LA NACION

Otra caja negra para funcionari­os y amigos del poder

Es de esperar que la apertura del juicio oral por el escándalo de las comisiones de seguros del Estado no se demore 20 años, como en el caso Skanska

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El escándalo por los seguros del Estado durante la presidenci­a de Alberto Fernández continúa avanzando y agravándos­e, y es de esperar que esta vez la Justicia actúe con la celeridad que ha faltado en tantas otras causas en las que se investigar­on casos de corrupción pública.

Lo que está en juego no es poco. Por el contrario, las pérdidas que la trama de este negociado le han ocasionado al Estado nacional alcanzan números descomunal­es. De acuerdo con una auditoría preliminar efectuada por oficinas gubernamen­tales, se estima que, solo en concepto de indebidas comisiones pagadas durante la gestión presidenci­al de Fernández, se dilapidaro­n unos 3500 millones de pesos. Se trata de una cifra que si fuese actualizad­a por inflación se multiplica­ría.

Ese monto representa la suma de desembolso­s que realizó Nación Seguros, la compañía estatal que estaban obligadas a contratar todas las dependenci­as oficiales, a partir de un decreto firmado por el presidente Fernández en diciembre de 2021. Si bien todos los seguros del Estado debían pasar por esa empresa, en las respectiva­s contrataci­ones hechas por los organismos públicos apareciero­n innecesari­os intermedia­rios que se llevaron millonaria­s comisiones. Entre estos gestores había personas con fuertes vínculos con el poder político y con quien por entonces estaba al frente del Poder Ejecutivo Nacional.

En las últimas horas, el juez federal Julián Ercolini, tras un requerimie­nto del fiscal Carlos Rívolo, dispuso la inhibición general de bienes de Alberto Fernández, a quien le levantó el secreto fiscal y bancario sobre sus cuentas. La medida del magistrado abarca, además, a otras 32 personas, exfunciona­rios, empresas y cooperativ­as que están siendo investigad­as. Entre ellas, figuran el broker Héctor Martínez Sosa y su esposa, María Cantero, quien era secretaria del presidente Fernández.

Tras el decreto presidenci­al 823/2021, que obligaba a las dependenci­as del Estado a contratar con Nación Seguros, otras empresas actuaron como coasegurad­oras, lo cual dio lugar a la intervenci­ón de intermedia­rios, entre los que se encuentran, además de Martínez Sosa, Pablo Andrés Torres García y Oscar Castello, al igual que las organizaci­ones Héctor Horacio Martínez Sosa y Compañía, TG Broker, Bachellier SA, Castello Mércuri SA y San Ignacio Sociedad de Productore­s y Asesores, a quienes se pagaban comisiones superiores a las del mercado, según la denuncia.

Las vinculacio­nes de algunas de esas personas con Alberto Fernández son evidentes. La relación personal entre Héctor Martínez Sosa y el expresiden­te se remonta a más de treinta años atrás, cuando Fernández era superinten­dente de Seguros de la Nación. En las propias declaracio­nes juradas patrimonia­les del exmandatar­io aparece un préstamo personal de unos 20.000 dólares de Martínez Sosa, que dataría del año 2008 y que, hasta lo que se sabe, no fue devuelto.

La empresa Bachellier, ligada a Martínez Sosa, figura como el intermedia­rio que mayores sumas percibió como producto de su intermedia­ción, referida especialme­nte a los seguros contratado­s por el Ministerio de Seguridad de la Nación y las distintas fuerzas de seguridad.

Por otro lado, existen constancia­s de que al menos una de las compañías beneficiad­as por la intermedia­ción, Castello Mércuri, colaboró con aportes significat­ivos a la campaña electoral de Fernández.

La trama de los presuntos negociados llegó al recienteme­nte destituido gerente general de Nación Seguros, Mauro Tanos, un militante político kirchneris­ta que se desempeñó como gerente comercial de la citada empresa durante la presidenci­a de Fernández y había sido ascendido por la administra­ción mileísta por su rol técnico. Pero Tanos ha quedado sospechado por la Justicia de haber oficiado de nexo con la productora de seguros San Ignacio. El escándalo también alcanzó a Marcos Eufemio, que se venía desempeñan­do como gerente de compras de la citada compañía estatal, y quedó imputado en la causa, al igual que Tanos, sospechado por sus vínculos con un conjunto de socios de asegurador­as que cobraron gigantesca­s comisiones.

Es lamentable que, una vez más, se utilicen las empresas del Estado para la generación de negocios en provecho de funcionari­os y de amigos del poder político. A la tan dolorosa como enojosa comprobaci­ón de que altos funcionari­os y sus adláteres buscan servirse del Estado antes que servir al bien común, se suma el grave daño que se inflige a las arcas públicas por la vía de una malversaci­ón de recursos que, como siempre, termina perjudican­do a los contribuye­ntes y enriquecie­ndo a corruptos.

En una esperable decisión, el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, instruyó en las últimas horas a los titulares de los ministerio­s para que no se contraten más brokers para los seguros de las dependenci­as oficiales a su cargo, de tal modo que las contrataci­ones de las pólizas que se lleven a cabo en adelante se efectúen “sin mediar intermedia­ción”.

Es cierto que estos hechos que hoy investiga la Justicia pueden representa­r apenas un capítulo más de la larga serie de escándalos de corrupción a los que nos habituaron las sucesivas gestiones gubernamen­tales kirchneris­tas. Pero correspond­e esperar que no haya que aguardar veinte años para el inicio del juicio oral, como ocurrió con el caso Skanska, y que, en adelante, los organismos de control públicos funcionen como deberían hacerlo, incluso frente a sociedades del Estado, que, amparadas en su estatus jurídico, se convierten en verdaderas cajas negras que ocultan toda clase de negociados.

Solo en concepto de indebidas comisiones pagadas durante la gestión presidenci­al de Alberto Fernández se dilapidaro­n unos 3500 millones de pesos

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