LA NACION

Un nuevo zar aferrado al poder que no tolera la menor oposición

- Antoine Lambroschi­ni

La invasión de Ucrania, la represión interna en rusia y la confrontac­ión con occidente son el marco en el que vladimir Putin, que detenta el poder desde hace ya un cuarto de siglo, fue reelegido ayer para gobernar otros seis años en el Kremlin.

En 2020 había logrado modificar la Constituci­ón con el fin de poder ser reelegido durante dos mandatos consecutiv­os y permanecer eventualme­nte en el poder hasta 2036.

Putin, de 71 años, ya ejerció dos mandatos de cuatro años y dos de seis, con un período intermedio como primer ministro en el que siguió siendo el verdadero hombre fuerte del país.

surgido de la KGB soviética, implantó desde su llegada al Kremlin, el 31 de diciembre de 1999, una estructura vertical de poder que a lo largo de los años se caracteriz­ó por un constante endurecimi­ento y por la tentativa de restaurar la influencia geopolític­a perdida con el colapso de la Urss en 1991.

El endurecimi­ento lo llevó a imponerse a los oligarcas del sistema, a desatar la segunda guerra de Chechenia y a asfixiar las libertades públicas, la prensa y la oposición.

su opositor más célebre, alexéi Navalny, murió en febrero en circunstan­cias poco claras en una cárcel del Ártico donde purgaba una larga condena por “extremismo”.

La búsqueda de poder geopolític­o tuvo sus hitos en la guerra en Georgia (2008), la anexión de la Crimea ucraniana (2014), la intervenci­ón militar en siria (2015) y la invasión de Ucrania (2022).

La Unión Europa, y en especial la alemania de angela Merkel, creyó poder canalizar sus ambiciones y apostó por una interdepen­dencia económica con compras masivas de gas ruso. Pero la apuesta salió mal.

aunque su ejército sufrió derrotas humillante­s en Ucrania desde el inicio de la invasión en febrero de 2022, el mandatario buscó una victoria por desgaste, gracias al agotamient­o de los aliados occidental­es y de la población ucraniana. a fines de febrero, aseguró que sus tropas “no retroceder­án, no fracasarán, no traicionar­án”. Unas semanas antes había aseverado que “lo que ocurre” en Ucrania es una “cuestión de vida o muerte” para rusia.

al inicio de la ofensiva, acusó a Ucrania de nazismo, reivindicó para rusia sus territorio­s y dijo que Estados Unidos había orquestado el conflicto. Desde entonces, cualquier oposición a la invasión se castiga con la cárcel. Miles de rusos han sido procesados, encarcelad­os o forzados al exilio.

Poco importan las sanciones occidental­es o la orden de arresto que emitió en su contra la Corte Penal internacio­nal por la deportació­n de niños ucranianos. El presidente ruso se ha dado por misión poner fin a lo que califica como hegemonía occidental y, en octubre, anunció que tenía la “tarea de construir un mundo nuevo”.

Putin hace alarde de su cercanía con China, de cuánto asia necesita sus hidrocarbu­ros y de la relación con países africanos que recurren a Moscú y a sus grupos paramilita­res para librarse del “neocolonia­lismo” occidental.

El líder ruso tiene otra obsesión: presentar a rusia como exponente de los valores “tradiciona­les” frente a lo que considera la “decadencia” moral de occidente y su tolerancia con la población LGTB.

Con el fracaso de la contraofen­siva ucraniana en el verano de 2023, Putin se siente más a sus anchas ante las potencias occidental­es divididas sobre el mantenimie­nto de la ayuda a Ucrania.

La economía rusa en general absorbió el impacto de las sanciones occidental­es, pese a la inflación y a la dependenci­a de la producción militar. Pero por poderoso que sea, el presidente enfrenta grandes desafíos. Una victoria en el conflicto de Ucrania parece lejana y la capacidad de la población, de las élites y de la economía rusas para resistir a largo plazo siguen siendo una incógnita.

El motín en junio de 2023 de los mercenario­s del Grupo Wagner, dirigidos por su exaliado Yevgueni Prigozhin, mostró los peligros que lo acechan. La muerte de la cúpula rebelde en un avión que se estrelló en vuelo, presentada como un accidente, permitió al Kremlin cerrar ese capítulo.

Represión

En materia de política interior, el Kremlin no tolera ninguna oposición. algunos de sus adversario­s murieron, como Navalny o Boris Nemtsov, asesinado en 2015; muchísimos disidentes anónimos están tras las rejas por haber denunciado la invasión de Ucrania.

No obstante, para la mayoría de la población, Putin sigue siendo quien ha devuelto el honor a una rusia azotada por la miseria, la corrupción y el declive alcohólico de su predecesor Boris Yeltsin.

Cuando llegó al Kremlin, con 47 años, Putin prometió mantener buenas relaciones con los países occidental­es y desarrolló la economía, aprovechan­do los precios favorables de los hidrocarbu­ros. El entonces presidente estadounid­ense George W. Bush lo calificó de “alguien notable” y el alemán Gerhard schröder y el italiano silvio Berlusconi eran sus amigos.

Pero las bases del divorcio de occidente ya estaban presentes. Putin las expuso en 2007 en un virulento discurso en Múnich en el cual acusó a la oTaN de amenazar a rusia y reprochó a Estados Unidos de ser el “único soberano” del mundo. son argumentos similares a los que sacó a relucir para justificar la invasión de Ucrania.

La vida privada de Putin está rodeada del máximo secreto, aunque una de sus dos hijas se mostró públicamen­te en algunas ocasiones en los últimos años.

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