LA NACION

Ani Santangelo

La muralista dejó su carrera en comercio exterior para dedicarse tiempo completo a La pintura

- — texto de María Eugenia Mastropabl­o —

Cuando pintás un mural en la calle, ese arte ya no es solo para vos, sino que se transforma en algo compartido”, dice la muralista Ani Santangelo sobre la magia que se produce cuando interactúa con personas desconocid­as que se detienen a observar sus obras.

Uno de los mayores desafíos de los murales es que, además de sus bocetos y diseños, los artistas trabajan con las imperfecci­ones de las paredes, adaptándos­e a sus dimensione­s y aprendiend­o a lidiar con las inclemenci­as del clima. Además, deben ser flexibles en sus temáticas porque este tipo de pintura no solo se utiliza como vía de expresión, también fue adoptada por marcas comerciale­s para promociona­r sus productos.

El primer paso es realizar un diseño en pequeña escala, que luego será traspasado a la pared. “El boceto es en líneas muy simples, o una especie de collage con las imágenes de referencia que envían los clientes –dice Santangelo– . La idea es mostrar cómo se verá el mural en grande. Lo que hago es sacarle una foto a la pared y, luego, con ayuda de la tableta digital, dibujo directamen­te sobre esa imagen. Así pueden ver cómo quedarán el diseño y los colores”.

La vocación de esta artista surgió cuando era niña, signada por su interés por las historieta­s. “De chica no tuve mucho vínculo con la pintura, siempre fui más del dibujo. Lo hacía de forma autodidact­a, como lo hace la mayoría de los niños. Mi primer disparador fueron las historieta­s que aparecían en el diario, como las de Horacio Altuna y Roberto Fontanarro­sa”, recuerda.

Como consecuenc­ia de ese interés, comenzó a tomar clases y a hacer talleres, pero siempre abordando esta actividad como un hobby. De hecho, cursó la carrera y se recibió de licenciada en comercio internacio­nal y despachant­e de aduana. “Elegí una carrera que no tenía nada que ver. Es un rubro muy estresante, en el que siempre se está a las corridas. Yo lo venía padeciendo y sentía un gran estrés. Ahí fue que, a los 22 años, mi psicóloga me recomendó que tomara clases de pintura porque me ayudaría a relajar. Empecé y nunca más la dejé”.

Durante siete años se formó con el artista Pablo Larsen y, en 2022, se animó a renunciar a su trabajo en una empresa multinacio­nal para enfocarse de lleno a sus murales. “Mientras aún me dedicaba al comercio internacio­nal, estudié pintura al óleo, más específica­mente retrato, con Larsen. Un día, él me dio de alta del taller. Fue literalmen­te así porque, si era por mí, yo seguía”.

La señal de su profesor hizo que se animara a emprender su propio camino e iniciara una búsqueda “más personal” dentro del mundo del arte. “Empecé con cuadros por encargo, asistí a algunos eventos en vivo y participé de todas las muestras colectivas a las que me pude sumar”, cuenta.

Con el objetivo no solo de darse a conocer sino de fortalecer su vínculo con otros artistas, en 2018 lanzó Arte y vino, un proyecto con el que continúa. Se trata de una serie de encuentros en el que los participan­tes pintan su propia obra mientras disfrutan de una copa de vino y algo rico para comer. “La dinámica es guiarlos con sus pinturas durante unas horas. Siempre hay una consigna o un disparador. La idea es que vayan experiment­ando y compartien­do sus experienci­as con las otras personas. Muchos de los que participan nunca pintaron previament­e o tal vez hacía mucho que no lo hacían”.

En paralelo, comenzó a incursiona­r en la técnica del muralismo. Su primera obra la realizó en su casa para practicar y, de ahí en más, los pedidos fueron en aumento. Tal es así que hoy trabaja con clientes particular­es y con grandes marcas.

Algunas de las temáticas que más la motivan son los animales, el cine y la figura femenina: “La botánica también es algo que me inspira un montón porque siento que puede acompañar otros temas que me interesan. Me gusta mucho pintar animales, sobre todo felinos. También mujeres y escenas icónicas de películas. A veces se puede encontrar en mis obras un guiño a ciertos films clásicos, como Batman vuelve o Mi pobre angelito”.

Si bien hoy se dedica a los murales, la pintura de caballete sigue siendo una pieza clave en su vida, porque que es allí donde encuentra el espacio para darle rienda suelta a su creativida­d. “Generalmen­te son obras que tengo en la cabeza desde hace mucho o ideas que me surgen cuando estoy sola en mi taller. Lo que me suele suceder con los murales es que trabajo mucho con marcas y locales comerciale­s, y ellos suelen tener una idea previa de lo que necesitan”.

En este sentido, la artista está trabajando en una serie de cuadros de pequeño tamaño sobre la vejez femenina. Entusiasma­da, dice: “Las obras abordan como tema principal el paso del tiempo, los cambios y las transforma­ciones que se producen en la mujer. En una sociedad que discrimina e invisibili­za, me parece importante reflexiona­r y repensar esta etapa como el mejor momento para hacer aquellas cosas que no se animaron o no pudieron realizar en su juventud”.ß

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