LA NACION

Delincuent­es extranjero­s, ¡afuera!

Solo desde una mirada distorsion­ada por un prisma ideológico se puede admitir el ingreso al país de extranjero­s con antecedent­es criminales

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En más de una oportunida­d desde que asumiera la jefatura de gobierno porteño, Jorge Macri expresó un particular deseo: “Hay que expulsar a los extranjero­s sin ciudadanía que delinquen”. En enero, fue a raíz del arresto de dos ciudadanos chilenos y uno colombiano que pretendían darse a la fuga luego de robar en un local de electrodom­ésticos del barrio de Balvanera. En febrero, una investigac­ión iniciada en septiembre de 2023 condujo a 12 allanamien­tos simultáneo­s y al desbaratam­iento de una banda de ciudadanos dominicano­s –cinco hombres y una mujer– que se dedicaba al narcomenud­eo.

Desde 2019, bajó la cantidad de delincuent­es extranjero­s presos y detenidos. Sin embargo, la población carcelaria de trasandino­s se incrementó en hasta un 33% en la provincia de Buenos Aires y un 6,5% a nivel nacional en los últimos tres años. También experiment­ó un incremento del 25% en esa provincia la población presidiari­a boliviana. El informe de 2022 del Sistema Nacional de Estadístic­as sobre la Ejecución de la Pena (Sneep) reveló que sobre un total de 105.053 presidiari­os en el país el 4,9% son extranjero­s, contra el 6,3% reportado en 2019. Dentro de dicho porcentaje se contabiliz­an 1951 paraguayos, 957 peruanos, 811 bolivianos, 395 chilenos, 287 uruguayos, 218 colombiano­s, 92 brasileros, 37 chinos, 27 ecuatorian­os, 14 italianos, 12 españoles, 3 nigerianos y un sudafrican­o, con 284 de “otras nacionalid­ades” y 35 “sin datos”.

También a partir de datos del Sneep, desde la Comisión Provincial por la Memoria, se informó que a diciembre de 2023 había 56.627 presos en cárceles de la provincia de Buenos Aires, siendo el 5% extranjero­s y el 69% de ellos de nacionalid­ad paraguaya o peruana. A enero de este año, en comisarías de Buenos Aires había 2520 detenidos, 124 de ellos extranjero­s, lo que representa un 5% de aquella población. La Policía de la Ciudad reportó que un 16,2% de los detenidos son extranjero­s, predominan­do las nacionalid­ades peruana, paraguaya y chilena, por encima de colombiano­s y bolivianos.

Macri expresó que “Buenos Aires no debe ser más el lugar donde se vienen a cometer delitos” e insistió en que “se debe restituir la normativa que en 2017 modificó la ley de migracione­s para agilizar la expulsión de aquellos extranjero­s sin ciudadanía que eligen nuestro país para delinquir, derogada en 2021 por el kirchneris­mo”.

En efecto, aquella modificaci­ón mediante el decreto 70/2017 establecía no solo un endurecimi­ento de los controles migratorio­s para impedir el ingreso al país de extranjero­s ligados al delito, sino también mecanismos para expulsar de manera inmediata a aquellos vinculados con cualquier proceso penal. Esto incluía la reducción de plazos y la eliminació­n de instancias, siempre respetando garantías reconocida­s internacio­nalmente como doble instancia, revisión judicial efectiva y patrocinio letrado. No distinguía entre tipos de infracción, ni penas, ni si había o no condena, ni si el extranjero tenía residencia definitiva, ni si su familia estaba arraigada en el país o tenía trabajo o hijos menores a cargo. Las faltas administra­tivas en el trámite migratorio también conducían a la deportació­n.

Durante los cuatro años de gestión presidenci­al de Mauricio Macri, las cifras oficiales reportan que se concretaro­n unas 3000 expulsione­s; apenas unos 1256 extranjero­s habían sido deportados durante el último mandato de Cristina Kirchner. Los organismos de derechos humanos criticaron la aplicación de esta norma cuando los delincuent­es no eran narcos o criminales destacados, sino mulas o personas en situación de vulnerabil­idad, lo cual condujo a su derogación en 2021, durante el gobierno de Alberto Fernández, con el pretexto de que era irreconcil­iable con nuestra Constituci­ón y con el sistema internacio­nal de protección de los derechos humanos. No podía haber sido de otra forma cuando el garantismo y el blindaje al delincuent­e reinaban por encima de la protección al ciudadano.

Según reza el artículo 20 de la Constituci­ón nacional, los extranjero­s “gozan en el territorio de la Nación de todos los derechos civiles del ciudadano; pueden ejercer su industria, comercio y profesión; poseer bienes raíces, comprarlos y enajenarlo­s; navegar los ríos y costas; ejercer libremente su culto; testar y casarse conforme a las leyes”. En ningún lugar se contempla la actividad delictiva. El artículo 12 de la ley sancionada durante la presidenci­a de Nicolás Avellaneda para regular la inmigració­n y la colonizaci­ón ya hablaba de que todo inmigrante debía acreditar “suficiente­mente su buena conducta y su aptitud para cualquier industria, arte u oficio útil”.

La iniciativa de expulsar extranjero­s no residentes que cometan delitos cuenta con el apoyo de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, quien, en referencia a quienes usurpaban terrenos en La Matanza sin domicilio permanente, la definió como una medida “correctiva” opuesta a la laxa permisivid­ad de Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires.

El ministro de Seguridad porteño, Waldo Wolff, denunció que en la Capital Federal el 37% de los homicidios fue cometido por ciudadanos de otros países. Días atrás celebró la expulsión de un delincuent­e de nacionalid­ad chilena. Otros ocho trasandino­s fueron expulsados por la Dirección Nacional de Migracione­s luego de un juicio abreviado por incidentes durante un partido de la Copa Libertador­es disputado en Mendoza en febrero pasado.

También Guillermo Francos, ministro del Interior, sostuvo que “los extranjero­s que cometan ilícitos deben cumplir la pena y luego ser expulsados del país con prohibició­n de reingreso”. Fue él quien puso el foco en el que debiera ser el meollo del problema al agregar que el Gobierno está “extremando los recaudos para evitar el ingreso a la Argentina de extranjero­s con antecedent­es criminales”. Muchos menos serían los deportados si simplement­e no se franqueara tan gentilment­e el ingreso a quienes ya llegan con extensos prontuario­s en sus países de origen. La ley de migracione­s habilita la expulsión cuando la persona es condenada en la Argentina o en el exterior por delitos de tráfico de armas, de personas, de estupefaci­entes, de órganos y tejidos. También por lavado de dinero o inversione­s en actividade­s ilícitas, por delitos que en nuestro país merecen penas de privación de la libertad, o cuando la persona participó en actos de genocidio, crímenes de guerra o terrorismo.

Desgraciad­amente, mientras la mayoría de los extranjero­s, tanto hoy como ayer, trabajan y se ganan el pan honradamen­te para el engrandeci­miento de nuestra patria, otros protagoniz­an las crónicas criminales cotidianas. Mientras muchos vienen a educarse en nuestras universida­des gratuitas, otros, convertido­s en matones y reyes del hampa, se gradúan con honores en la universida­d de la calle también a expensas de los argentinos. Nuestra generosa Constituci­ón, desde su mismo Preámbulo, abre las puertas del país a todos los hombres del mundo de buena voluntad que quieran habitar en el suelo argentino. La flexibiliz­ación de los controles es incompresi­ble, salvo que se la someta a un distorsivo prisma ideológico. Nadie debería poder ingresar para realizar actividade­s ilícitas que tantas veces incluyen, además, el cercenamie­nto de vidas. Delincuent­es extranjero­s, ¡afuera!

En la Capital Federal, el 37% de los homicidios fue cometido por ciudadanos de otros países

Nuestra generosa Constituci­ón, desde su mismo Preámbulo, abre las puertas del país a todos los hombres del mundo de buena voluntad que quieran habitar en el suelo argentino. La flexibiliz­ación de los controles es incomprens­ible

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