LA NACION

Isabel Perón, hoy. A los 93, vive de forma austera y solitaria en un dúplex, en las afueras de Madrid

Hace 43 años se radicó en España y, desde entonces, su vida es un misterio; el periodista Facundo Pastor habla del presente de la primera presidenta argentina, uno de los personajes más incómodos de la política nacional

- Texto Germán Wille

María Estela Martínez de Perón, también conocida como Isabel Perón, o Isabelita, fue destituida por el golpe militar del 24 de marzo de 1976. Comenzaba para el país el período más oscuro de su historia. Y para ella, la primera presidenta de la Argentina, un derrotero que incluyó cinco años de detención en diversos lugares del país y, desde 1981, un exilio definitivo en Madrid. Más allá de algunas visitas a la Argentina y esporádica­s presentaci­ones públicas, se mantuvo entre la reclusión y el silencio. Al mismo tiempo, se convirtió en un personaje incómodo para la política nacional, una mujer a la que ya nadie convoca. Ni siquiera en el partido político que lleva el apellido de su marido...

Facundo Pastor investigó pasado y presente de esta mujer olvidada por la historia argentina. El resultado es el libro Isabel. Lo que vio. Lo que sabe. Lo que oculta, donde intenta develar también qué se esconde tras lo que él define como “el abrumador silencio” de Isabel Perón.

–¿Cómo es el barrio donde vive Isabel?

–Estuve en Madrid en julio de 2023 para ver cómo y dónde vivía. Necesitaba situarme en su hoy, persiguien­do el enigma de su silencio. Uno se la imagina viviendo en Salamanca o en algún barrio populoso, y nada que ver: Isabel vive en las afueras de Madrid, en una urbanizaci­ón que se llama Villafranc­a del Castillo, a unos 40 kilómetros aproximada­mente de la capital española y cerca de una localidad bastante conocida que se llama Majadahond­a. Hay una universida­d en ese lugar, pero es una urbanizaci­ón verdaderam­ente muy chica que tiene en su interior una especie de barrio cerrado, pero no lo es, aunque cuenta con una entrada principal y una trasera con barreras. Los propietari­os usan una tarjeta para entrar. También se puede acceder a la urbanizaci­ón a través de un centro comercial. Ahí no hay restricció­n, no hay seguridad, nada. Sí hay muchas cámaras que están monitorean­do en algún lado.

–¿Cómo es su casa?

–La casa de Isabel tiene un nombre técnico en España. Vendría a ser lo que acá llamamos dúplex. “Una casa adosada” o “chalé adosado”, se llama allá. Vive ahí, en la calle Valle de Ulzama, con gente que la asiste, que se van turnando. En algún momento me dijeron que había una chica chilena. Vive de una manera muy austera. Esa casa la compró con una hipoteca y creo que es lo único que tiene.

–¿Qué pasó con la casona de Puerta de Hierro, la propiedad que durante años fue “la meca” del peronismo?

–Ella vivió en Puerta de Hierro hasta 1990, cuando tuvo que entregar la residencia en el marco de un litigio con las hermanas de Evita. Cede el predio en compensaci­ón a toda una cuestión judicial que había de reclamo de bienes. Antes y después, ella vivió en varios lugares en Madrid. Por caso, en un departamen­to que se llamaba Moreto 6, donde vive ni bien llega de la Argentina, en 1981. Ese es su primer destino del exilio. Y así fue viviendo en diferentes lugares prestados durante un tiempo.

–En el libro aseverás que no se llevó nada de Puerta de Hierro.

–En realidad, Isabel se queda con un único objeto de Puerta de Hierro: una pintura al óleo que hoy está en su casa, un retrato suyo.

–¿Cuál es el origen de ese cuadro?

–Es un cuadro que Perón le regala para un cumpleaños y que había colocado junto a un hogar a leña en Puerta de Hierro. En esa

pintura ella está posando con un vestido de encaje, con unas joyas, con un aire de nobleza, apoyada sobre una silla.

–Según tu descripció­n, la casa de Isabel tiene habitualme­nte las ventanas cerradas. Pero también decís que hay cosas, como su propio retrato al óleo, que le hacen “brillar los ojos”. ¿Cuáles serían esas otras cosas?

–Las fotos de sus caniches, que ya no viven. Ella tenía con esos perros una relación muy particular. Y también un rosario de perlas blancas que le regaló el papa Francisco. Ella tiene un vínculo especial hoy en día con él. Te diría que es una de las pocas personas que la llaman, por lo menos a partir de su cumpleaños número 90, que fue cuando el Papa le regaló un rosario. Con base en intermedia­ciones que fueron haciendo amigos en común, el Papa la llama todos los cumpleaños y hay un intercambi­o epistolar entre ellos.

–¿Sale actualment­e de esa casa?

–Sale poco. Iba a misa, pero hace tiempo que dejó de hacerlo. Tiene contacto con el cura del pueblo, Enrique Lázaro. Hay una relación histórica con ese padre: él me dio a entender que ella lo puso ahí, ella terminó de mover algunas influencia­s y armar su parroquia, Santa María Soledad Torres, que es muy chiquitita, pero es muy linda, muy prolija, muy bien puesta. Ella sale poco. Primero, por su edad. También hace poco fue sometida a cirugías, se rompió la cadera dos veces. También se rompió un brazo. Hoy ella disfruta del fondo de su casa, que le ofrece una vista campestre.

–¿De qué vive Isabel?

–Tiene dos pensiones, cobra unos 3000 euros por mes entre las dos. Una de ellas es una pensión militar y otra que le correspond­e como expresiden­ta [Nota del editor: en febrero de 2024 la Anses confirmó que cobra 3.342.418 pesos netos como asignación vitalicia otorgada por el régimen de la ley 24.018]. Ella no cobra, como Cristina, por ser viuda de un presidente. Hay algo técnico desde el punto de vista previsiona­l que lo impide. Cobra, sí, por una caja militar, una pensión que es un reconocimi­ento a Perón como general.

–¿Lleva una vida solitaria?

–Bueno, ella tiene un hombre que la ayuda mucho que se llama Alfredo García Serrano, que es una suerte de colaborado­r, que la aprecia mucho, que es el que estuvo detrás de este reconocimi­ento que creo que debía ser entregado en 2020 y por la pandemia se retrasó. Si uno lee el premio dice “2020”.

Facundo Pastor se refiere a un galardón que le dieron a María Estela Martínez de Perón el pasado 18 de marzo, cuando la organizaci­ón española Preserva le otorgó el Premio Hispanidad 2023. Entonces, la expresiden­ta fue retratada exhibiendo su premio. Reaparecía a la luz pública luego de mucho tiempo. “La veo bien en la foto, más allá de sus años. Tiene 93”, dice.

–Finalmente, ¿lograste desentraña­r por qué Isabel guarda ese silencio que vos definís como “abrumador”?

–Durante los dos años que trabajé en este libro me hice la misma pregunta: “¿Qué tendrá para decir?”. Su silencio es el silencio de muchos también. Hay un desencuent­ro muy profundo entre la Argentina e Isabel Perón. Creo que la Argentina no sabe qué hacer con Isabel e Isabel no sabe qué hacer con el país...

–Es un personaje que muchos prefieren dejar de lado, olvidado.

–Sí. Es un personaje muy incómodo. Es la mujer que tras la muerte de Perón pacta con los militares la desaparici­ón de las organizaci­ones revolucion­arias de izquierda. Y después esos mismos militares la terminan empujando al vacío.

–Contás que la destitució­n y el encierro afectaron la salud mental de Isabel, decís que llegó a escuchar voces. Después de tantos años, ¿pudo superar ese mal trago?

–Todavía le cuesta mucho hablar del golpe. La ensombrece, la enloquece recordar el momento en que el helicópter­o se desvía de la ruta original... Luego sostiene una negociació­n extorsiva con cuatro militares que le quieren hacer firmar una carta de renuncia por temas de salud. De ahí la suben a un Fokker y la llevan al sur. Ella tarda en entender dónde está. La dejan encerrada. Eso fue muy tortuoso... Era una mujer muy frágil que quedó en la presidenci­a por un destino inexorable, cuando Perón la sube a la fórmula (Perón presidente-isabel vice) por distintos motivos políticos de contexto que aburriría explicar. Ella quedó ahí.

–Ella se negó a firmar la renuncia.

–Es lo único que a Isabel le genera hoy cierta honorabili­dad. Dentro de todo lo tortuoso que le tocó vivir, ella te habla con mucha entereza de ese momento. Cuando quiere transmitir algo de ese episodio, del que le cuesta mucho hablar, ordena las palabras para que quede claro que ella no dejó su lugar, sino que se lo quitaron.

–En el libro decís que, en los momentos difíciles, Isabel repite una predicción que le había hecho López Rega en su condición de astrólogo: “Vivirás muchos años más, hasta poder liberar a este bendito país del maligno”. En efecto, ella vivió muchos años más, pero ¿realmente creyó esa premonició­n?

–Creo que lo creyó en algún momento, lo usó como sostén en etapas de mayor debilidad. Pero con el tiempo, después de muerto Perón, de la salida de López Rega, la traición de los militares con los que ella había pactado, su gabinete que no reacciona... ahí se terminó la idea. Si bien ella tuvo una fase espiritist­a, después busca volver a la espiritual­idad católica. Hoy es una mujer muy apegada a Dios. Tiene una relación con su confesor, también con el Papa. Sé que también tiene vínculos con grupos ultrarreli­giosos católicos de España.

–¿Cómo es la situación actual de Isabel con la Justicia? ¿Podría volver a la Argentina?

–Ella tiene una causa que está parada, que es por los crímenes de la Triple A. Tiene una circular roja de Interpol. Pero ella primero que todo tiene un estado de salud que le impide subirse a un avión. Tampoco va a cumplir con lo que en algún momento fue su deseo de ser enterrada en la Argentina.

–¿Sus restos van a reposar en España?

–Sí, ella ya le hizo saber a su entorno que quiere ser enterrada en el cementerio municipal de San Lorenzo en el Escorial, donde hay varios reyes de España. No todos.

–Luego de cuatro décadas en Madrid, ¿se hizo un lugar en la sociedad española?

–Ella tiene un recorrido... Este Premio Hispanidad marca un poco que ella jugó un partido en la alta sociedad madrileña, con las damas franquista­s, que es muy fuerte. Ella durante muchos años, cuando podía, participab­a de esas cenas benéficas y ocupó un lugar importante, donde también jugaba aquel vínculo de Franco con Perón y de aquella Argentina ofreciéndo­le alimentos a España para paliar la hambruna en la posguerra.

–¿Tuviste comunicaci­ón directa con Isabel? En el libro contás que te acercaste a su confesor y le dejaste un papelito con preguntas para ella. ¿Isabel respondió alguna de esas preguntas?

–Todas las preguntas que le quise hacer a Isabel fueron transmitid­as de distintas maneras y te diría que, en su gran mayoría, las contestó. De diferentes formas, no solo a través del confesor [sonríe]. Todo lo que pude encontrar de su voz en medio de este silencio está plasmado en el libro.ß

 ?? ?? La foto más reciente de Isabel Perón, a sus 93 años, con el Premio Hispanidad en sus manos
La foto más reciente de Isabel Perón, a sus 93 años, con el Premio Hispanidad en sus manos
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Con la banda presidenci­al y el bastón de mando
 ?? ?? La casa de Isabel en Madrid, en Villafranc­a del Castillo
La casa de Isabel en Madrid, en Villafranc­a del Castillo
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La portada de Isabel (Aguilar), el libro de Facundo Pastor

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