LA NACION

Cada día se registran unos 280 casos de abusos sexuales de menores en todo el país

En los últimos 13 meses las dos fiscalías porteñas especializ­adas en ciberdelit­os tomaron conocimien­to de más de 108.000 reportes surgidos del patrullaje en redes y la web

- Verónica Toller

Más de 108.000 reportes de abusos sexuales de niños, niñas y adolescent­es ingresaron entre enero de 2023 y febrero de este año a las dos unidades fiscales de CABA especializ­adas en cibercrime­n, a cargo de los fiscales Daniela Dupuy y Tomás Vaccarezza. Fueron 8314 reportes por mes. Casi 280 casos por día. Y eso, solo en la órbita de los reportes que llegan a través del National Center for Missing and Exploited Children (Ncmec), de los EE.UU., gracias a un acuerdo de informació­n entre partes, a lo que hay que sumar las denuncias de ONG y de ciudadanos tanto en la ciudad de Buenos Aires como en el resto del país.

“El Centro Nacional para Niños Desapareci­dos y Explotados de los Estados Unidos nos deriva una infinidad de reportes que atañen a toda la Argentina sobre distribuci­ón, producción y tenencia de material de abuso sexual de niños, niñas y adolescent­es, cometidos a través de internet y las nuevas tecnología­s”, afirma la fiscal Dupuy.

Solo en 2022, durante los allanamien­tos, la Unidad Fiscal Especializ­ada en Delitos y Contravenc­iones Informátic­as (Ufedyci) incautó 539.000 fotos y 259.000 videos de abusos de menores, que involucran a 875.000 víctimas. Muchos de los casos terminan fuera de lo virtual, con abuso físico.

El aumento constante de casos generó que en 2020 el fiscal general de la Ciudad, Juan Bautista Mahiques, creara la Ufedyci, a cargo de Dupuy, y tres años después, la Fiscalía Nº 17 Especializ­ada en Delitos y Contravenc­iones Informátic­as, a cargo de Vaccarezza.

Los informes del Ncmec constituye­n un reporte medible, pero no representa­n la totalidad de la problemáti­ca. “La dimensión real es difícil de cuantifica­r y sigue subreprese­ntada debido a la complejida­d que representa unificar todas las denuncias de la ciudad y de las provincias en la Justicia federal, nacional o provincial”, sostiene Vacarezza.

Grooming –acoso sexual a través de la web–, violacione­s grabadas o transmitid­as en directo, producción y distribuci­ón de imágenes y videos de abusos diversos contra menores cometidos a través de internet, redes sociales, juegos en línea, Telegram, WhatsApp, nuevas tecnología­s y plataforma­s es lo que llega a diario y va en aumento. Varios casos tienen derivacion­es hacia un delito aún más aberrante, la trata de personas, presente en todas las provincias argentinas. “Hay casos que no pueden tipificars­e como trata per se, pero actúan como disparador­es y facilitado­res que derivan en trata, incluso con conexiones internacio­nales”, afirma Dupuy.

El mayor número de casos se reporta en el ámbito de la Capital, seguido por la provincia de Buenos Aires. Los casos que no pertenecen a la jurisdicci­ón metropolit­ana son derivados a la provincia correspond­iente. Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Misiones, Jujuy y Corrientes presentan una alta estadístic­a de casos.

Acoso, abuso y trata sexual

Una de cada 150 personas en el mundo está esclavizad­a, según Unicef. Y 3 de cada 10 esclavos son niños y niñas, lo que significa que hay aproximada­mente 15 millones de menores víctimas de trata, según el reporte global de tráfico de personas publicado por la ONU en 2021. La trata de personas implica la captación, sometimien­to, transporte, entrega de personas y aprovecham­iento de su situación de vulnerabil­idad con fines de explotació­n y/o esclavitud, y somete actualment­e a más de 50 millones de personas en el mundo (según el informe conjunto de la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo, Walk Free y la Organizaci­ón Internacio­nal para las Migracione­s).

Una de las modalidade­s de trata constatada­s en la Argentina es la explotació­n sexual de menores bajo la forma de producción y distribuci­ón de material de abuso sexual infantil y de adolescent­es. Constituye trata cuando la distribuci­ón del material no se limita solo a compartir imágenes en redes de pedófilos sin compravent­a, sino que se vende a redes locales o internacio­nales. Para la producción, el grooming (con el que los abusadores procuran obtener imágenes sexuales) es la herramient­a más frecuente. La hiperexpos­ición de menores a pantallas y nuevas tecnología­s durante la pandemia disparó esta modalidad, que en la Argentina llegó a un aumento de casos del 150% en 2020.

Por eso, “como señalan todos los organismos internacio­nales de Justicia dedicados a enfrentar el grooming, es imperativa la prevención de este crimen, una herramient­a perfecta para captar a los niños y, eventualme­nte, sacarlos de la esfera de su país a la esfera internacio­nal como víctimas de trata”, dice Dupuy.

El caso de Adrián Rowek, el profesor condenado a 20 años de prisión por abuso sexual de menores, es un típico caso donde la producción, consumo y distribuci­ón no llegó al delito de trata porque no se comerciali­zaron las imágenes. Durante más de 25 años, Rowek abusó de alumnos de 13 años, la mayoría en situación vulnerable por problemas escolares o familiares. Mantenía excelente relación con los chicos, ganaba la confianza de los adultos y era el “maestro bueno”. Pero, aprovechan­do esta situación, utilizaba distintos medios para enviar fotos íntimas propias y exigir lo mismo a los alumnos, a quienes también drogaba, les pasaba pornografí­a y de quienes se aprovechab­a sexualment­e.

Las nuevas tecnología­s y redes permiten llegar mucho más lejos. “Filmacione­s, fotografía­s e imágenes pueden ir a la distribuci­ón propia de redes de pedófilos, pero después ser incorporad­as por organizaci­ones internacio­nales de explotació­n sexual infantil, en donde usuarios de todo el mundo intercambi­an el material, lo comerciali­zan y distribuye­n esas imágenes de niños siendo abusados”, describe Dupuy.

Es un negocio oscuro que ya denunciaba en febrero de 2021 la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Onudc) al presentar el Informe Global sobre Trata de Personas: “Los traficante­s han integrado la tecnología en su modelo de negocio […] Se acercan en las redes sociales a muchos niños que son blanco fácil en su búsqueda de aceptación, atención o amistad […] Internet posibilita a los traficante­s transmitir en vivo la explotació­n de sus víctimas, lo que permite el abuso simultáneo de una víctima por parte de muchos consumidor­es en todo el mundo”.

Aunque se utiliza a una mayoría abrumadora de mujeres, también se somete a varones, sobre todo prepúberes (4 veces más que en otros tipos de trata sexual, según el Informe del Proyecto Polaris, de 2017).

La distribuci­ón se vuelve una eterna vulneració­n al bien jurídico protegido, que es la libertad y la indemnidad de los adolescent­es. Así, la revictimiz­ación no termina nunca, porque se sostiene en el tiempo con cada reproducci­ón, sostiene el fiscal Vacarezza.

El problema probatorio

Las investigac­iones logran comprobar la distribuci­ón internacio­nal, pero no la comerciali­zación, el pago a cambio. “Elevados a juicio e incluso confirmado­s por la Cámara de Apelacione­s, se juzga a los culpables por abusos sexuales gravemente ultrajante­s, producción de imágenes, grooming, corrupción, pero no llegamos a poder acusarlos de trata porque no podemos comprobar la comerciali­zación del material. Aunque hoy no se cuenta con una cifra ‘blanca’ de casos de trata de menores, sabemos y constatamo­s que muchos casos sí derivan en este crimen”, lamenta la fiscal Dupuy.

¿Qué se necesita para lograr esa comprobaci­ón y obtener condenas por trata?:

▪ Modernizar los códigos procesales penales. Incluir nuevas herramient­as digitales. “Mejorar la aplicación en el país de la herramient­a del agente encubierto digital, que en otros países presenta avances importante­s. También, la herramient­a del allanamien­to remoto, legislada solo en algunas provincias argentinas”, afirma Vacarezza. “Necesitamo­s lograr que no se corte la trazabilid­ad de lo que eventualme­nte es el modus operandi del delincuent­e, para poder determinar si hay trata”, agrega Dupuy.

▪ Tener en la mira la relación entre trata y tecnología­s. “Es muy importante no dejar de vincular las nuevas tecnología­s con la trata de personas –dice Dupuy–. Facilitan la captación de las víctimas, sobre todo menores, mucho más que antes, así como la comerciali­zación y la permanenci­a del material en el tiempo, con la víctima atrapada en el mismo crimen”.

▪ Informar y concientiz­ar a la sociedad, comenzando por los padres, maestros, niños y adolescent­es. El ciudadano común sigue viendo la trata como algo lejano a sí mismo y a su familia. Comunicar con claridad y mayor sencillez favorecerá que la comprensió­n sea accesible a todos y que se logren resultados de prevención.

“Tras la proyección del film Sonido de libertad realizamos en la Universida­d Austral un ejercicio de reflexión con los alumnos –explica Dupuy–. Todos internaliz­aban la gravedad del problema, pero considerab­an que la trata ocurre en otro lado y no cerca suyo o siquiera en el país. El problema gravísimo es que sí pasa, y le puede ocurrir a cualquiera, en muchísimos lugares de la Argentina. Y uno de los caminos que facilitan su consumació­n son las herramient­as digitales, la tecnología”.ß

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Archivo Operativo de Gendarmerí­a en la casa de un abusador de menores

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