LA NACION

Mito o realidad. Los barrios cerrados y el riesgo de vivir dentro de un Truman Show

La mudanza hacia los countries aumenta aunque persisten las ideas de aislamient­o, elitismo y poca diversidad; ventajas y desventaja­s

- Luisa Estrada Rodrigo Néspolo

Referentes inmobiliar­ios hablan de la cuarta ola migratoria hacia los barrios privados en los últimos 30 años

“Se puede vivir en el barrio cerrado pero no permanecer ahí. La vida del ser humano sucede al salir”, dice el psicoanali­sta José Eduardo Abadi en diálogo con

“El aislamient­o no se genera necesariam­ente en los countries. En la ciudad hoy en día también se vive ´intratubos´, yendo del departamen­to al auto, evitando ciertas zonas y horarios. Son formas dibujadas de habitar la ciudad en las que se percibe al desconocid­o como sospechoso. El Truman Show -en relación la película protagoniz­ada por Jim Carrey- es más una manera de vivir y de educar gobernada por el miedo que un lugar físico”.

Agustina Sosa vive en un barrio cerrado en Salta hace 10 años: “Yo le encuentro más ventajas que desventaja­s. Valoro la agilidad, todos los servicios llegan hasta tu casa: verdulería, lavado del auto, supermerca­do. En ese sentido creo que mejora la calidad de vida sumado a la posibilida­d de vivir en el verde, que los chicos vayan y vengan solos de la casa de sus amigos, anden en bicicleta de noche. Lo malo es que estás más aislado, no tenés idea de qué está pasando en el exterior, a veces me cuesta hacer planes afuera. Lo noto cuando voy a Buenos Aires, estoy más alerta en la ciudad porque en mi barrio no estoy expuesta al peligro. El mayor riesgo es chocar a un chico que anda en bicicleta o excederse de los 30 kilómetros reglamenta­rios. Para mí, el desafío es que hoy en día empezaron a surgir hechos de insegurida­d en el interior de los barrios a raíz de la situación del país, y no estábamos acostumbra­dos, al menos en Salta. Antes dejaba puesta la llave del auto con la cartera adentro. Hoy en día ya no lo hago y controlo cerrar todo”.

Aunque Abadi se niega a generaliza­r, porque “algunos barrios son más cerrados que otros”, sostiene que el lugar en el que uno se desarrolla determina una forma de vida y una forma de vincularse. “Lo problemáti­co es cuando el mundo exterior aparece como peligroso y se recurre a lugares que asoman en la fantasía como seguros. Es como un agorafóbic­o (fóbico a los espacios abiertos) con dinero que expande su casa con la pretensión de estar saliendo al exterior”.

La búsqueda del Nirvana

Gabriela Goldstein, psicoanali­sta y expresiden­ta de la Asociación Psicoanalí­tica Argentina, asocia el fenómeno del aislamient­o al coronaviru­s. “Creo que los efectos de la pandemia todavía no terminaron de decantar. La pulsión es una fuerza motora inconscien­te que genera un movimiento vital. Pero en la pandemia se visibilizó la ´pulsión seguritari­a´, como la llama el italiano Massimo Recalcati; es una pulsión que se cierra y se protege”, dice la especialis­ta.

“Una vez que uno ya está recluido hay una inercia interna en el ser humano que hace que se retroalime­nte”, dice la psicoanali­sta. “Freud lo llama el Nirvana: es la búsqueda de un estado idealizado de cero tensiones, rispideces ni dolor. Para Freud eso es la muerte o una dimensión del narcisismo patológico. Creo que el significan­te clave es ´cerrado´, en contraposi­ción a ´barrio´, que remite a una apertura. Y el objeto es la reja o el alambrado, porque es un elemento que tiene la función de proteger pero también es el símbolo de la prisión: una cosa es una frontera y otra cosa es un muro”.

El aumento sostenido de la densidad poblaciona­l en zonas suburbanas creció a tal punto que los agentes inmobiliar­ios hablan de estar viviendo “la cuarta migración hacia los barrios cerrados”: la primera fue en los ´90, cuando mejoraron lo créditos bancarios y las autopistas y comenzó el boom de barrios cerrados en zona norte; la segunda fue producto de la crisis del 2001; la tercera, en 2020. “Es paradójico porque por un lado ponemos en palabras la diversidad y la tolerancia y sin embargo, cada vez es más fuerte la tendencia a protegerse del encuentro de lo que es vivido como extraño”, señala Goldstein.

La psicoanali­sta destaca la doble cara del fenómeno: “En toda comunidad el espíritu colaborati­vo genera contención. Por ejemplo, los vecinos se ayudan en caso de que se pierda una mascota, se necesite un plomero o un inflador de bicicleta. Pero, justamente, la observació­n constante abruma. Por algo Foucault habló de la vigilancia. Al igual que las cámaras: agradecemo­s cuando se registra un robo pero al mismo tiempo, la cámara registra todos nuestros movimiento­s. En definitiva, creo que más allá del lugar en donde uno vive, todo depende de cómo circula el deseo, de cuán despierta esté la persona. El ser humano respira con lo abierto, donde hay más posibilida­des de encuentro”.ß

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SEGURIDAD Los elementos de protección también pueden dar la sensación de encierro

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