LA NACION

Blanca Luz Brum Una vida vertiginos­a marcada por el arte y la historia

escritora, pintora, agitadora social, su belleza deslumbró a siqueiros, Botana y neruda; participó del ascenso de perón y pasó de Marx a defender a pinochet

- Antonio Ambrosini

Alos 17 años escapó del colegio de monjas donde estaba recluida como pupila. No soportaba esa atmósfera monacal y menos un destino para vestir santos. Se enamoró perdidamen­te del poeta peruano Juan parra del riego, que rondaba los treinta. la leyenda señala que fue raptada por el poeta y huyeron en una motociclet­a. Cierta o no, la vida de Blanca luz Brum cambia abruptamen­te cuando a los pocos años, y apenas seis días después del nacimiento de su primer hijo, Eduardo, Juan muere de tuberculos­is. la joven viuda, de 21 años, deja Uruguay y decide viajar a perú para refugiarse en la casa de sus suegros, una acomodada familia del patriciado limeño.

así comienza la fantástica travesía de una uruguaya insolente, de radiante belleza, piernas esbeltas y perturbado­res ojos verdes decidida a romper los moldes de una sociedad patriarcal. Había nacido en pan de azúcar, Uruguay, el 31 de mayo de 1906. Su madre murió cuando Blanca era una niña, su padre nunca le brindó mayor interés y sus tías decidieron que un convento era el mejor remedio para esta chiquilla difícil e indócil. “Nací oyendo hablar mal de los curas, entre vellones de ovejas y libras esterlinas guardadas en buches de avestruz, entre ombúes y rayos, entre parientes que se odiaban, entre matreros y esquilador­es, entre negras y peones, entre cielo y campo”, narró años después en su libro Contra la corriente.

amada y odiada por igual, Blanca luz fue una mujer “fuera de su tiempo”, como la calificó pablo Zubizarret­a, director de No viajaré escondida, un documental sobre su vida. lejos de viajar escondida, fue escritora, pintora, periodista, agitadora social y amante, que pasó de adherir al indigenism­o marxista del peruano Carlos Mariátegui a terminar sus días viviendo en la isla robinson Crusoe, durante la dictadura de augusto pinochet.

Escribió cientos de artículos periodísti­cos, poesía y ocho novelas. pero pasaría a la historia por haber sido protagonis­ta de hechos históricos y por un magnetismo que provocaba pasiones ardientes y enconos profundos. la sociedad de comienzos del siglo XX no soportaba a una mujer que “quería elegir cómo vivir”, en lugar de resignarse a un rol social predetermi­nado.

Durante su estancia en perú Blanca colabora en la revista

Amauta, creada por Mariátegui, y allí escribe sus primeras poesías de fuerte contenido social. Se convierte en una defensora radical de todos los movimiento­s insurrecto­s de izquierda en américa latina. El filósofo se asombraba de esta personalid­ad idealista: “admiro tu panteísmo”, le confiesa. para Blanca su destino sería en adelante “poner el arte al servicio de la revolución”. Tuvo un amorío con el joven César Miró Quesada, “oveja negra” de la familia dueña del influyente diario El Comercio.

Entre las anécdotas que se cuentan sobre esos años, se menciona su paso por Buenos aires en 1928 y su protesta contra Herbert Hoover, entonces presidente de Estados Unidos, quien estaba de visita en la argentina. Dicen que le pegó con un ramo de flores al grito de “¡Viva Nicaragua¡ ¡Viva Sandino¡”. Como era de suponer, al volver al perú, el gobierno la expulsó del país y decidió instalarse en Chile. llega a Valparaíso junto a César, su joven amante tres años menor, con quien se habría casado por poder. a pesar de su pasión por Blanca y de su gran fortuna, es abandonado y queda literalmen­te “destrozado”.

a fines de la década de 1920, Blanca, instalada nuevamente en Montevideo, se suma a la sección literaria del diario Justicia. Con su belleza, sus cabellos negros al viento, no encajaba en la conservado­ra burguesía montevidea­na, donde las jóvenes lucían melenas cortas y vestían como niñas.

a poco tiempo participa del congreso sindical que celebra el quinto aniversari­o de la creación de la Unión de repúblicas Socialista­s Soviéticas. allí conoce a la famosa pareja mexicana de Diego rivera y Frida Khalo y al muralista que los acompañaba, David alfaro Siqueiros. “El encuentro de Blanca y Siqueiros fue el choque de dos astros salidos de su curso. Un amor fuerte y doloroso”, afirma en su excelente trabajo sobre Brum la escritora uruguaya Graciela Sapriza.

“Tú te vienes conmigo”, le descargó Siqueiros. Y ella se fue con él. El famoso muralista estaba casado, pero le promete divorciars­e, porque ella era la mujer “que había estado esperando toda la vida”. En el DF, conforman un grupo de artistas de simpatías comunistas junto a Diego rivera, Frida Khalo, José Clemente Orozco, Xavier Guerrero y Fermín revueltas. No pueden huir de la ola represiva que siguió al asesinato del presidente Obregón y Blanca y su hijo son encarcelad­os. los liberan al poco tiempo, pero Siqueiros pasa medio año entre rejas.

Pareja tempestuos­a

El gobierno mexicano los exilia a una aldea remota, Taxco, período durante el cual ella dio a luz a un bebé que muere al poco tiempo. En esa “Jaula sin rejas”, como describe Siqueiros al poblado, transcurre­n cinco aburridos años. Finalmente, ambos son expulsados no solo de México, sino también del partido comunista. Blanca por “sandinista” y Siqueiros por “informante contrarrev­olucionari­o”.

Viajan a California y luego a Nueva York, donde una muestra del artista atrae a más de 60.000 personas. aclamado y odiado, Siqueiros le debe a Blanca el haber atemperado su militancia socialista para dedicar más tiempo a su arte. No obstante, se llevan mal. Son una pareja tempestuos­a. Él no soporta su independen­cia y ella no aguanta su machismo infantil.

En 1933 de visita en Montevideo, Siqueiros es invitado a Buenos aires a dar una serie de conferenci­as. aquí contaba con un grupo de seguidores como los escritores Carlos Mastronard­i , Oliverio Girondo, Victoria Ocampo, alfonsina Storni y plásticos famosos como Xul Solar y Emilio pettorutti. Seducido por su aura, Natalio Botana, director entonces del diario más popular del país, Crítica, lo invita a que pinte un mural en su casa de recreo los Granados, en Don Torcuato.

Blanca se instala con Siqueiros en los Granados. Si bien la relación estaba quebrada por el mal

carácter y los arranques violentos de Siqueiros, constituía­n formalment­e un matrimonio. Eso no fue obstáculo para que Blanca y Botana vivieran un apasionado romance mientras que el mexicano desplegaba su obra en el sótano. La película El mural, de Héctor Olivera, describe con destreza estética esta parte de la historia de Blanca.

Ejercicio plástico es un mural sensual que Siqueiros realiza arrobado por Blanca Luz (la figura desnuda de mujer no es otra que ella). La obra es considera un punto culminante del arte latinoamer­icano y hoy se expone en el Museo del Bicentenar­io, al lado de la Casa Rosada. Siqueiros contó con la colaboraci­ón de tres jóvenes promesas: Lino Enea Spilimberg­o, Antonio Berni y Juan Carlos Castagnino, y del escenógraf­o uruguayo Enrique Lázaro. Subrayan los expertos que es una de las pocas obras del mexicano que no tiene un contenido social.

La obra porteña le permitió a Siqueiros salir de su asfixiante situación económica. Pero también implicó su separación de Blanca Luz que no solo encandiló al magnate de la prensa argentina, sino también a varios de sus relumbrado­s visitantes, como Vicente Huidobro, Volodia Teitelboim y Pablo Neruda. Neruda hizo lo imposible por intimar con la poeta uruguaya, sin conseguirl­o. Aunque en sus memorias asegura haber intimado con esa “poetisa alta, rubia y vaporosa” […] “que dirigía sus ojos verdes hacia mí”. Agrega que Federico García Lorca hizo de celestino por resguardar la privacidad de la pareja, se cayó de las escaleras y tuvo una cojera durante quince días. Ni Blanca por entonces era rubia ni vaporosa, aunque sí tenía unos profundos ojos verdes. Lo cierto es que “esa aventura erótico-cósmica” nunca existió.

Otro que cayó en el embrujo fue Raúl González Tuñón: “Yo quisiera arrojar una bomba/ derrocar un gobierno/ hacer una revolución con mis manos amigas de la luz de la caricia/ destruir todas las tiendas de los burgueses / todas las academias del mundo/ y hacerme un cinturón bravío de rutas inverosími­les/ como Alain Gerbault/ para que venga Blanca Luz y me ame”, escribió el poeta argentino.

Ni el affaire Botana, que entonces estaba casado con Salvadora Medina Onrubia, ni el matrimonio con Siqueiros tuvieron final feliz. El muralista mexicano dejó la Argentina cuando después de adherir a una huelga es expulsado del país. Blanca Luz sigue un tiempo más con Botana. Era una relación sin destino, muy criticada además: “Es atroz, es canalla que sórdidos enemigos me ataquen por ese instante de mi vida del que no me arrepiento”, evocaría más tarde.

Junto al coronel

Su corazón gitano esta vez la llevó a Chile, tras un ingeniero y empresario trasandino, Jorge Béeche, quien llegó a ser diputado por el Frente Popular. La pareja duró tres años y tuvo a una hija, María Eugenia. Pero la vida burguesa no era para ella. Sin muchas explicacio­nes, vuelve a la Argentina y se suma al flamante movimiento que lideraba el coronel Juan Domingo Perón. Sobre esta etapa han corrido varias versiones. Que fue la directora de prensa de la Secretaría de Trabajo y Previsión y quien aceitó los contactos con los gremios. Esto es cierto. Que desde su programa en Radio Splendid, Argentina de pie, arengaba a los trabajador­es para apoyar al “coronel del pueblo”. Que fue quien organizó el festival del Luna Park para recaudar fondos destinados a paliar las consecuenc­ias del terremoto en San Juan, donde Perón conoce a Evita. Que el eslogan “Braden o Perón” fue una ingeniosa frase creada por Blanca para confrontar al ambicioso coronel con el Embajador de Estados Unidos. Según el historiado­r Horacio Tarcus, fue una de las principale­s organizado­ras del 17 de octubre, junto a Cipriano Reyes. Que Perón también cayó bajo su seducción.

En su libro Las mujeres de Perón,

Araceli Bellota refiere que cuando Perón regresaba de prestar juramento como presidente en el Congreso, Blanca seguía la escena desde un balcón del diario Democracia, sobre la avenida de Mayo. Detrás del coche presidenci­al marchaba otro auto en el que viajaba Evita. Asegura Bellota que Blanca Luz masculló con cierta amargura: “Allí debí estar yo”. Pero la historia siguió otro curso. Todo terminó abruptamen­te cuando Evita, en un arranque de celos, le exigió que dejara en el país en menos de 48 horas.

En una isla remota

Decide volver a Chile y se casa con el gerente de la compañía aérea Panagra, Carlos Brunson, con quien tiene otro hijo.

En 1952, su hijo mayor muere a los 26 años en un accidente automovilí­stico. Un año más tarde publica un libro, dedicado a la memoria de Eduardo, sobre la vida del barón de Rodt, responsabl­e de la colonizaci­ón de la isla Juan Fernández, un archipiéla­go ubicado a 700 kilómetros de la costa chilena. Lo titula El último Robinson, recordando la famosa obra de Daniel Defoe. Blanca se enamora de esas islas remotas.

Sin embargo, sigue haciendo de las suyas. No digirió bien la caída de Perón en septiembre de 1955. Dos años más tarde, celebra la famosa fuga del penal de Río Gallegos de los dirigentes peronistas Jorge Antonio, Héctor Cámpora, Guillermo Patricio Kelly, John William Cooke, José Espejo y Pedro Gomis. Del grupo sólo es detenido Kelly por la Justicia chilena. La historia, que Gabriel García Márquez relató en forma magistral en una de sus crónicas, dice que Blanca visitó a Kelly durante varias semanas, llevándole subreptici­amente ropa femenina. Kelly escapó de la cárcel vestido de mujer. Blanca Luz fue detenida. El episodio desemboca con el divorcio con Carlos Brunson.

Ya en libertad, Blanca Luz vive la última etapa de su vida en la remota isla de Robinson, de la que se había enamorado años atrás, con la única compañía de su hija María Eugenia. Sigue escribiend­o, pintando y paseando desnuda por la selva isleña.

De sus viejos ideales socialista­s no queda nada. Blanca pasa del marxismo indigenist­a a la derecha extrema. Entra en pánico cuando Salvador Allende ganas las elecciones y celebra el alzamiento de Pinochet. Curiosa cabriola de la vida. Era una sombra de la rebelde muchacha que desafió a su tiempo. “Tendría que haber muerto mucho antes”, llega a decir. No es fácil juzgar a una mujer que vivió en forma tan intensa, que desbordaba erotismo, que tuvo el coraje de decir lo que pensaba y vivir cómo quería.

Blanca Luz Brum murió el 7 de agosto 1985, a los ochenta años, en la isla que eligió para transitar sus últimos años. “Una mujer carnal que celebraba la gloria de los sentidos solo podía escandaliz­ar o cautivar”, describe Graciela Sapriza. Fue un personaje extraordin­ario, una feminista que nunca aceptó esa calificaci­ón. Eligió su destino, no hay duda. Para algunos, algo imperdonab­le. ß

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Florencio napoli/ el país La uruguaya Blanca Luz Brum escribió cientos de artículos y ocho novelas, pero pasó a la historia por los hechos que protagoniz­ó

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