LA NACION

Una experienci­a de ciclo completo que incorpora la certificac­ión ambiental

En el norte de Entre Ríos, mediante el manejo del monte, Paolo Fontana combina la producción de hacienda en todas sus etapas con cultivos; obtuvo un sello de carbono neutral

- Texto Carlos Marin Moreno para La NACION

En “San Esteban”, paolo Fontana desarrolla un planteo que combina la ganadería de ciclo completo en campo limpio y con monte con cultivos de invierno y verano. La empresa está en paso Gallo, departamen­to de Federal, en el centro norte de Entre ríos. Logró la certificac­ión internacio­nal de carne neutral en la huella de carbono que le permite ser preferido por los frigorífic­os que deben atender las crecientes exigencias de los países desarrolla­dos en lo referido producción sustentabl­e, con uso cuidadoso del ambiente y trazabilid­ad en los animales.

Fontana forma parte de una empresa familiar fundada por el abuelo de su esposa luego de la Segunda Guerra Mundial. En esa época, el campo, de 4024 hectáreas, en plena selva de Montiel, desarrolla­ba un planteo tradiciona­l, con ovinos como actividad principal.

El suegro de paolo entendió que eso debía modificars­e y migró hacia la producción de arroz en las áreas limpias, aunque carecía de represa. El nuevo planteo funcionó muy bien durante las décadas del 70, 80 y 90, con una combinació­n de buenos precios y rindes. pero luego el valor del arroz bajó y ya no rendía económicam­ente producirlo con bombeo de agua mediante motores, por lo que la empresa viró nuevamente, en esta oportunida­d, a producir soja y maíz, que cotizaban a precios altos en esa época.

Sin embargo, los rindes agrícolas de la zona no son altos y los productore­s deben enfrentar elevados costos de fletes. ante esa realidad, en San Esteban desarrolla­ron un nuevo cambio, esta vez para producir forraje en el campo limpio y en el monte, y transforma­r granos en carne con la ganadería de ciclo completo, que incluye cría, recría y terminació­n.

allí, la alimentaci­ón de la hacienda incluye una dieta de verdeos de invierno, alfalfa y otras especies producidas en las áreas limpias. También utilizan en el monte el mejorado, granos y silaje de maíz y de sorgo, y soja producida en el campo. El objetivo es convertir proteína vegetal en proteína animal. El 80% de la alimentaci­ón proviene del pastoreo en condicione­s de libertad y solo el 20% correspond­e al suministro de concentrad­os en confinamie­nto.

El 50% de la superficie del campo es de monte, con algarrobo, quebracho y ñandubay como especies predominan­tes. En la parte limpia, Fontana desarrolló la siembra de maíz seguido de raigrás anual, una combinació­n que produce mucho más forraje que el campo natural original de la zona. “La idea era tener un cultivo en el suelo los 365 días del año, combinado con canales y terrazas, para evitar los problemas de erosión hídrica de la zona”, explica el productor, quien emplea además la siembra directa, la rotación de cultivos y los abonos verdes como prácticas conservaci­onistas.

En el monte se desarrolla un manejo holístico. Se mejora la productivi­dad original promoviend­o la recuperaci­ón de gramíneas perennes presentes como flechilla brava, pasto miel, pasto horqueta y especies del género panicum y Sporobolus. También se incorporan nuevas especies, como gatton panic y heno gris, que producen mucho pasto y tienen capacidad de secuestrar carbono, además de las ya sembradas en áreas limitadas como la cebadilla chaqueña y especies de Setaria.

Con este manejo se busca mejorar la biodiversi­dad vegetal y garantizar una cobertura de materia verde del sotobosque durante todas las estaciones del año, que aumenta el secuestro de carbono y da estabilida­d a la producción. “Con la implantaci­ón de nuevas especies aumentamos la producción de materia verde del monte para mantener alta carga animal durante todo el año”, abunda Fontana. La implantaci­ón de estas especies se hace de dos maneras: en la parte del monte que no se puede acceder con sembradora­s se distribuye semilla con avión, tras lo cual el pisoteo de la hacienda las entierra y promueve la germinació­n. Y en las partes limpias del monte, a ambos lados de los callejones que se realizan para facilitar el movimiento de la hacienda, se utiliza sembradora convencion­al, con implantaci­ón en líneas. El aprovecham­iento del monte se realiza mediante pastoreo racional en potreros de 500 hectáreas divididos en cuatro sublotes. En cada fracción de 125 hectáreas pastorean 250 animales durante 20-30 días, tras lo cual vuelven a los tres-cuatro meses, según la época del año.

Hacienda adaptada

“El nivel genético inicial de la hacienda del campo era muy pobre, con vacas de 2 a 13 años y una tasa de preñez del 70% al tacto. Nos propusimos modificar esa situación y aumentar el número de vientres”, recuerda el empresario.

“Teníamos 1500 vacas en servicio, de las cuales eliminamos las más viejas y sin dientes, y decidimos no perdonar a la que no se preñaba. La vacía se cargaba como tal o se preñaba para venta con un servicio adicional. Y eliminamos el servicio de otoño, para quedar solo con el de primavera. Comenzamos con inseminaci­ón artificial en vaquillona­s de primer y segundo servicio, durante dos años, para pasar a todo el rodeo al tercer año. El énfasis de la selección estuvo puesto en la rusticidad y en la capacidad de adaptación a las condicione­s de pastos duros del monte”, agrega.

“La raza empleada es angus. Los principale­s rasgos selecciona­dos fueron rápida preñez y facilidad de parto, por la escasa ayuda que se puede dar a los vientres en el monte. Buscamos vacas que den un buen ternero, que se destete a los 5 o 6 meses, y pueda ser engordado para consumo liviano o exportació­n”, completa. para lograr esos objetivos “cambiamos las líneas de toros mediante la inseminaci­ón artificial y en tres años logramos elevar la preñez al 90%, con un destete del 85-86%. La fecundació­n artificial hoy se extendió al 100% del rodeo, con la asistencia técnica de Select Debernardi”, recuerda paolo.

Las vaquillona­s de reposición entran al primer servicio con 350 kilos y necesitan ser alimentada­s intensivam­ente para cubrir sus requerimie­ntos de crecimient­o, gestación y lactancia. Junto con las de segundo servicio permanecen en pasturas de campo limpio, con suplementa­ción con grano, silaje de maíz o rollos. Las vacas adultas pastorean en el monte.

Los machos tienen distintos destinos. Se separan de la madre con 170180 kilos de promedio y una “cabeza” de 210 kilos y una “cola” de 120. “El trabajo que se hizo a lo largo de los últimos años fue achicar esas diferencia­s, para apuntar a tener más cabeza y cuerpo e ir eliminando la cola”, rememora. ß

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Paolo Fontana lleva adelante un proyecto de ciclo completo
en el Monte Paolo Fontana lleva adelante un proyecto de ciclo completo

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