El ojo sensible de un lector en éxtasis
En Primeras luces, Carlos Battilana (Paso de los Libres, 1964) explora su relación con la lectura y los libros, siguiendo la consigna de la colección Lectores.
En la primera parte, aborda –con ojo de poeta– el fenómeno lector como algo anterior al libro. La “lectura” de lo que lo circundaba en su infancia correntina fue lo primero. Después vinieron las letras y sus formas, los carteles callejeros y el primer manual escolar (llamado justamente Primeras Luces). También hay una percepción oral, “el sonido plural de la lengua materna” y el de las lenguas ajenas de la ciudad fronteriza en la que creció. El traslado a Buenos Aires, mediada la escuela primaria, aportará un quiebre y nuevas perspectivas.
Buena parte del libro está dominada por la lectura primeriza de Julio Verne (son tantas sus novelas, dice Battilana, que todavía lo sigue leyendo). Fácil de criticar hoy (el poeta cita a sus objetores), el francés es una coartada ideal para ahondar los misterios de la lectura.
Battilana también narra una escena fundacional: su participación, siendo muy chico, en un taller literario suburbano en tiempos de la dictadura y, luego, su acercamiento a la poesía, de la mano de versos de Irene Gruss, Juan Manuel Inchauspe, Estela Figueroa o, figura clave, César Vallejo. También se detiene en el papel formativo que, en otros tiempos, cumplieron las novelas del boom. “No existe la muerte mientras leemos, somos niños, adolescentes en estado de éxtasis”, escribe Battilana. Primeras Luces sabe transmitir esa convicción yendo al núcleo, sin anonadar a su propio lector con un maremoto de títulos y autores.ß