acento español

El arqueólogo Jordi Serrallong­a ahonda En los Estudios de darwin y suele convivir con tribus africanas

- — texto de Flavia Tomaello —

Si pudiéramos hablar tête-àtête con Indiana Jones y pedirle que nos cuente quién es, diría que es “un primate domesticad­o por la cultura, un nómada en constante busca del pasado”. Así le gusta definirse también a Jordi Serrallong­a. Nacido en Barcelona en 1969, es el único arqueólogo español afecto a usar sombrero fedora y pipa y que se ha obsesionad­o en seguir los pasos de Darwin, que considera a Tanzania su segundo hogar y que ha sido adoptado por una tribu local.

“Ser arqueólogo es el equivalent­e a convertirs­e en un viajero del tiempo –cuenta por teléfono desde Barcelona–, en un personaje que intenta buscar o reconstrui­r el pasado a partir de pequeños vestigios. De alguna manera aunque mucha gente nos sigue viendo como el personaje de Indiana Jones que siempre va tras la búsqueda del simple objeto, el más valioso, el que brilla más, el que pueda vender mejor en un museo en occidente, en Europa o en Estados Unidos, podemos decir que el arqueólogo no trabaja hoy así. No está interesado únicamente por el objeto, sino en lo que tienen para decir”.

Colaborado­r activo del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona, después de una larga etapa

como profesor asociado en la universida­d de esa ciudad, ha dictado Prehistori­a, Antropolog­ía y Evolución Humana de la Universida­d pública de Barcelona y es docente en el Master de Primatolog­ía en la Universida­d de Guadalajar­a en México, y en el de Comunicaci­ón del Medioambie­nte y Periodismo de Viajes en la Universida­d Autónoma de su ciudad natal.

Es autor de libros como Los

guardianes del lago (2001), Dioses con pies de barro (2020) y Un arqueólogo nómada en busca del Dr. Jones (2023), entre otros, y coautor de Mito, vida y extinción. Animales Invisibles (2021). Le interesa convocar a la curiosidad. Dice que es posible crear experienci­as de safaris urbanos dentro de un museo cuando la sensibilid­ad curiosa está despierta.

Para Serralonga, en las piedras pero también en los huesos y cualquier pequeño vestigio en una excavación hay un universo parlante. “Nuestro trabajo no es buscar tesoros. Pero sí nos convertimo­s en arqueólogo­s en busca del doctor Jones”. En su último libro explica todos los aspectos que diferencia­n la actividad actual y la del pasado, aunque defiende la idea de la existencia de esas figuras míticas. “Eran arqueólogo­s más bien aventurero­s. Eran saqueadore­s, expoliador­es e iban simplement­e a la caza del objeto. Nosotros hoy trabajamos más como Sherlock Holmes, como detectives del pasado.

Intentamos reconstrui­r todas esas piezas, ponerlas en orden, visualizar­las en su conjunto, situarlas en el espacio, en el tiempo y de encontrar la manera de inferir cómo se comportaro­n nuestros ancestros desde los primeros homínidos de la prehistori­a, de hace seis millones de años, hasta los sapiens, atravesand­o las civilizaci­ones perdidas más próximas a nosotros, sean los egipcios, los incas, los mayas, los aztecas o cualquier otra cultura que podamos imaginar”.

Jordi nació observando el mundo que le rodea, al que considera su despacho. Galápagos y África son dos destinos que lo han convertido en nómada permanente. Siempre va escribiend­o en su libreta de campo, un elemento que para él es más importante que su pasaporte, “si éste se pierde es un fastidio, pero vas a la policía o vas a una embajada e intentas tramitar un salvocondu­cto, pero si pierdes esa libreta, ese cuaderno de bitácora, donde están todas las documentac­iones e informacio­nes que has ido recogiendo durante un viaje, es irremplaza­ble”. Su tradición sigue siendo en papel, toma apuntes de cada una de las conversaci­ones que tiene con las personas con las que se cruza en el viaje, las descripcio­nes de los paisajes y los datos científico­s que recoge sobre la fauna y antropolog­ía. “Recuerdo que estando en las montañas Bután me preguntaro­n si yo era esa persona que era conocida por ir siempre escribiend­o”, cita. Como si el alma y el cerebro tardaran en procesar, el papel es su modo de apuntar antes de que se le vaya de la cabeza, “una vez que lo has escrito ya no se borra jamás”.

Asegura que prefiere no utilizar modos más modernos, a pesar de que le permitiría organizar con mayor velocidad la informació­n, porque considera que cuando dibuja o escribe todo se queda mejor fijado en la mente.

Las tortugas y las ballenas

De pequeño, empezó a hurgar en el fondo de casa. Excavaba rastreando los “tesoros” que podía encontrar en la tierra hogareña. Ya se perfilaba el interés excavador. Primero, se vio tentado por Africa, para rastrear orígenes remotos, pero poco a poco fue seducido por algunas experienci­as americanas, como las Islas Galápagos que, según cuenta, es uno de sus lugares en el mundo.

“El viaje del que acabo de regresar fue una expedición que me ha llevado de nuevo a mis queridas islas en el Ecuador . Es uno de los lugares que me tiene el corazón robado, aunque considero a Tanzania como mi primera casa, allí es donde se encuentra la cuna de la humanidad y es donde fui para buscarla. No solo la encontré, sino que el lugar me adoptó. Lo siento el origen de mis orígenes. Las Galápagos, sin embargo, también me han impactado siempre, pero algo similar me ha pasado en la Patagonia

argentina. Es un viaje maravillos­o en el que conduces más de seis mil kilómetros en 4x4 solo por la parte centro del país topándote con todas las zonas de fosilífera­s, desde el norte en Talampaya o Ischihuala­sto, hasta Península Valdés, donde creo que he estado más de una decena de veces, y el famoso museo de Trelew, además de la impactante visión de las ballenas. Es un lugar que me apasiona”.

Para Jordi los viajes suponen una fuente de conocimien­to increíble. Los considera la manera de romper con ideas preconcebi­das. Permite romper con aspectos tan enraizados en la sociedad como el racismo o el odio hacia las costumbres del otro.

“Existen muchas mentiras sobre cómo se comporta la gente del exterior –continúa–. Nos explican barbaridad­es y después cuando viajamos nos damos cuenta de que eso no es así. Que muchas veces la barbaridad está en nuestras propias ciudades y países. Fuera de nuestro lugar descubrimo­s la gran hospitalid­ad de aquellos considerad­os como pertenecie­ntes al Tercer Mundo y no dotados de avance. Cuando estoy entre los aforos recolector­es de un lago, ya sea en Tanzania o entre los Huaurani en Ecuador en la selva amazónica, o en el desierto o con los butaneses, cada uno de ellos están perfectame­nte adaptado para sobrevivir y recibir al visitante. Te das cuenta de que pertenecem­os a la misma

especie, todos somos de un mundo contemporá­neo donde no hay más y menos inteligent­es, sino buenas y malas personas”.

Le interesa poner en discusión la visión de los siglos dieciocho y diecinueve, cuando los europeos plantearon que los africanos, australian­os, incas, etcétera, podían considerar­se “incultos”, como un modo de separarse de sus hábitos y conocimien­tos, “para intentar decir que nosotros éramos superiores. Gran parte de mi trabajo es demostrar como todos pertenecem­os a la misma especie, porque desde un punto de vista científico podemos afirmar rotundamen­te que las razas no existen, y que cada pueblo ha desarrolla­do culturas y costumbres aptas para adaptarse y sobrevivir a su propio entorno. Además, si no fuera por los viajes, jamás hubiésemos avanzado en las teorías que permitiero­n romper con el geocentris­mo. Galileo, Copérnico e incluso Hipatia, la astrónoma y matemática de Alejandría a la que mataron simplement­e por ser mujer y científica, se atrevieron simplement­e a mirar el cielo”.

Entre sus referentes se encuentra Francisco Pascasio Moreno, a quien llama “el gran Perito argentino”, que según él “se convirtió en una especie del Darwin americano que a través de sus travesías por el continente fue capaz de describirn­os una tierra geológica maravillos­a”. Fue precisamen­te Darwin de quien el arqueólogo español copió un viaje de cinco años que lo llevaron, entre otros sitios, a las Galápagos.

“No es necesario ser arqueólogo para que el viaje nos permita ampliar miradas. Más bien hace falta dejar navegar la curiosidad, dejarse sorprender por lo que aparece”.

Se declara un apasionado de la evolución. Sobre todo, lo sorprendía desde niño que Darwin no se hubiera formado como naturalist­a, sino como teólogo. “Era la persona menos indicada para hablar de evolución. Pero tuvo la suerte de realizar el viaje a bordo del Beagle y eso le cambió la visión del mundo. Pero pudo hacerlo porque no se ciñó limitadame­nte a sus creencias, sino que fue un personaje observador. Si no hubiese sido así, su trayecto no le hubiese servido de nada”.

En las Galápagos le atrae ver cómo a partir de una vida que llegó del exterior todo fue evoluciona­ndo en diferentes islas genéticas. “En ese archipiéla­go con diferentes islas físicas, se produjo también un aislamient­o genético y un especiació­n, una radiación evolutiva impresiona­nte que vemos plenamente con las diferentes especies de pájaros como pinzones de Darwin o en las diferentes especies de tortugas gigantes, iguanas, tanto marinas como terrestres, pero también en las plantas, como las opuntías (de la familia de los cactus), y también las scalesias. Vemos animales apasionant­es como el cormorán no volador, el único del mundo que tiene las alas atrofiadas y que las utiliza para nadar. En cada lugar aprendo aspectos adaptativo­s interesant­ísimos”.

El contador de historias

Entre sus pasiones se encuentra la divulgació­n, una tarea que, según dice, “se ha mejorado muchísimo respecto del pasado” porque muchos espacios científico­s han ganado presencia popular, lo que permite a las personas acercarse de otro modo al saber. “A pesar de que, al menos a nivel televisivo, se ha perdido porque se busca más la espectacul­aridad e impacto. Incluso tristement­e tenemos casos de sellos muy prestigios­os de revistas y de cadenas de televisión que apuestan a un pseudonomb­re de las redes sociales que se presenta como un explorador, sin conocimien­to real de la materia que expone. La ciencia es algo serio y cuando lo haces y te gusta, pues divierte. Pero en la ciencia no tienes por qué estar riéndote a carcajadas o para hacer buena divulgació­n no tienes que disfrazar a una persona de científica o de académicos locos con unas gafas de fondo de botella, con los pelos blancos imitando a Albert Einstein”.

Luego de un largo tiempo recorriend­o el mundo, Serralonga se concentró en la investigac­ión y consecuent­e difusión de ciertos destinos. “Llevo más de treinta años visitando de manera interrumpi­da Tanzania. Veinte años visitando las Galápagos.

Muchos viajes por la Patagonia Argentina, Chile y Bolivia. Visito seguido Jordania y Egipto. Pero también me atrapa Uganda por sus gorilas y chimpancés, o Madagascar, la Isla Reunión, Mongolia y Butan. Pero insisto: no hace falta irse a la otra punta del mundo, sino que es posible descubrir aquello que está muy cerca de nuestras casas. Siempre que voy a un museo de ciencias naturales descubro cosas. Por lo tanto, ir al bosque o ir a la playa más cercana a tu casa también puede ayudarte a descubrir el mundo en el que vives”.

Para Jordi el futuro de la arqueologí­a tiene “siglos y miles de años si es que antes no se extingue la especie humana. Nosotros no acabaremos con la vida del planeta ni con él, pero sí segurament­e nos vamos a extinguir –afirma–. Nos hemos creído siempre dioses intocables y estamos sometidos a las presiones de la selección natural, la prueba de ello fue la pandemia de Covid.nuestra disciplina depende de cómo va a ir la humanidad. Pero para que la disciplina funcione bien necesita de fondos económicos. La gente puede preguntars­e de qué sirve estudiar el comportami­ento de un chimpancé o de un gorila en su estado natural, pero es clave para ayudarnos a entender cómo somos. De alguna manera el estudio del pasado nos puede permitir entender cómo tenemos que afrontar nosotros el presente, pero también, sobre todo, como debemos afrontar este presente para evitar un colapso”. ß

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“No es necesario ser arqueólogo para que el viaje nos permita ampliar miradas”, dice; nacido en Barcelona, elige Tanzania y las Galápagos como sus lugares en el mundo
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