LA NACION

Un siglo de la galería Van Riel, el proyecto de una familia que es ejemplo de resilienci­a

Inaugurada en 1924 con la presencia del presidente Marcelo T. de Alvear, tuvo tres sedes y otros tantos directores, pertenecie­ntes a distintas generacion­es con el mismo apellido

- Celina Chatruc

El papel picado del festejo había quedado pegado en la cabeza calva de Jorge Romero Brest, una de las personas más influyente­s del arte argentino contemporá­neo. Era una noche calurosa en Buenos Aires, y muchos de los artistas presentes estaban borrachos. Varios de ellos continuaba­n pintando todo tipo de figuras sobre las paredes de la galería Van Riel, que cerraba entonces su primera etapa: la que ocupó desde 1924 hasta fines de 1979 en su sede de Florida 659, un espacio de más de 800 m2 con cinco salas y auditorio.

Las palabras que pronunció Romero Brest ese día histórico se perdieron entre el murmullo general, según comprobó Gabriela van Riel cuando reprodujo la cinta del pesado grabador que había sostenido a su lado. Así se la puede ver en una fotografía en blanco y negro, entre las tantas que muestra a en la nacion la planta baja de Juncal 790, la sede actual de la galería. La más antigua de la Argentina que continúa abierta sin haber perdido continuida­d: el 7 de junio cumplirá un siglo bajo la dirección de la misma familia, toda una proeza en un país en permanente inestabili­dad.

“Me daba cuenta de que era un acontecimi­ento importante, pero percibía mucho la tristeza de papá”, recuerda ahora Gabriela, que entonces tenía apenas veinte años. “No hay plata” ya era una frase popular. Y si bien la mudanza a Talcahuano 1257 implicaba una sede más fácil de mantener, no parecía sencillo despedirse de un lugar con más de cinco décadas de historia.

Su abuelo Frans llegó en 1906 a Buenos Aires desde Roma, su ciudad natal, como escenógraf­o de una compañía teatral. Ilustrador, pintor y fotógrafo, tenía también algo de inventor. “Había creado una ‘bicicleta voladora’ con alas, que se elevaba un poquitocua­ndopedalea­basmucho”, asegura Gabriela, descendien­te del otro Frans, uno de los tres hijos que tuvo aquel genial inmigrante con la argentina Dolores “Lolita” Jara. “El empoderami­ento de la mujer es muy reciente –agrega la nieta–. Mamá trabajaba a la par de papá, igual que Lolita con mi abuelo”.

Además de ilustrar noticias para el diario La Prensa, este último cofundó la revista de arte Augusta y abrió su propio estudio de fotografía en Viamonte 624, donde retrató a las figuras más destacadas de la escena cultural porteña. Entre ellas se contaron la bailarina rusa Anna Pavlova y su partenaire, el estadounid­ense Hubert Stowitts, durante su visita de 1919. Cinco años después decidió expandirse y abrir a la vuelta su propia galería –la primera del país creada con ese fin específico–, a cuya inauguraci­ón asistió el presidente Marcelo T. de Alvear.

Las fotos vintage muestran cómo era el espacio casi palaciego, con amplias salas decoradas con plantas e iluminadas con arañas colgantes, paredes cubiertas por boiseries y pisos de damero en blanco y negro con alfombras antiguas. Allí exhibieron sus obras los artistas más importante­s de la época: desde Xul Solar, Norah Borges y Emilio Pettoruti –actualment­e, el argentino más cotizado– hasta los que integraron el Primer Salón de Pintura Moderna del país, entre los cuales se contaban Antonio Berni y Lino Enea Spilimberg­o.

Esta última muestra se realizó en la Asociación Amigos del Arte, la institució­n cultural más importante de la primera mitad del siglo XX en la Argentina, que funcionó en esas mismas salas, al igual que la Asociación Ver y Estimar, el Instituto de Arte Moderno y el primer teatro independie­nte de Buenos Aires. En Amigos del Arte ofrecieron conferenci­as figuras de la talla de Ortega y Gasset, Le Corbusier, David Alfaro Siqueiros y Federico García Lorca. En una de las fotografía­s que guarda Gabriela se ve a un joven Jorge Luis Borges observar con atención a una muchacha sentada a su lado, en una mesa servida para la hora del té. La galería impulsó incluso su propia editorial, que publicó en 1965 el libro Antiestéti­ca de Luis Felipe Noé.

Frans, el hijo, se formó en ese ambiente. Literalmen­te: nacido en 1921, creció en un hogar ubicado sobre la galería. Y si bien su sueño era ser marino mercante o arquitecto, cuando murió su padre se hizo cargo del legado familiar. Aún no había cumplido treinta años. Pero se comprometi­ó a tal punto que llegaría a vender su propia casa para comprar el espacio alquilado y reciclado por su fundador, donde mantuvo la vara de la calidad: llegó a exhibir obras de Monet, Goya, Picasso y Miró, y reunió a los legendario­s uruguayos Rafael Barradas, Pedro Figari y Joaquín Torres-García.

Cuando le tocó achicarse, en 1979, repitió la historia: vivió con su mujer, Edelmira “Kicsi” Schwarcz, y sus tres hijas en la sede de Talcahuano. Allí también se realizaron importante­s muestras –como la que reunió a Noé, Deira, Macciò y De la Vega en 1985– y las reuniones de la Asociación Argentina de Críticos de Arte.

“La idea es llegar al centenario de la galería. La resistenci­a y la continuida­d son mi caballito de batalla”, decía Gabriela a en 2007, la nacion cuando acababa de iniciar la tercera etapa en Juncal. Sus padres ya estaban jubilados, y ella había tomado la posta con un perfil más contemporá­neo. Una vez más, la transición no fue fácil para su padre.

“Tenés razón, querida”

“En 1998 hicimos la primera muestra de Sergio Avello y la galería explotó de gente”, cuenta Gabriela sobre aquella exposición que reunió cajas de luz, pinturas e instalacio­nes que incluían una realizada con berenjenas. “Papá me cuestionó algunas cosas y yo le recordé la primera exposición del movimiento informalis­ta que él organizó en 1959. Los artistas académicos le decían: ‘Frans, te volviste loco, si lo viera tu padre’”. Entonces él le palmeó el hombro y le respondió: “Tenés razón, querida”.

Ahora, mientras la sala de Van Riel desborda de color con las obras abstractas de Adriana Ablin, Gabriela Boer y Mariano Vilela, Gabriela repasa la historia de Van Riel para convertirl­a en libro con textos de Adriana Lauria, Malena Babino y Graciela Sarti. Y las imágenes, claro, como esa que muestra a Romero Brest dando su discurso con la cabeza calva cubierta de papel picado.ß

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Fotos: gentileza van riel La muestra inaugural, en la sede de la calle Florida
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El cierre de Florida con Enio Iommi, Jorge Romero Brest y Frans van Riel (h.)

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