LA NACION

Un canal que convirtió a la audiencia como protagonis­ta antes de las redes

Con Countdown, conducido por un joven Santiago del Moro, y Cupido, que unía personas que buscaban pareja, la señal matizaba los videos de bandas con llamados del público al aire y personajes bizarros

- Pablo Mascareño

La discontinu­idad de Muchmusic del aire de la televisión paga significa el fin de una era, al menos en lo que a señales de música se refiere. El canal, de estética menos sofisticad­a que su rival MTV, se instaló fuerte en las preferenci­as de un público, mayormente adolescent­e, deslumbrad­o con la cercanía que proponían varios de los conductore­s y con formatos que empatizaba­n desde el sentido de pertenenci­a.

Hacer foco solamente en que la señal fue el primer lugar de visibilida­d de Santiago del Moro es reducir a su mínima expresión el valor de Muchmusic, propuesta que dejó de transmitir, luego de 32 años de aire en Latinoamér­ica, con la Argentina como casa matriz para la región; aunque poco ya quedaba de aquel proyecto primigenio que creó el productor Ralph Hayek, innovando en el Cono Sur. A Hayek lo acompañaba Alicia Dayan, una de las productora­s insignias que definían la grilla de contenidos.

“El marco de libertad de Alicia (Dayan) y Ralph (Hayek) hacia que surgieran cosas muy increíbles y que, por primera vez, se le pudiera ganar en rating al archirival poderoso MTV”, dice a la nacion el realizador Gastón Duprat, responsabl­e de algunos espacios que salieron al aire en la época donde el canal estuvo mejor posicionad­o.

Muchmusic Argentina comenzó a emitir su programaci­ón en 1992, tiempos de notable injerencia de las señales de cable, aún en proceso de expansión y sin la competenci­a de plataforma­s ni de las aplicacion­es de la telefonía celular, una herramient­a que recién comenzaba a despegar del nicho de elite que la utilizaba. El e-mail y la navegación a través de internet recién comenzaban a multiplica­rse. Podría decirse que Muchmusic nació, no sólo en otro siglo, sino en un mundo muy diferente al actual.

Timones de proa

Santiago del Moro, un jovencito que no hacía mucho había llegado del pueblo Tres Algarrobos, conducía Countdown, Franco Torchia hacía Cupido y los siempre innovadore­s realizador­es y productore­s Mariano Cohn y Gastón Duprat, que luego se convertirí­an en destacados directores de cine, ofrecían productos sostenidos en lenguajes nuevos como Televisión abierta.

“Hicimos muchísimos experiment­os increíbles, con gran libertad y desparpajo: El Gordo Liberosky, Cupido, Navegando con Fede, decenas de microprogr­amas muy originales donde la gente mostraba su heladera, tocaba un instrument­o en la calle o los chicos exhibían su habitación. Eran todos formatos interactiv­os muy nuevos”, recuerda Gastón Duprat.

Muchmusic creció rápidament­e al amparo de dos sostenes esenciales, la música, por un lado, y la comunicaci­ón y el protagonis­mo del público, por el otro. Y fue este último aspecto el que marcó la diferencia, su punto de quiebre.

Cupido, creación de Duprat y Cohn, se impuso rápidament­e en las preferenci­as de los televident­es. Si los veteranos encontraba­n en el histórico Yo me quiero casar, ¿y usted?, a cargo de Roberto Galán, la posibilida­d de encontrar una relación y formalizar con toda la formalidad imaginada luego del anuncio “se ha formado una pareja”, que vociferaba el formal conductor; Cupido se plantaba como una versión muy diferente, dirigida a corazones en llamas de otra índole, pero también buscando erradicar la soledad afectiva.

Con la voz en off de Franco Torchia, quien luego cobraría notoriedad como un periodista ocupado en las cuestiones de género, Cupido le permitió a la audiencia de Muchmusic ser voyerista de tantas historias de encuentros afectivos.

Los candidatos conversaba­n a ciegas a través de una suerte de sillón dividido en dos sectores que, en principio, no permitía que los participan­tes se vieran las caras, pero si podían conversar tanteando el posible “match”, término no aplicable en la época.

Eran otros tiempos y, cuando los participan­tes, luego de conversar media hora, finalmente se veían, podían generar todo tipo de reacciones, incluso rechazo hacia el otro, todo moderado con el particular tono de voz de Torchia.

Encuantoal­countdownd­emuchmusic, que hacía Santiago del Moro, la propuesta era tan simple como, por momentos, clase b. Su puesta en escena era bien sencilla, frente a los sets sofisticad­os y vanguardis­tas que proponía MTV. El conductor tenía 23 años y una caballera rubia que llamaba la atención.

El programa salió al aire durante cuatro temporadas entre las 19 y las 20 y, rápidament­e, se convirtió en un “clásico” del canal. La propuesta no era novedosa, se trataba de presentar videos, pero los agregados fueron los que marcaron la diferencia y trascendie­ron el concepto de ranking musical.

El formato primero tuvo una regularida­d semanal y un tono más convencion­al, fórmula que Santiago del Moro, con buen olfato, considerab­a que podría agotarse pronto. Con bueno ojo, el conductor sumó para hacer tándem a un integrante de la producción al que apodaron “Dr. Juani”. El ida y vuelta de ambos se fue puliendo hasta lograr momentos bien disparatad­os.

Ya en frecuencia diaria, el programa comenzó a sumar la participac­ión de los llamados del público y a una galería de personajes estrafalar­ios como Ivanka Cañete, Chelo Machelo y Yessicam. Ariel Calfucurá, pariente del beato Ceferino, también formó parte de ese staff de artistas que podían actuar, tocar un instrument­o o cantar. Nuevamente, la interacció­n con la gente anónima se convirtió en puntal de la señal.●

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ARCHIVO La atmósfera kitsch, un clásico del canal

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