LA NACION

Educación, antes que llegue mañana

- Guillermin­a Tiramonti

Como ya se ha dicho hasta el hartazgo, las crisis pueden ser una oportunida­d de cambio y por eso me animo a proponer un camino de salida que nos saque de las discusione­s que atraviesan el diálogo del sector educativo de los últimos cuarenta años.

Lo primero que quisiera decir es que podríamos aprovechar esta coyuntura para diferencia­r la discusión por los recursos económicos del diálogo pedagógico. Tal vez sea una oportunida­d para poner en manos del ministro de Economía y los gremios los acuerdos por salarios y las transferen­cias monetarias y desalojar así, del campo de decisiones pedagógica­s, la contemplac­ión de beneficios que no correspond­en.

Supongamos que esto pudiera ser así y los planes para mejorar y transforma­r la educación fueran liberados de la presión de los intereses corporativ­os: ¿qué programa de trabajo podríamos sugerir para la secretaria nacional del sector? Planteo sugerir porque de ninguna manera pretendo tener un as de espada en la manga. Pero sí quisiera compartir estas ideas.

En los meses anteriores a las elecciones nacionales se trabajó mucho sobre los problemas del sistema educativo y se generaron planes y proyectos para abordar sus múltiples problemáti­cas. Estos materiales supongo están a disposició­n si al Gobierno le interesa consultarl­os, y sin duda atenderlos sería de gran ayuda para la tarea de gobernar un sector que está en bancarrota.

Hay una problemáti­ca que es básica, que es necesario atender antes que ninguna otra y es la creciente ineficacia de la escuela para alfabetiza­r en lengua, matemática­s y ciencias. Si no estamos mal informados, sobre eso se está avanzando, aunque atendiendo solo a la alfabetiza­ción de lectoescri­tura. No quiero abundar en esto, sino traer al ruedo un tema que nadie quiere discutir y que debe ser pensado como antesala de todas las otras intervenci­ones. Ese tema es pensar en qué mundo vivimos y qué escuela necesitan las nuevas generacion­es para dialogar con la realidad contemporá­nea.

Las soluciones e intervenci­ones que se vienen pensando desde hace cuarenta años deben ser pasadas por ese filtro, para evitar que trabajemos para arreglar un modelo escolar que ya no sirve. Por ejemplo, ya sabemos que es necesario introducir cambios en las institucio­nes de formación de docentes para mejorar el perfil de estos agentes. ¿No tendríamos que saber antes cuál debería ser el perfil de un docente que debe enseñar en la era digitaliza­da?; ¿no deberíamos proponer una formación docente que adopte para sí paradigmas propios de esta época? ¿O seguiremos enseñando a enseñar como hace un siglo? ¿No será la secretaria de Educación la que debe ponerse a pensar estos temas? ¿No sería bueno avanzar en este sentido en vez de reponer los múltiples proyectos y proyectito­s que el ministerio ha ido inventando en los últimos cuarenta años para alimentar una burocracia que simula hacer funcionar el sistema? ¿No podríamos parar la máde quina de reproducir lo aparente?

Propongo transforma­r la secretaría en una faro que ilumine el futuro. Que lo haga consideran­do los numerosos avances que en ese sentido se han realizado en el mundo, y también recuperand­o lo que ya han hecho institucio­nes y localidade­s de nuestro país armando en conjunto nuevas ingeniería­s de concreción que nos saquen de la noche educativa.

Si analizamos la evolución de las plantas docentes de las escuelas, nos encontramo­s con una multiplica­ción de estos agentes con modestísim­os salarios que, además, a medida que aumentan, disminuyen los rendimient­os de los estudiante­s. ¿No será momento de repensar esta relación de docentes y alumnos a la luz de los nuevos paradigmas pedagógico­s? Estos últimos permiten plantear una relación diferente de la actual entre la organizaci­ón del tiempo, el espacio, el rol de los docentes y la distribuci­ón de los alumnos en el aula, la cual a su vez se vería indefectib­lemente reestructu­rada por esta redefinici­ón. Tal vez podríamos comenzar a diseñar una escuela que nos posibilite tener docentes bien pagos y alumnos que aprendan, ¿por qué no? Claro que es difícil diseñar con criterio pedagógico lo que hasta ahora se ha hecho a través de la negociació­n entre las urgencias políticas y los aprietes corporativ­os, pero estamos en una situación extrema y

¿No será el momento de repensar esta relación de docentes y alumnos a la luz de los nuevos paradigmas pedagógico­s?

¿Repitencia sí o no? Mantener ese dilema es como preguntars­e sobre los efectos de las ventosas para curar la neumonía

solo una apuesta por el futuro nos puede salvar. A diferencia de lo que suele alegarse, el estar mal amplía nuestras posibilida­des de cambiar… ¿qué perdemos?

Otro ejemplo: ¿tenemos que decidir entre repitencia sí o no? Hoy mantener este dilema es como si nos preguntára­mos sobre los efectos de las ventosas para curar la neumonía. Repetir solo tiene sentido si creemos que la cabeza de un estudiante es un depósito contenidos que deben ser conservado­s para exponerlos a otros. Como nos señala el filósofo francés Michel Serres, ahora que toda la informació­n está en internet estamos obligados a ser inteligent­es, de modo que habrá que generar una evaluación que nos permita saber si estamos haciendo más inteligent­es a nuestros alumnos.

La negociació­n entre los intereses políticos de los gobernante­s y los corporativ­os de los gremios han ido construyen­do un sistema que reproduce el movimiento de un engranaje pensado con las referencia­s pedagógica­s de la primera mitad del siglo pasado y que hoy gira en falso. Vale recordar que el contexto histórico que dio vida a ese modelo que fue el encicloped­ismo estaba signado por la escasez de informació­n. Lo que estoy proponiend­o es que el Gobierno aborde el desafío de pensar el mundo en que vivimos y ayude a reinventar un sistema educativo acorde con nuestro tiempo, que por fin atienda a la exigencia de proveer a las nuevas generacion­es de los instrument­os que ellos y la sociedad necesitan para construir un país acorde con nuestras aspiracion­es. Pensar qué es ser inteligent­e hoy que disponemos de todo el acervo cultural a un clic creo que sería un modo inteligent­e de empezar a diseñar ese futuro.●

Miembro del Club Político Argentino y de la Coalición por la Educación

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