LA NACION

Retiran el capítulo del tabaco por el lobby de un empresario

Pablo Otero, de Tabacalera Sarandí, consiguió que un grupo de diputados advirtiera que no votaría cambios en el marco tributario

- Camila Dolabjian

El Gobierno dio marcha atrás con las modificaci­ones a la industria del tabaco en la nueva “Ley de bases” por presión de la Tabacalera Sarandí, la empresa de Pablo Otero, pese a que fue cuestionad­o por el presidente Javier Milei por el lobby que realizó en el Congreso para que no se tocara el marco tributario del rubro, que lo haría pagar impuestos en igualdad de condicione­s con el resto de los jugadores del mercado.

Entre los diputados hubo fuertes acusacione­s cruzadas, que apuntaron a varios legislador­es en particular por haber puesto como condición el retiro del capítulo tabacalero para apoyar al resto de la norma, pudo saber sobre la base de los la nacion testimonio­s de cinco de ellos.

El diputado que hizo más fuerza para que se quite el capítulo fue Cristian Ritondo, el jefe del bloque de Pro, que lo habría puesto como uno de los no rotundos de la bancada que preside, en las conversaci­ones con el Poder Ejecutivo. Interesado­s en el tema también estuvieron Diego Santilli, Carlos Castagneto, extitular de la AFIP durante el gobierno de Alberto Fernández que no buscó cobrarle las deudas a Tabacalera Sarandí; y Carlos Zapata, de La Libertad Avanza. se comunicó con cada uno de ellos, que prefiriero­n no hacer comentario­s.

En el seno del rubro tabacalero hay dos empresas, Tabacalera Sarandí (que produce Red Point y Kiel) y Massalin Particular­es (Marlboro, Phillip Morris, entre otros), se disputaron esta serie de artículos que cambiarían completame­nte las reglas del juego con las que las empresas se manejaron hasta ahora.

Desde 2017, año en el que fue establecid­o, Tabacalera Sarandí y otras que empezaron como pymes (Bronway, por ejemplo) no pagan el impuesto interno mínimo. Se trata de un monto fijo, hoy de $517,5 por atado de cigarrillo­s, que funciona como una base de tributació­n, a cuenta del porcentaje total del gravamen, con intención tanto recaudator­ia como extrafisca­l, es decir que apunta a encarecer los paquetes para desincenti­var el consumo.

A través de una serie de cautelares, Sarandí consiguió no pagar el tributo al advertir la desventaja de una pyme frente a una multinacio­nal, lo que le permitió ofrecer sus productos a un precio hasta 50% inferior que sus competidor­es. Pasó, desde entonces a la fecha, de un cerca de 8% a un 45% de participac­ión en el mercado.

El artículo 189 y subsiguien­tes modificaba­n ese panorama al elevar el impuesto interno, al tiempo que eliminaban el mínimo y establecía­n que la base de tributació­n sería la que informe como valor de venta al público la tabacalera, aunque si se verifica que es 20% inferior al que se encuentra en los puntos de distribuci­ón, podrá tomarse como base imponible el relevamien­to del Ministerio de Salud. Así, el impuesto se elevaría a 73%, el mínimo dejaría de existir y todas las empresas pasarían a tributar lo mismo.

En la industria hay dos cámaras principale­s: la CIT (Cámara de la Industria del Tabaco), que contiene a Massalin y a British American Tobacco, y Canet (Cámara Nacional de Empresas Tabacalera­s), que agrupa a pymes como Bronway, Formen, Tabes y Cigarrillo­s y Tabacos SA, que si bien en un primer momento lograron las mismas medidas judiciales que Sarandí para no pagar el mínimo, fueron perdiendo cautelares y ahora sí tributan. Ambas expresaron apoyo a la eliminació­n del impuesto mínimo. Sarandí, pese a cuestionar la constituci­onalidad del mismo, se opone.ß

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Archivo Pablo Otero

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