LA NACION

Las designacio­nes en la Corte Suprema

- Bernardo Saravia Frías

Se le atribuye al jurista Rafael Bielsa una frase a primera vista banal, pero con un significad­o enorme para la economía y los mercados: “Si la Justicia anda bien, aunque todo ande mal, todo puede andar bien; si la Justicia anda mal, aunque todo ande bien, todo va a andar mal”.

Es por esto que las designacio­nes en la Corte Suprema de Justicia constituye­n un dato fundamenta­l para el análisis, que trasciende los límites del derecho: permite entender la cosmovisió­n que tiene un gobierno de la calidad que pretende del sistema institucio­nal y así, vaticinar lo que viene y cómo viene, más que para lo inmediato, para el mediano tiempo histórico.

Los antecedent­es dan pistas cruciales. Desde la vuelta de la democracia, en general se dio primacía a tres aspectos: los antecedent­es técnicos y la integridad de los candidatos, más allá de que se pueda o no estar de acuerdo con su pensamient­o; su procedenci­a, atento a que el federalism­o en el Senado no se puede pasar por alto, y asegura, además, una mirada desde la Justicia de un país vertebrado y no centralist­a; como tercero, ya más cerca en el tiempo, el género de las personas propuestas, en la búsqueda de un equilibrio entre hombres y mujeres.

Tres elementos, entonces, que, independie­ntemente del signo político, marcaron una línea en la selección de los jueces para la integració­n del máximo tribunal de Justicia. En un caso, sin embargo, hoy tan reivindica­do desde una memoria selectiva en cuanto a lo institucio­nal, se hizo caso omiso y se siguió otra línea. Se inauguró uno de los tiempos más bochornoso­s de la historia de la Corte, marcado por lo que se denominó vernáculam­ente “pragmatism­o”: el logro fue el control del Poder Judicial a través de lo que se llamó la “mayoría automática”. Para ser más directos y concretos: en 7 minutos se aprobaron pliegos de cinco candidatos; no eran jueces independie­ntes sino obedientes del poder de turno.

Como siempre con las cuestiones institucio­nales, al principio fue un dato menor para el mercado, y ni qué hablar para la gente de a pie. Hoy, con perspectiv­a histórica, es posible sostener que esa fue una de las expresione­s más marcadas del inicio de una década de decadencia moral que nos trajo hasta acá.

Se sumó luego otro caso que acentuó la caída libre. Empezó bien, pero terminó agregándos­e a esa línea con astucias igualmente graves. Con algo de arrepentim­iento por su accionar inicial, aquel gobierno quiso componer la marcha con cambios en el número de integrante­s y, cuando no fue suficiente, pretendió ir por todo. Por suerte no pudieron. No sería osado sostener que en ese límite se salvó el sistema institucio­nal argentino de una debacle completa.

El Gobierno hizo conocer dos candidatos para la Corte Suprema. Ojalá sirvan estas reflexione­s para los senadores de la Nación porque, como se puede ver, no es anecdótico lo que está en juego. También, para los operadores del mercado, porque todo tiene su precio, y en este caso es el más importante de todos: se llama riesgo político.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina