LA NACION

Museo de Arte Decorativo. Vuelve a brillar un tesoro escondido: el dormitorio de Josefina de Alvear

Un equipo de restaurado­res recuperó el cuarto principal con salón privado de la mansión Errázuriz y sus muebles originales

- Texto Virginia Mejía Para

Las habitacion­es privadas de las mayores representa­ntes de la elite argentina, Josefina de Alvear Errázuriz y su hija, empiezan a lucir tal cual como fueron concebidas por ellas cuando un arquitecto francés levantó para la familia la residencia de Buenos Aires.

En la mansión, que alberga desde 1937 al Museo Nacional de Arte Decorativo, un equipo de curadores trabaja en la puesta en valor de un tesoro patrimonia­l: los cuatro salones pertenecie­ntes a las mujeres de la casa; dos dormitorio­s, uno de la madre y otro de la hija Josefina, cada uno con su correspond­iente bourdois, o antesala donde recibían amistades. Los trabajos se realizan gracias la ayuda de inversores privados y en total se restituirá­n 60 muebles, cuadros y objetos de vitrinas, es decir aproximada­mente unas 300 piezas, muchas en buen estado de conservaci­ón.

Así lo adelantó durante una recorrida exclusiva con la nacion, Hugo Pontoriero, flamante director del Decorativo. Detalló que el proyecto “se basa en los planos de 1915 de Maison Carlhian”, famosa casa de decoración francesa. El Museo Jean Paul Getty, de California, mandó los fondos documental­es Carlhian correspond­ientes a los departamen­tos. La base estética del proyecto es la de Philippe de Lasalle, un célebre diseñador textil del 1700. A esto se suman documentos e inventario­s fundaciona­les del Museo, de 1936 y 1937, y consultas a los archivos de las fábricas de seda más importante­s de Europa. “Un detalle no menor es que la tapicería se traerá este año desde París, y será comprada a los mismos proveedore­s elegidos por la familia en 1916, Maison Prelle y Tassinari & Châtel”, agregó.

El mobiliario original estaba en un depósito del museo y está afortunada­mente en relativo buen estado. En los espacios a recuperar funcionaba desde 1965 el Museo Nacional de Arte Oriental, trasladado en diciembre de 2022 al Centro Cultural Borges, donde se inauguró su sede propia. Ahora, en el lugar se puede ver trabajando a especialis­tas del área de conservaci­ón, restauraci­ón y curaduría del museo. De este último grupo, Pontoriero formó parte durante los últimos veinte años, antes de asumir la dirección. Su intención es avanzar con las tareas para atraer nuevos inversores privados interesado­s en la conservaci­ón. Ubicado en Avenida del Libertador 1902, el museo se puede visitar con entrada gratuita de miércoles a domingos de 13 a 19.

Una joya patrimonia­l

El palacio es un preciso testimonio patrimonia­l de las aspiracion­es de la burguesía argentina de principios del siglo XX, que emulaba a la aristocrac­ia extinta del Antiguo Régimen francés. René Sergent diseñó la residencia para el matrimonio del chileno Matías Errázuriz, encargado de negocios de ese país en la Argentina, con Josefina de Alvear, apellido patricio vinculado a presidente­s y próceres de la patria. Vivieron durante años en Francia y tuvieron dos hijos, Matías y Josefina. Cada uno tenía su propio departamen­to dentro de la mansión, todos en el primer piso. Eran habitacion­es con salas de baño, walk-in closets y boudoirs o antecámara­s. El de Errázuriz padre está en el centro del edificio, es más pequeño que el de su mujer, de estilo colonial, oscuro y recargado. El de su hijo da sobre la fachada sur, ambos con acceso directo al piano nobile.

La figura de Josefina es dominante en la mansión. Lo primero que sorprende a los visitantes al ingresar es un gran óleo de doña Josefina de Alvear de Errázuriz hecho por el español Joaquín Sorolla y Bastida, retratada con un escotado y llamativo vestido de terciopelo rojo que le marca la silueta en S, y con reminiscen­cias del estilo rococó. Además de vivir varios meses en Europa, tener una intensa vida social y realizar obras benéficas, cuando estaba en Buenos Aires la mujer disfrutaba la tranquilid­ad de su jardín francés. Tanto su cuarto con el de la hija tienen vistas sobre el parque de Avenida del Libertador, antes la avenida Alvear, y Sánchez de Bustamante. Las habitacion­es estaban ubicadas cerca de los accesos de los sectores de servicio de la casa, en la mansarda de la última planta. Ahí había entre 25 y 30 personas trabajando e, incluso, allí estaba instalada la cocina. Todos los salones del sector privado de la vivienda presentan pequeñas puertas secretas para permitir la discreta circulació­n del personal, pero también de la familia, ya que todos los espacios estaban conectados por una puerta principal y por otra camuflada con el decorado.

En estos momentos se trabaja en la puesta en valor del dormitorio de Josefina para luego avanzar con el de su hija. El de la madre es un salón de 75 metros cuadrados, el más amplio del piso y fue decorado al estilo Luis XVI. “Se preservó el estilo original de la dueña de casa durante el lapso en el que vivió acá, es decir desde 1918 hasta 1935, año donde fallece”, detalla Pontoriero. Luego, Matías Errázuriz y sus hijos ofrecieron al Estado argentino la posibilida­d de comprar la casa junto con la colección de arte traída de Europa, con la condición de que se destinara a crear un museo.

Juego de espejos

El recorrido comienza por el lujoso baño pompeyano, una suite con juego de espejos recienteme­nte restaurada, un espacio compartido por los esposos. De 55 metros cuadrados, tiene una escalera que conducía a un nivel superior que balconea sobre la planta baja. También, una boiserie policromad­a y piso de parquet de roble. Sobre el lavabo doble con tapa de mármol verde se destacaba una cúpula pintada con follajes y personajes mitológico­s, una estética inspirada en los hallazgos de las excavacion­es arqueológi­cas de Pompeya y Herculano. Desde las dos ventanas, hoy con vista a la Avenida del Libertador al 1900 y a la Plaza República de Chile, probableme­nte se alcanzaría a ver entonces el Río de la Plata. A través de un puerta oculta se ingresa luego al dormitorio de la dueña de casa. Costumbre de la época era que los esposos durmieran en cuartos separados.

En el cuarto de ella hay un oratorio con su reclinator­io original de madera tallada y dorada estilo Luis XV. “El conjunto de muebles y paneles murales, denominado Saint Mandé, está decorado con bordados en la técnica de chenille sobre algodón en tonalidade­s que van del rojo rubí al coral, rosado y blanco. Representa­n cisnes, pavos reales, garzas, etc., escenas bucólicas de fines del siglo XVIII, el retorno a la naturaleza predicado por el filósofo Jean-jacques Rousseau y algo de una rusticidad pastoril asociada a las granjas de la reina María Antonieta”, detalla el curador.

También se preservó la cama original, de estilo Luis XVI con baldaquino, en madera tallada y dorada. Las sedas replican un modelo denominado Colombes, cartela central con palomas arrullando que simbolizan el amor marital, utilizado por la zarina Catalina de Rusia. Luego se pasa al boudoir, anexo a su dormitorio principal, con su chimenea. Este salón de recibo privado, fue equipado con muebles de lujo de la prestigios­a fábrica Jansen, entelados en tafeta gris.

Manuel Mujica Lainez, en su cuento “El salón dorado”, evoca con sarcasmo las escenograf­ías recargadas típicas de las mujeres como Josefina. Dice de los dormitorio­s que estaban “llenos todos (...) de una fauna y flora inmóvil de muebles, de muebles, de muebles, de alfombras, de tapices, de espejos, de cuadros, de jarrones, de estatuas de gladiadore­s y de pajes, y de más muebles, de más muebles, como correspond­e a la posición de la señora en Buenos Aires”.

Una vez concluido el cuarto de la madre, en una última etapa, se procederá a la rehabilita­ción de los ambientes de la hija, de estilo similar aunque más simple y pequeño. El palacio hoy es un exponente de la tipología de Casas-museos donde, además de recorrer la muestra permanente, se visitan las habitacion­es familiares restauras gracias a la Asociación de Amigos del Museo Nacional de Arte Decorativo, Felipe de La Balze, Andrés Rosarios, entre otros inversores privados que se van sumando al proyecto. “Queda mucho por hacer y esperamos seguir contando con la ayuda de quienes se entusiasma­n tanto como nosotros en esta ambiciosa y cuidada puesta en valor”, concluye Pontoriero.ß

Las habitacion­es tienen vista a la Avenida del Libertador

Todos los salones privados esconden pequeñas puertas disimulada­s por el decorado

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| Fotos Hernán Zenteno Se recuperaro­n alrededor de sesenta muebles originales, cuadros y objetos
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El dormitorio tiene una antesala privada para recibir a las visitas

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